jueves, 18 de julio de 2013 Las últimas palabras de Jesús (Juan - TopicsExpress



          

jueves, 18 de julio de 2013 Las últimas palabras de Jesús (Juan 19) Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. (19:28-30) Después de establecer con ternura el cuidado de Su madre, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: “Tengo sed”. En Su omnisciencia sabía que solo faltaba una profecía por cumplirse. En el Salmo 69:21 David escribió: “Me pusieron además hiel por comida y en mi sed me dieron a beber vinagre” (La Septuaginta usa la misma palabra griega que traduce vinagre en el versículo 29). Jesús sabía que al decir “tengo sed” provocaría que los soldados le dieran algo de beber. Por supuesto, no lo hicieron conscientes de que iban a cumplir la profecía, menos aún por compasión. Su objetivo era incrementar el tormento del Señor prolongando Su vida. Uno de los transeúntes (probablemente uno de los soldados o al menos alguien que actuaba con su aprobación) tomó una vasija llena de vinagre que estaba allí, empapó en vinagre una esponja y poniéndola en un hisopo (cp. Éx. 12:22), se la acercó a la boca. Este era el vino barato y avinagrado que los soldados consumían usualmente. No era la misma bebida que el Señor había rechazado antes (Mt. 27:34). Tal bebida amarga pretendía ayudar a aminorar el dolor para que no luchara tanto mientras lo clavaban en la cruz. Jesús la había rechazado porque quería beber la copa de la ira del Padre contra el pecado de la forma más completa que Sus sentidos pudieran experimentar. Habiendo recibido el vinagre, Jesús dijo: “Consumado es” (gr. tetelestai). En realidad, el Señor gritó estas palabras (Mt. 27:50; Mr. 15:37). Fue un grito de triunfo; la proclamación de la victoria. La obra de la redención que el Padre le dio estaba completa: había expiado el pecado (He. 9:12; 10:12), había derrotado a Satanás y lo dejó impotente (He. 2:14; cp. 1 P. 1:18-20; 1 Jn. 3:8). Todas las exigencias de la ley de Dios se habían satisfecho, se había apaciguado la ira santa de Dios contra el pecado (Ro. 3:25; He. 2:17; 1 Jn. 2:2; 4:10), todas las profecías se habían cumplido. La culminación de la obra de la redención por parte de Cristo significa que nada debe o puede añadírsele. La salvación no es el esfuerzo conjunto de Dios y el hombre, es completamente una obra de la gracia divina, apropiada solo por la fe (Ef. 2:8-9). Con su misión cumplida, había llegado el momento en que Cristo entregara Su vida. Por lo tanto, después de haber clamado a gran voz: “Padre, en Tus manos encomiendo Mi espíritu” (Lc. 23:46), habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. Jesús escogió voluntariamente entregar Su vida en un acto consciente de Su voluntad soberana. Él declaró: “Nadie me la quita, sino que Yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de Mi Padre” (10:18). Tener la fuerza para gritar así muestra que no estaba físicamente en el punto de muerte. Haber muerto antes de lo normal para alguien que había sido crucificado (Mr. 15:43-45) muestra también que Él dio Su vida por Su propia voluntad.
Posted on: Fri, 19 Jul 2013 04:39:06 +0000

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