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miramar argentina miramar argentina miramar argentina miramar argentina miramar argentina miramar argentina Bosque del Vivero Dunicola "Florentino Ameghino" Av Lorenzo Parodi s/n. Miramar. museo miramar museo miramar museo miramar museo miramar museo miramar museo miramar museo miramar Volver a la Pagina Principal Los orígenes de Mar del Sur y Boulevard Atlántico. Boh, Daniel y Magnussen Saffer, Mariano. 2006. Museo Municipal "Punta Hermengo" de Miramar. [email protected] Varios de los miembros de la Familia Otamendi, que poseían campos en la zona, impulsaron la fundación de un balneario. Crearon para tal fin una sociedad anónima junto a distinguidas personalidades de la época y aproximadamente en 1887 adquirieron unas 400 hectáreas sobre la costa al noreste del arroyo La Carolina. Se realizó el plano, se comenzó con la venta de los lotes y se inició la edificación de un hotel. Pero la crisis económica por la que atravesó la Nación en aquella época, provocó la suspensión del ramal ferroviario que llegaría hasta dicha localidad. Los impulsores de este emprendimiento se vieron desanimados y abandonaron todo lo realizado hasta entonces. El hotel, que estaba casi terminado, se fue cubriendo de arena y quienes pasaban por allí se fueron llevando hasta los escombros. En el expediente iniciado por Guillermo Schweitzer existen documentos sobre la creación del pueblo: Boulevard Atlántico, originado en las tierras de Fernando J. Otamendi que se extendían entre los arroyos La Carolina y La Tigra, al sureste del pueblo de Mar del Sur que había sido fundado con anterioridad. "Boulevard Atlantic Hotel" de la localidad de Mar del Sud (1880). Por causas de una profunda crisis económica que azotó al país y ante un panorama desalentador, Fernando Otamendi vendió, en 1889, al Banco Constructor de La Plata (representado por su presidente Carlos Schweitzer) el "paraje de Boulevard Atlántico, continuación de Mar del Sur, después del arroyo La Carolina". Fernando J. Otamendi no vendió un lote de campo sino 254 manzanas, 40 quintas, 24 chacras y 314 unidades individuales. Esto prueba que el 23 de agosto de 1889 Boulevard Atlántico ya había sido fundado. El pueblo quedó abandonado y posteriormente fue renaciendo hasta que en 1930 tomó impulso hasta constituirse en la actual villa balnearia a la que todos conocen erróneamente como Mar del Sur. Entre 1882 y 1886 se construyó en la actual villa balnearia de Mar del Sur (perteneciente al partido de Gral. Alvarado) el "Boulevard Atlántico Hotel" que pretendia ser el primer Hotel de Lujo de la costa atlantica bonaerense. Por ese entonces se esperaba que el ferrocarril llegase hasta ese lugar, pero por la crisis en que se vio envuelto el país en 1888 esto no se concretó. Mar del Sud y el Hotel Boulevar Atlántico. Ocaso, gloria, caída y después... Mar del Sud Hotel Boulevar Atlántico Mar del Sud Hotel Boulevar Atlántico Mar Sud Hotel Boulevar Atlánt Por el Arquitecto Pablo J. Grigera. se ha abocado al estudio de la historia y arquitectura del Hotel Boulevar Atlántico de Mar del Sud, por la que ha obtenido una Mención del CAPBA por su investigación. Publicado originalmente en CAPBA D.IV Revista IV - Nº 28 Mar del Sud Hotel Boulevar Atlántico Mar del Sud Hotel Boulevar Atlántico Mar Sud Hotel Boulevar Atlánt Este trabajo obtuvo una Mención en el Área de Investigaciones Históricas del Premio Anual de Arquitectura, Urbanismo, Investigación y Teoría CAPBA 2000. El Jurado opinó: Relevancia de la temática:"Interesante estudio sobre un edificio que, además de su condición de hito referencial histórico cultural- arquitectónico, encarna como pocos otros el fenómeno del desarrollo urbanístico de los balnearios atlánticos bonaerenses". Coherencia:"El trabajo plantea orgánicamente diversas facetas de enfoque, desde los aspectos de gestión político-económica hasta el análisis urbanístico y arquitectónico del tema asumido". Posibilidad de desarrollos futuros:"La investigación posee, además de su relevancia intrínseca, el valor agregado de su aplicación a acciones concretas de recuperación y rehabilitación que pudieran establecerse sobre el bien en un futuro próximo". A fines del siglo XIX surgirán tres emprendimientos urbanísticos al sur de Mar del Plata, impulsados por el éxito de esta como centro balneario. Miramar (1888), Mar del Sud (principios de 1889) y Boulevar Atlántico (mediados de1889), nacerán asi mismo impulsados por el gran