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martes, 19 de marzo de 2013 4 CUENTOS BREVES de Juana de Ibarbourou Juana de Ibarbourou Juana Fernández Morales nació en 1892, en Melo, Cerro Largo, Uruguay. Siendo muy joven contrajo matrimonio con Lucas Ibarbourou, radicándose ambos en Montevideo. Alcanzó el éxito desde sus primeros escritos, donde con sencillez y ternura canta al amor y la naturaleza. Luego publicaría más de 30 libros, la mayoría de los cuales fueron colecciones de poesía y un libro para niños. Sus últimos libros de poemas, muestran un carácter más reflexivo. En Oro y Tormenta expone su punto de vista a la hora de enfrentarse a las enfermedades y la vejez. La llamaban Juana de América por su gran popularidad. Entre otros premios y distinciones obtuvo el Premio Nacional de Literatura de 1959 de Uruguay. En 1947 fue elegida miembro de la Academia Uruguaya de Letras. Falleció en 1979 a los 87 años en Montevideo. 4 CUENTOS BREVES de Juana de Ibarbourou EL CÁNTARO FRESCO!!! Han traído para el almuerzo un ventrudo recipiente de barro lleno de agua recién sacada del pozo. Y es esta tan fría que, rezumando por todos los poros del cántaro, ha cubierto la rojiza superficie de un fresco manto húmedo. Atrechos el vapor acuoso es más espeso y forma gotas gruesas que caen sobre el mantel blanco. En el comedor reina una penumbra dulce. Por una rendija del postigo entra, tendiéndose de la parte superior de la ventana hasta el piso del centro de la habitación, como una tirante cinta amarilla, un rayo de sol que, en el suelo, se concentra simulando un ovillo de hilo dorado. A veces, al mover un ligero soplo de brisa de la cortina, el redondel de sol se mueve también, y Titanio, el pequeño terranova que hace rato lo observa, salta sobre él. Y ladra al ver que lo que él quizás supone un extraño insecto, se trepa como una mariposa burlona a su pata peluda. De la cocina llega ruido de loza; del patio un chirriar confuso de cigarras. En espera del almuerzo empieza a invadirme la modorra de este cálido mediodía de diciembre. Mi hijo, con esa sana hambruna de los seis años, pellizca un trozo de pan, sentado ya en su sillita, junto a la mesa, esperando la llegada del padre. Mis agujas de tejer, la labor, el ovillo, han resbalado poco a poco de mi falda a la estera. Yo apoyo mi mejilla en la fresca superficie húmeda del cántaro. Y esta fácil y sencilla felicidad me basta para llenar la hora presente.
Posted on: Sun, 11 Aug 2013 23:18:18 +0000

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