el culto de la mercancía, la nueva religión del capital. la ideología «pequeño-burguesa» se ha impuesto en los grandes estratos de la sociedad. La obsesión por la higiene y la seguridad, el culto de la mercancía y de la propiedad privada, han reemplazado a las solidaridades Hoy en día, la noción ideológica de clase media domina la sociedad. Su objetivo es convencer a la mayor parte de la población de que participa en una gran familia. «Clases medias» es un término cajón de sastre utilizado por los sociólogos. Nos preguntamos si el término posee una verdadera existencia social; se ha utilizado por los agentes de marketing para hacer consumir y por la clase política para movilizar a «el votante» durante las campañas electorales. Esta noción difusa reposa ante todo en la ideología pequeño-burguesa. Históricamente, el objetivo de la burguesía es crear una clase de amortiguación entre el proletariado y ella misma que permita pacificar a este último y hacerle entrar en un estado de sumisión que él mismo habría deseado. Del mismo modo que el proletariado era una clase que podía situarse en relación al aparato de producción, así también el fenómeno de las clases medias es un proceso ideológico que se identifica totalmente con la mercancía. Ya no estamos en una creación de valor para el capital, sino en una posición de presunto goce en el consumo de la mercancía; hay pues un desplazamiento de los métodos de dominación. hubo el colapso histórico del comunismo de Estado, tras la caída del muro de Berlín y de la propaganda que le acompañaba: «Veis, habéis perdido; las únicas perspectivas que se ofrecen son las del éxito individual». A diferencia de un periodo anterior en el curso del cual la burguesía funcionaba por exclusión, ahora se trata de integrar al proletariado. Asistimos en efecto al despliegue de una ideología de la inclusión. Las prácticas colectivas y las ideas sociales deben así desaparecer, ya que sólo cuenta a partir de ahora la creación del valor. No hay necesidad de ser propietario para identificarse con esta ideología, basta con creer en ello (mediante el sueño), y después están los que son propietarios, encerrados en su adosado, en esa superficie cuadriculada. Hay un empobrecimiento total de la relación con los otros y de la vida social en general. Se la parodia hasta lo caricaturesco en el espectáculo de los días de vecindad, las barbecue-parties y la ciudadanía pretendidamente participativa. Prácticas y discursos que reflejan en sí mismos su propia caricatura. Hay en este cuadro una incapacidad manifiesta de pensarse en una situación colectiva. en la actualidad quien está encerrado en su propiedad privada no puede pensarse como un elemento de un sistema global, está confinado tras las puertas cerradas de su ego. Desde los años cincuenta esta imagen de la familia ideal, con pocos niños, un perro, recluida en el espectáculo de su seguridad, se ha convertido en una suerte de icono emblemático, de un ideal basado en la alienación deseada. La obsesión de esta ideología es la seguridad, la propiedad y la higiene. el corolario del adosado es el coche… El otro corolario es la gran superficie comercial donde se llena el carrito de la compra y el maletero sin tener contacto con nadie, después se vuelve a casa, siempre solo. El corazón de la ciudad se transforma a veces en museo o se recrea un origen rural ficticio en el cual imaginamos la vida de nuestros abuelos cuando el espacio público aún existía. Todo eso ha desaparecido. Se le mitifica...Todo el mundo se da cuenta de que falta algo, va entonces a visitar las ciudades-museo, reconstruidas, un mundo del artificio y del espectáculo que vendría a hacer soportable una cotidianeidad insoportable. Se consume la ficción de nuestros orígenes. Cada uno está replegado frente a sí mismo, en un consumo de sí mismo. Asistimos a la consumación del espectáculo de la vida, como lo escribió Guy Debord en 1967 en La sociedad del espectáculo. La televisión no es más que la consagración de esta desposesión de la vida y de sí. Ya no estamos en la realidad, estamos cara a cara ante el espectáculo de lo que debería ser. Carecemos incluso de la necesidad de introducir al otro en una relación cualquiera. Es una sociedad del onanismo. La alteridad ya no tiene razón de ser. ya no hay reflexión ni espíritu crítico. La emotividad primaria que consagra la organización social actual, basada en la individualización comercial y política, constituye el abono de todas las manipulaciones. Hoy, en el campo de la mercancía todo deseo debe verse satisfecho inmediatamente según el modo de la necesidad, en la posesión. El deseo se ve rebajado al nivel de las necesidades vitales. Ya no nos quedan más que deseos atrapados por el espectáculo de los nuevos objetos encargados de despertarlos. Existimos en función de lo que consumimos y no a través de lo que construimos de nosotros mismos en el campo de la alteridad. La experiencia de la relación con el otro permanece encerrada en el deseo mimético de poseer los mismos atributos del éxito y de la realización individuales. Se manipula la dinámica del deseo para estar al servicio del desarrollo del capital.
Posted on: Sat, 21 Sep 2013 18:26:23 +0000
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