negocio que implicaba la venta de tierras, loteadas y vendidas en grandes remates. En 1888 el agrimensor J. Eugenio Moy, a iniciativa de una sociedad anónima formada por Rómulo Otamendi, Rafael Herrera Vegas, Juan Bautista Otamendi y Julio Goyena, realizará el trazado de Mar del Sud, al norte del arroyo La Carolina, en terrenos que habían adquirido a Fernando J. Otamendi. Pese al exitoso remate de los lotes y a la construcción de un hotel hoy desaparecido, Mar del Sud no logrará desarrollarse. A mediados de 1889 Fernando J.Otamendi, otrora propietario de las tierras de Mar del Sud, venderá un terreno de su propiedad al sur del arroyo La Carolina con el plano de subdivisión, también realizado por el agrimensor J.Eugenio Moy, al Banco Constructor de La Plata, institución bancaria que llegó a ser una de las más importantes del país a mediados de la década del 80´. Boceto del hotel antes de su construcción. Este nuevo emprendimiento, llamado Boulevar Atlántico, ocupará las tierras de lo que hoy conocemos como Mar del Sud, ya que aún en la actualidad el desarrollo al norte del arroyo La Carolina es casi inexistente. Para desarrollar el emprendimiento, el Banco Constructor de La Plata inicia la construcción de un hotel, el Boulevar Atlántico Hotel (que serviría de hito fundacional del poblado), así como gestiona ante las autoridades del Ferrocarril Sud la llegada de una línea férrea hasta el lugar. El fracaso de esta gestión, así como la crisis de 1890 y la quiebra del banco, motivará a sus autoridades a vender el hotel y las tierras a la Compañía Argentina del Riachuelo, empresa vinculada directamente al ex director del Banco Constructor de La Plata, Carlos Mauricio Schweitzer. La Prensa ilustraba el hecho mencionando el grandioso remate del "espléndido hotel con 150 lujosas piezas, ya concluido desde hace mucho tiempo". Una nueva venta en 1891 a familiares del Sr Schweitzer, y posteriormente su suicidio, marcarán el fin de los sueños de grandeza que Boulevar Atlántico había generado. Será recién a partir de la década del 20´que el hotel inicia un período de esplendor. Mar del Sud se convertirá en los años siguientes en un lugar casi exclusivo que se desarrollará a la sombra de esa inmensa mole. A partir de los 70´su estado comenzará a decaer lentamente y "convertido en la sombra de su gran relumbrón, es el testimonio de una época. Esta junto al mar cayéndose de a poco. Desapareciendo lentamente." En estos últimos años el ocaso se ha acentuado considerablemente. Nuevos dueños han tomado el control del edificio, sucediéndose numerosos inconvenientes que han determinado la clausura del edificio .Se han intentado distintos caminos para interesar a las autoridades acerca del estado del edificio, pero los problemas legales, penales, la falta de dinero y la desidia han contribuido, entre otras causas, a que este edificio continúe deteriorándose cada día más. Numerosas modificaciones, contrarias a las reglamentaciones vigentes, han alterado su fisonomía dando una imagen penosa de este edificio declarado Monumento Histórico Municipal en 1988. Desgraciadamente no son muchos los hoteles de fines del siglo XIX y principios del siglo XX que se mantienen aún en pie. Hoteles como el de Sierra de la Ventana, el Bristol Hotel de Mar del Plata, el Tigre. Hotel o tantos otros, testigos de una época de esplendor, han desaparecido para siempre. Creo que toda propuesta de rescate deberá considerar en primer término la difusión y publicidad de las características e historia del edificio, así como es fundamental la toma de conciencia por parte del municipio del valor patrimonial del bien, ya que sus características, sistemas constructivos y materiales son un excelente muestrario de la arquitectura de fines del siglo XIX, y por lo tanto un valor inestimable a tener en cuenta en su valorización. Esperemos que ese "después" al que alude el título de este trabajo, nos permita vislumbrar un destino más acorde con la historia y arquitectura de este hermoso edificio. El Gran Hotel de Mar del Sud. Por Daniel Boh. Museo Municipal de Miramar. Publicado originalmente en la Revista El Espigon. Numero 32. [email protected] Ya se ha escrito mucho sobre el gran Boulevard Atlántico Hotel de la localidad de Mar del Sud y en varias oportunidades con grandes errores sobre su historia o directamente relatos fantásticos en los que se mezclan barcos encallados y el oro de los nazis. Por eso desde estas líneas describiremos lo que los documentos