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continua.... Marx, Engels y la condición humana Una visión desde Cuba Armando Hart Dávalos Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005 IV Para insertar la cultura en una civilización que se proponga transitar hacia el socialismo, se deberá romper definitivamente con la vieja ideología de la dicotomía entre lo material y lo espiritual como si fueran mundos divorciados. Empecemos por reconocer que la base material de la sociedad no tiene existencia real, si no se interrelaciona con una superestructura ideológica, cultural e institucional, y ahí es donde se aprecia su importancia práctica, social e histórica. Tratar de forma divorciada las luchas por el pan, por un lado, y la vida espiritual, por el otro, se convierte en fuente de distorsiones peligrosas para la sociedad. Incluso el pan es posible porque la mano, inteligencia y destreza del hombre lo han creado, y eso es cultura. Pero no se podrá distribuir de manera justa, sin el conocimiento y la cultura indispensables para ello. La equidad exige más cultura que la arbitrariedad, he ahí la cuestión. Después de Marx y Engels, las ciencias sociales y las humanidades, debían haberse planteado sus grandes descubrimientos científicos y filosóficos, como punto de partida para investigar la naturaleza, la evolución, así como el desarrollo de la sociedad, y rechazar todo criterio dogmático o doctrinario. El político profundamente revolucionario debía tomar estos aportes como lo hicieron Lenin, Fidel y todos los protagonistas de las verdaderas revoluciones en el siglo XX. Pero se planteó el marxismo, en tanto conclusión filosófica y científico-social, como imperativo expresado en normas rígidas de conducta de los hombres para el cambio revolucionario, y esto es un gran error. La actividad humana no viene mandatada por una conclusión científica. Las normas y principios pueden orientar la conducta humana, pero ellos han de fundamentarse en la educación, la cultura y en especial en la formación política y ética ciudadana. Es sabio apoyarse y guiarse por los resultados de las ciencias sociales e históricas y los fundamentos de la filosofía; sin embargo, ello sólo sirve —y ya es bastante— de pauta para la actividad humana y de método de investigación para guiarla. Si Engels había caracterizado al marxismo como “un método de estudio e investigación”, Lenin planteó estas mismas esencias y las llevó al plano de la materialización práctica cuando las definió como “una guía para la acción”. Ocurre así la síntesis de pensamiento -acción, cuestión clave del materialismo de Marx. Hace años me pregunté: ¿Para andar por la vida promoviendo la justicia entre los hombres basta con estas sabias definiciones de Engels y Lenin? Martí me dio la respuesta cuando planteó en la primera línea referida a Marx: “Como se puso del lado de los débiles merece honor.” Es necesaria pues una opción ética, porque no basta con un método científico o una guía para la acción, es indispensable emplearla en función de la liberación humana. Así lo hicieron C. Marx y F. Engels, y por eso entendemos su ética humanista. Los antagonismos y contradicciones sociales de raíces económicas y sus formas explosivas de comportarse, poseen la carga espiritual de la lucha entre la injusticia y el egoísmo, por un lado, y la justicia y la vocación social del hombre, por el otro. Diversas corrientes socialdemócratas europeas se han apoyado en los valores éticos y en la cultura para defender la justicia social. Esto es positivo, pero no se alcanza la dimensión revolucionaria sin apoyarse en el materialismo histórico. Dejar a un lado a Marx y a Engels equivale a echar por la borda eslabones claves del conocimiento humano. El materialismo histórico recogió la esencia de cada conocimiento alcanzado y trató de armar con ellos la cadena de la historia de las ideas, para llegar a las conclusiones posibles de aplicar en su época. Engels incluso subrayó y explicó las razones por las cuales todo conocimiento es limitado. Cuando ello se entienda, daremos al traste de una vez y para siempre con los “decálogos” de soluciones definitivas y “verdades eternas”. Si así lo apreció Engels con respecto a la historia cultural precedente, ¿por qué no entenderlo nosotros con respecto al legado de Marx y Engels?, quienes hoy niegan la validez de estos sabios, lo hacen con el mismo cariz conservador de aquellos que concibieron el marxismo como un “dogma determinista”. En este error no solo han influido los enemigos del pensamiento de Engels, sino también muchos de sus continuadores. Por supuesto existen procesos y espacios que Marx y Engels no conocieron, como por ejemplo los prodigiosos avances en los campos de la psicología y la sociología, los cuales tienen una enorme significación en la cuestión de la subjetividad. Ellos vivieron en la Europa del siglo XIX, y alcanzaron allí la más elevada escala del saber. Pero el mundo era mucho más ancho, y los tiempos fueron cambiando, lo cual obligaba a actualizar y profundizar las ideas de estos dos grandes maestros; lo confirma el trabajo creativo y revolucionario realizado por Lenin. Situar el origen del desarrollo económico más allá de los hombres es caer en una visión filosóficamente idealista bien distinta al materialismo histórico. Marx estudió Economía Política no economía a secas. Para rescatar el pensamiento marxista del pantano ético dejado como nefasta herencia por más de 80 años de tergiversaciones, es necesario investigar los fundamentos culturales del materialismo histórico. Estudiemos las ideas de Marx y Engels a la luz del pensamiento martiano cuando afirmó: “los hombres van divididos en dos bandos: los que aman y fundan, y los que odian y destruyen”; debemos entenderlo con un criterio profundamente dialéctico, porque en la vida real están presentes estas categorías en formas infinitamente complejas, combinadas y cargadas de matices. Reitero que en el orden filosófico los factores subjetivos no fueron suficientemente examinados en su peso específico por Marx y Engels, no lo hicieron con el énfasis debido, y esto lo reconoce ejemplarmente Engels en sus últimos trabajos. La separación entre el espíritu y la materia de fundamentación metafísica, presente en la esencia teórica de las tergiversaciones, se impuso en la mente de los hombres y sirvió de argumentación ideológica a los intereses conservadores. Desde el punto de vista estrictamente ético, habría que colocar las “mejores disposiciones” como la inspiración más revolucionaria. Una vez resuelto teóricamente por Marx y Engels el problema fundamental de la filosofía, habría que plantearse con todo rigor en la política, la educación y la cultura en general, el tema concreto más importante del hombre sobre la Tierra: el tema de la ética en toda su extensión y complejidad; es de las más importantes cuestiones prácticas de la política moderna. El gigantesco déficit moral en el llamado “socialismo real” y todas las desviaciones cometidas, debilitaron la interpretación marxista prevaleciente en las últimas décadas del siglo XX. No basta con denunciar los errores, es indispensable analizar las raíces filosóficas de los mismos. Cuando no se exaltan los valores espirituales en un sentido genuinamente humano y universal, se acaban imponiendo las tendencias egocéntricas y los instintos primarios más ferozmente individualistas. Y como para prevalecer estos últimos requieren de un determinado apoyo social, erigen doctrinas que hipócrita y cínicamente tratan de explicar y justificar ante las conciencias enfermas o simplemente ignorantes, las viejas tendencias atávicas de la subconciencia, y conducen incluso en sus extremos al proceder criminal. Esta es la lección que en el orden de las ideas debemos extraer deuna época en que el materialismo de Marx fue reducido a un economicismo vulgar y a una caricatura grosera. continuara....
Posted on: Fri, 18 Oct 2013 02:54:45 +0000

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