históricos prueban. El 28 de mayo de 1888, y ante la expectativa de la construcción de un ramal del ferrocarril desde Mar del Plata a Necochea, los señores Julio Goyena, Juan Bautista y Rómulo Otamendi y el Dr. Rafael Herrera Vega adquieren una parcela de 196 hectáreas al Sr. Fernando Otamendi, cuya inscripción se realiza recién en 1889. Inmediatamente construyen el hotel “Mar del Sud” en cercanías del mar, el cual fue luego abandonado, saqueado y sepultado por las dunas. El mismo Fernando Otamendi vende en 1889 otra parcela al Banco Constructor de La Plata, una importante institución dirigida por el señor Carlos Mauricio Schweitzer, un emprendedor hombre de negocios de origen húngaro, quien hizo que aquel banco fuera el tercero en importancia en el país. Al poco tiempo se empieza a construir el “Boulevard Atlántico Hotel”, esta vez en una mejor ubicación que impide que sea afectado por la arena. La crisis financiera del año 1890 hace que el presidente Juárez Celman tenga que renunciar y entre las instituciones afectadas estaba el Banco Constructor, el cual quiebra y su director se suicida en 1892. Esto y la cancelación del plan ferroviario hacen que el proyecto del balneario quede inconcluso. El hotel fue vendido a un Sr. Dermott, tío de Schweitzer y las tierras a la “Compañía Argentina del Riachuelo”. Tiempo después el inmueble fue comprado por un Dr. Viayo para concretar una clínica que no prosperó, luego por el Ing. Gasco, pasando así por otros propietarios. Uno de los administradores más conocidos fue el señor Agustín Cozar y Gallego, un personaje bastante pintoresco. Es interesante comentar que durante años estuvieron tirados al lado del hotel una cantidad de vigas de hierro, las cuales fueron adquiridas por la Madre Eufemia Otamendi para construir parte de las instalaciones de la estancia en los años treinta. Ese material quizás era para continuar la edificación que presenta un corte neto en su parte posterior, algo raro para ese tipo de obra. LOS PRIMEROS “TURISTAS” Los primeros pasajeros del hotel fueron alojados en enero de 1892 y fueron un grupo de inmigrantes judíos denominados “Pampistas” por el nombre del barco “Pampa” que los trajo desde Europa a Buenos Aires luego de un recorrido accidentado por varios países. Estos colonos fueron traídos por la Fundación del Barón Mauricio de Hirsch” para habitar una zona de Entre Ríos. A quienes más tarde se los denominaría “Gauchos Judíos” . En su estadía en el mismo fueron afectados por un fuerte temporal que rompió parte del aún inconcluso hotel. Luego una epidemia de tifus y otras enfermedades se abatieron sobre los más débiles, muriendo unos cuantos cuyo número no se sabe ya que hay varias versiones. Según contaban los viejos habitantes de Mar del Sud era posible encontrar algunos huesos entre los médanos más allá del Arroyo La Tigra. En el año 1935 la familia Aramendi, gracias al impulso que le da la familia Schweitzer, construye la primera casa de veraneantes dando inicio al desarrollo turístico del balneario. Es curioso que lo que hoy conocemos como Mar del Sud era originalmente Boulevard Atlántico pero el primer nombre se impuso sobre ambos parcelamientos. LA IMPORTANCIA DE UN MONUMENTO HISTÓRICO Un monumento histórico demuestra la existencia de un pasado que es importante preservar, no sólo en su valor testimonial, sino también arquitectónico y estético. En el caso del hotel nos muestra una época de gran desarrollo de nuestro país y la expectativa que generaba el crecimiento de ese entonces. Es el único testimonio de un balneario creado para tal fin en el que un hotel actuaba como atractivo. Por otra parte y a nuestro juicio creemos que el mismo , una vez declarado Monumento Histórico, y definida su situación legal, debería volver a ser un hotel, interesando a tal fin a alguna de las grandes cadenas de hoteles , teniendo en cuenta el gran desarrollo edilicio de calidad que se está llevando a cabo en ese balneario. La empresa tendría que conservar la muy atractiva fachada pero podría reformar el interior según sus necesidades. Hace poco la edición italiana de la prestigiosa revista de diseño Vogue, con la colaboración histórico-fotográfica del Museo Municipal Punta Hermengo, le dedicó dos páginas a este edificio, destacando su grandiosidad y desventurada historia. Creemos que tiene méritos suficientes para convertirse en un atractivo a nivel provincial y aún nacional, lo que beneficiará, en un plazo breve, a todos nosotros. Bibliografía: Mar del Sud. Historia y Vivencias. Osvaldo J. Aramendi. Editorial Martín 2006. Miramar en el Trigésimo Aniversario de su Iglesia 1891-30 de noviembre-1921. Pbro. Juan Pascual y Massanet. 1922. Recopilación realizada por la Asociación Amigos de Mar del Sud y Biblioteca Eloisa Rissoli de Mar del Sud. Archivo Museo Municipal “Punta Hermengo” de General Alvarado. HOTEL BOULEVARD ATLÁNTICO Fuente: abiertosiempre.blogspot/ Esta es la historia de uno de los primeros hoteles de la Argentina. En el año 1834, la localidad actual de MAR DEL SUR formaba parte de la zona limítrofe con los indios pampas que se encontraban al sur de Azul y Tandil . Mientras que muchos de los pueblos costeros de Argentina en esa época surgían con algunas casas bajas y un trazado de calles después, en la localidad de Mar del Sur, a más de 400 kilómetros de Buenos Aires, se levantó un hotel de estilo neoclásico de 2000 metros cubiertos, con un techo de pizarra francesa caldera y usina propia y más de noventa habitaciones. En 120 años, este gigante resistió tornados y diluvios, sufrió un incendio y saqueos, y pasó del esplendor a la decadencia. Por este hotel, pasaron inmigrantes judíos que en 1891 llegaron en el vapor Pampa, hasta elegantes huéspedes que venían en carruajes desde Miramar. Eduardo Gamba es el actual administrador y dueño del Hotel. En 1889 el Banco Constructor de La Plata, fundado y dirigido por Carlos Mauricio Schweitzer, de origen Austro Húngaro, compró a Fernando Julián Otamendi las tierras en las que construiría el Hotel. Ese mismo año, comenzaron a reunirse los materiales para la obra, que debían movilizarse en carretas desde Mar del Plata. Todo demandó dos años. La fachada del hotel respeta las líneas estilísticas eclécticas con elementos de orden neoclásico, donde se destaca la simetría, la diferenciación de volúmenes,y el cortinamiento de pilastras de grandes dimensiones. En el año 1890, El hotel estaba todavía en construcción cuando fue vendido a la compaña Argentina del riachuelo, cuyos directores eran los hermanos Fernando y Carlos Mauricio Schweitzer, luego paso a manos de Tomas Mc Dermott. La crísis financiera del año 1890 hace que el presidente Miguel Angel Juárez Celman presente su renuncia. Esta crísis provoca también la quiebra del Banco Constructor de La Plata y en el año 1892 Carlos Mauricio Schweitzer, ex presidente del Banco, se suicida. La historia del Hotel Boulevard Atlántico también se entrecruza con el inicio de la colonización judía en Entre Ríos. Los primeros pasajeros del hotel fueron alojados a fines de diciembre de 1891 y fueron un grupo de más de 800 inmigrantes judíos denominados “Pampistas” por el nombre del barco “Pampa” que los trajo desde Europa a Buenos Aires luego de un recorrido accidentado por varios países. Carlos Mauricio Schweitzer Billitzer, quien construyo el Hotel y se lo considera fundador de Mar del Sur. Llegaron a Buenos Aires el 15 de diciembre de 1891 y fueron alojados en el Hotel de los Inmigrantes, ya que todavía no podían dirigirse hacia el destino final, porque las tierras en que iban a asentarse en Entre Ríos, aún no estaban compradas. Venían de muy lejos, expulsados de Rusia y ayudados por el Barón Mauricio Hirsch, para instalarse en la provincia de Entre Ríos y cultivar el campo argentino. Partieron desde Burdeos en el barco francés “El Pampa” hacia la Argentina. El buque Pampa amarró en Buenos Aires el 15 de diciembre de 1891 con los pasajeros que eran en total 818. Venían de sufrir una desesperada epopeya, pues habían escapado de Rusia, llegado a Constantinopla, y de ahí embarcados, vía Burdeos, Francia; a la Argentina. El vapor Pampa es considerado el segundo barco que trajo masivamente inmigrantes judeo rusos a la Argentina (En verdad hay un barco el Wesser que es de 1889, pero no lo envió Hirsch), con cerca de 800 inmigrantes que serán el origen de Moises Ville en Santa Fe. Al resultar insostenible la permanencia del contingente de judíos en el Hotel de Inmigrantes de Bs.As., a quienes aún no se les habían podido adjudicar las tierras en Entre Ríos que les habían sido prometidas, ya que no estaban compradas, se decide enviarlos a pasar unos días al hotel. Los “pampistas” llegaron en tren hasta Mar del Plata y de allí en 60 carretas hasta Mar del Sur para establecerse allí por un tiempo. Permanecieron hasta marzo-abril de 1892. Llegaron a un hotel recién terminado, ofrecido por un delegado de Migración en Mar del Plata al representante del Barón Mauricio Hirsch en argentina, mentor de la llegada de los inmigrantes a la Argentina. En la estación de Mar del Plata Muchos carros playeros esperaban para llevar a los pampistas al al Hotel Atlántico, que distaba una leguay media, donde acamparon durante tres meses. Una vez instalados, aprendieron a montar caballos y ordeñar vacas, a pescar y a comer carne asada al aire libre. También descubrieron el mate. Tomaban baños de mar en la playa, que era solitaria y despoblada, en traje de Adán.Los baños de mar se organizaron en distintas playasparahombres y mujeres por falta de trajes de baño. Debían andar 50 metros para que el agua les llegara al pecho. La estadía en el Hotel Boulevard Atlántico fue para los futuros colonizadores de Entre Ríos un tiempo de recuperación de la vida doméstica, en un ambiente de campo y mar, nuevo para ellos. No faltaron las danzas judías y los romances. También se realizaron varios casamientos. Uno de los mejores salones fue acomodado como sinagoga donde se oficiaban las oraciones del día y se leían los libros sagrados, se celebraban las fiestas religiosas y las oraciones del sábado. Terminada la estadía y recuperados de todas las dificultades podrían llevar a cabo la “santa misión” encomendada en Constantinopla: reivindicar el trabajo honesto de la agricultura, la capacidad del pueblo hebreo como labradores cuando tienen los medios necesarios, y abrir un camino para todos los hermanos del cautiverio acusados de despreciarla, aprendiendo a trabajar con amor la tierra de un país libre, rico y fértil. La partida para enfilarse a Entre Ríos puso fin a esa excepcional historia de los inmigrantes que durante algunos meses le dieron vida y alegría a la tremenda soledad del hotel. En sus patios seguirían creciendo las exóticas palmeras alrededor de las cuales se reunían para jugar y cantar, o para charlar y elaborar planes de trabajo para el futuro cercano en las colonias. El hotel desocupado no contaba entonces con las comodidades usual espara un veraneo típico, pero un techo, la cercanía de las magníficas playas y la asistencia de la Empresa Colonizadora, hicieron de los tres meses de estadía, un tiempo de paz y de reparo de fuerzas para quienes venían probados por el dolor, el desarraigo y la incertidumbre. Será recién a partir de la década del 20´que el hotel inicia un período de esplendor. Una vez que partieron los pampistas hacia entre ríos, en el hotel sólo dormían sus dueños y algunos invitados especiales. Sólo ellos disfrutaban del lujo de los decorados, las vistas de las habitaciones, o caminar la gran alfombra roja que cubría la escalera central hacia el primer piso. Recién en 1911 se abrió por completo al público, con sus más de 90 habitaciones. Por aquellos años, los pasajeros, en su mayoría de familias tradicionales, demostraban un gran interés por el lugar, ya que de otra manera no se explicaba que recorrieran en incómodos carruajes decenas de kilómetros por tierra. En sus amplios salones circularon también ruletas, pantallas de cine o parejas de bailes toda la noche. El Hotel Boulevard Atlantic se vendió y lo adquirió el Dr. Viayo para concretar una clínica que no prosperó. En 1916 el hotel estaba hipotecado, se hace cargo de la deuda y del Hotel, Esteban Gasco y otros socios. Recién entonces pudo ser habilitado como hotel, funcionando en tal condición durante muchos años. Uno de los administradores más conocidos fue el señor Agustín Cozar, el gallego, un personaje simpático y pintoresco que recibía a los pasajeros con una copa de licor y queso fresco. En 1972, luego de pasar por varias manos, Eduardo Gamba, asiduo veraneante y actor amateur, compró el hotel, en nombre de la que era su esposa Elizabeth Fenoglio. Los que venden son los socios Gasco, Mon y Arena. Entre 1983 y 1993 vivió su mejor época. Con 170 personas ocupando sus 90 habitaciones y pasajeros que sólo podían formar parte de ese exclusivo club a partir de una recomendación. En mayo y junio ya se tomaban reservas para el verano siguiente y la cocina se convirtió en tenedor libre. En 1993 comenzó de nuevo la decadencia, y el 31 de octubre de ese año el hotel, cerrado hasta el verano, fue usurpado por un grupo de gente acusado de contrabando armas, drogas y prostitución. El 31 de enero de 1997, un tornado azoto el balneario y voló parte de los techos. A partir de ahí el hotel comenzó a destruirse día a día. La situación se extendió hasta febrero de 1998, con un asesinato en el medio. Su dueño pudo recuperarlo cuatro años más tarde, cuando el hotel se encontraba muy deteriorado. Cuando los dueños volvieron a entrar se encontraron con un verdadero desastre. Se habían dañado irremediablemente la mayoría de las habitaciones y se habían saqueado los muebles. Gran parte del yeso de todo el hotel ya no serviría más. En su interior todavía hoy, podemos encontrar un cuadro, un sillón, un espejo y un biombo, los únicos objetos que sobrevivieron al paso del tiempo. El Hotel Boulevard Atlántico, sobresale por encima de las casas y resiste el paso del tiempo. Su propietario es un hormbre que alguna vez interpretó a Drácula en el cine y que hoy vive en ese "CASTILLO DE VERANO" de aires surrealistas. Eduardo Gamba sueña con una inversión que rescate al gigante del olvido. El Hotel es imponente por su estilo neoclásico europeo, por la magnífica dignidad que le dan sus armoniosas proporciones, y su tamaño. Este edificio fue declarado Monumento Histórico Municipal en el año 1988. Aunque se lo ve cerrado por fuera, este hotel esta Abierto Siempre. La sucesión me dirá otras cosas? Las acciones serán melodía? ...el destino cambiará! y será siendo el mismo... siempre abierto al cambio, firuletes, escobillas y anchos cortarán con su suerte. Abierto Siempre. Un hotel glamoroso convertido en mito Nota publicada en el Diario La Nación, el Sábado 1 de Octubre de 2005. El Boulevard Atlántico fue un establecimiento cinco estrellas que recibió la visita de las familias más tradicionales del país. MAR DEL SUR, partido de General Alvarado.- El Boulevard Atlántico Hotel es un lugar mágico, lleno de misterio, de atracciones secretas y de la gloria de los pioneros. Su sola visión remite a tiempos idos, en los que los hombres cargaban con sombreros sobre sus cabezas y las mujeres se bañaban en los mares completamente cubiertas de ropas. Este establecimiento tuvo todo el prestigio y lo que actualmente se valora como glamour. El Boulevard Atlántico Hotel fue un establecimiento cinco estrellas, pero hoy algunos pedazos de cielo se pueden ver desde dentro del edificio, en medio de los tejados que se volaron. Su historia no es una más. Es mucho más que un conglomerado de fechas y ladrillos. Es la historia de un pueblo. O como les gusta por estos pagos del partido de General Alvarado, donde el hotel permanece emplazado desafiando a su propia vergüenza, “Mar del Sud es un pueblo en un hotel”. Al mismo tiempo, y tal vez para alimentar un poco más el mito que todavía lo sostiene, los responsables del hotel afirman que hay dando vueltas una millonaria inversión privada, para rehabilitar su alma perdida y recuperar el brillo que supo conseguir a finales del siglo XIX. Así como en otras partes de la provincia los fuertes de frontera fueron los que marcaron hitos lugareños, el Boulevard Atlántico fue el gran responsable del surgimiento del pueblo. Alrededor del lugar en el que fue emplazado el establecimiento, no había nada. Ni iglesia, ni comisaría, ni escuela ni sede comunal. Fue el disparador de lo que hoy conocemos como Mar del Sur, incluso antes del surgimiento de Miramar, su vecina más cercana y crecida. La historia del hotel comenzó allá por 1880, cuando se buscó convertir en esa zona el gran balneario argentino. Para eso, se contrató a especialistas alemanes para que, entre La Plata y Bahía Blanca, buscaran la mejor playa. Así, en tierras de la familia Otamendi, a fines de 1800 se empezó a soñar con la villa al norte del arroyo La Carolina y se comenzó a construir el que sería el Hotel Mar del Sur. Sin embargo, el avance de los médanos y la mala elección del lugar hizo malograr la iniciativa. Lo que no naufragó fue la idea de construir un gran hotel, y para eso el Banco Constructor de la Plata, dirigido por Carlos Schweitzer, avanzó en la obra de un impactante establecimiento de estilo europeo, sin precedentes en el país. En 1881 empezaron a juntarse los materiales para tamaña obra, lo que de por sí ya era impactante, porque debían movilizarse en carretas desde Mar del Plata. Todo demandó dos años. Unos años después, la obra estuvo culminada y comenzó a funcionar. Sin embargo, en medio de una gran crisis, durante el gobierno de Miguel Juárez Celman, el banco responsable de la obra quebró, su ideólogo se suicidó y el hotel quedó a la deriva. En 1903 todo fue a remate en Dolores, y recién un año después comenzó lo que sería la verdadera explotación del lugar. Inicialmente, sólo dormían en sus habitaciones los dueños y algunos invitados especiales. Sólo ellos podían disfrutar del lujo de los decorados, las vistas de las habitaciones, o transitar la gran alfombra roja que cubría la escalera central hacia el primer piso. Recién en 1911 se abrió por completo al público, con sus 90 habitaciones. Por aquellos años, los pasajeros, en su mayoría de familias tradicionales, demostraban un gran interés por el lugar, ya que de otra manera no se explicaba que recorrieran en incómodos carruajes decenas de kilómetros por tierra. En sus amplios salones circularon también ruletas, pantallas de cine o parejas de bailes toda la noche. Caídas y resurgimientos. Pero no todo fue glamour para el hotel, que también recorrió un largo espinel de cuestiones desagradables, desde un incendio que destruyó buena parte de las instalaciones hasta peleas entre los herederos. Pero el Boulevard se recuperó, y entre 1983 y 1993 vivió su mejor época. Con 170 personas ocupando sus 90 habitaciones y pasajeros que sólo podían formar parte de ese exclusivo club a partir de una recomendación. En mayo y junio ya se tomaban reservas para el verano siguiente. La demanda fue tal que se debieron construir 10 departamentos en un terreno lindero, y la cocina se convirtió en tenedor libre. En 1993 comenzó de nuevo la decadencia, y el 31 de octubre de ese año el hotel, cerrado hasta el verano, fue usurpado por un grupo de gente acusado de contrabando armas, drogas y prostitución. La situación se extendió hasta febrero de 1998, con un asesinato en el medio. Cuando los dueños volvieron a entrar se encontraron con un verdadero desastre. Se habían dañado irremediablemente la mayoría de las habitaciones y se habían saqueado los muebles. En sus 460 metros cuadrados cubiertos, el 45 por ciento del yeso no servía más. Pero el Boulevard Atlántico debía soportar todavía más calamidades. El 31 de enero de 1997, un tornado voló buena parte de los techos, por lo que el desastre se acrecentó. A un lado, las palmeras de más de 120 años de existencia fueron testigos privilegiados de lo que pudo ser y ya no era. Desde ese momento, se inició una lenta reconstrucción del lugar, que llevó a que actualmente, durante las temporadas de verano, se alquilen los departamentos, y se busque poner en valor el resto del hotel. Y todo, a la espera de 1,5 millones de dólares que podría aportar un grupo inversor para tomar posesión del lugar. Puertas adentro sólo esperan las paredes, un cuadro, un sillón, un espejo y un biombo, los únicos objetos que sobrevivieron al paso del tiempo. Viejo hotel de Mar del Sur: una historia insensata. Nota publicada en el Diario La Nación. Domingo 14 de enero de 2001- Fue erigido en 1890, en medio de una soledad de médanos y viento, para tener una existencia que parece signada por el océano con la amenaza permanente del naufragio Anticipando en décadas al surrealismo, la imponente mole del hotel Boulevard Atlántico se irguió, enigmática y solitaria, en medio de la nada, entre los médanos y pastizales de Mar del Sud. El edificio, al que sin duda Borges hubiera calificado de insensato, fue terminado de construir en 1890, luego de que un grupo de ingenieros alemanes y financistas argentinos, agrupados en el Banco Constructor de La Plata SA, decidió fundar el Balneario Mar del Sud, en el partido de General Alvarado. A causa de la debacle financiera que sucedió al crac del 90, el banco quebró dejando como herencia el flamante hotel, edificado en medio de un pueblo existente sólo en los papeles e imaginado como alternativa a la ya pujante Mar del Plata. Los albañiles, herreros y carpinteros desaparecieron, las obras quedaron paralizadas, el ferrocarril tan anhelado nunca llegó, y el hotel, sin pasajeros, sin turistas, sin personal y sin muebles, quedó como un ignorado monumento a la soledad durante muchos años. Su debut posterior no fue, ciertamente, promisorio, ya que a sus primeros ocupantes se los podría calificar como involuntarios: entraron por primera y última vez alzados por sus deudos. En otras palabras, estaban muertos... La cosa, según se cuenta, fue así: en 1891, por razones no del todo claras, un grupo de inmigrantes judíos, inicialmente destinados a poblar las colonias santafecinas surgidas por iniciativa del barón Hirsch, fue trasladado transitoriamente a Mar del Sud. El obrador del hotel había sido más o menos acomodado para el alojamiento del desconcertado grupo, que se instaló como pudo en la precaria construcción. Pero la suerte insistía en ser esquiva. Un furibundo tornado azotó esa misma noche la zona, devastando las frágiles instalaciones y causando la muerte de algunos de los recién llegados. La tormenta duró una semana, y hasta tanto tomó conocimiento la autoridad competente, los cadáveres fueron depositados en el sótano que aún existe bajo el comedor del hotel. Las víctimas fueron luego enterradas en las barrancas del arroyo La Tigra, distante unos 200 metros. Los sobrevivientes fueron finalmente trasladados a su destino inicial, quedando sólo las mentas del malhadado episodio. El hotel fue posteriormente rematado, y sus adquirentes decidieron habilitarlo como tal en 1904. Dícese que el público inicial se componía, principalmente, de empleados jerárquicos del ferrocarril y de familias que poseían campos en la zona. El acceso era difícil -hoy casi podríamos verlo como turismo aventura-, el clima salvaje, y afuera del hotel (y adentro también, suponemos), las posibilidades de diversión eran modestas: algunos juegos de salón, cancha de bochas, cabalgatas, cacerías de perdices, caminatas por los médanos y, desde luego, aire, sol y mar. Para los intrépidos que se internaban en las procelosas ondas oceánicas, el establecimiento había dispuesto la construcción de casillas de madera en la playa, para calzarse los trajes de baño de lana y volver a vestirse como corresponde para pasar al comedor. ¿El menú? Fiambre, sopa, plato principal, segundo plato, postre y café. Por la noche, la vestimenta era más formal aún. No podía compararse el ambiente, desde luego, con el incesante y competitivo desfile de modas marplatense, pero sí mantenía un buen tono que nadie osaba alterar. Y así, durante muchos años, el hotel Boulevard Atlántico (o Atlantic, como algunos pretenden) se constituyó en algo así como una clave para iniciados, un secreto del que no podía participar cualquiera. Mar del Sud, finalmente, nació a su vera. De a poco fue creciendo, hubo almacenes y bares poblados al principio por una clientela mitad paisana y mitad veraniega. Llegó la luz eléctrica, la iglesia, se hizo el bulevar legendario, y brotaron hosterías, hoteles, restaurantes y locutorios. Pero el hotel conservó siempre su núcleo de fieles, especialmente grupos familiares numerosos y alegres que seguían llegando a través de los años con conmovedora fidelidad. En épocas más recientes los recién llegados podían dividirse en dos grandes sectores. Estaban aquellos que trasponían la entrada, y luego de somera inspección se marchaban para siempre, y estaban también quienes sucumbían al encanto decadente de los altísimos y descascarados cielos rasos, no se arredraban ante imprevisibles e inoportunos cortes de luz, y consideraban un aliciente no cuantificable pecuniariamente el dormir en las blancas camas de hierro tipo hospital que amoblaban las vetustas habitaciones. Y más... ¿Cómo no mencionar los patios circundados de galerías de baranda enrejada, donde aún están las espléndidas palmeras de 115 años, que ya sobrepasan los techos? Y a Albertina, la elegante señora que vivió sus últimos años en el hotel, y allí murió, de la que perduran en el salón los ecos de los valses y mazurkas que lograba arrancar al claudicante piano. Parecería verse aún su blanca silueta esfumada al amparo de su infaltable sombrilla. En las tardes, Albertina solía instalarse en un pequeño pabellón del mismo hotel, y allí ejercía una módica y complaciente clarividencia, confeccionando previsibles y alentadores horóscopos para las niñas ansiosas por conocer el destino de sus romances playeros. La mole neoclásica se mantiene en pie, su melancólico perfil persiste. Pero, ay, no funciona ya como hotel. Los siempre crecientes costos de refacción y mantenimiento no pueden ser cubiertos por las entradas veraniegas. El incendio de la cocina, en 1993, fue el golpe de gracia que determinó su cierre. Pero, afortunadamente, hay quien lucha contra el destino que parece ensañarse con los desvencijados muros. Su actual propietario, Eduardo Gamba, toda una institución marsudense, imagina con empeño posibles atajos que salven al Boulevard Atlántico de un destino que parece inexorable. Consiguió, hace ya algunos años, que la mole fuera declarada lugar de interés histórico por la Municipalidad de General Alvarado. Consagrado a eternos trabajos de refacción y mantenimiento, ha logrado habilitar el gran comedor como escenario para shows, fiestas y acontecimientos, además de ofrecer proyección digital de películas y comandar visitas guiadas para todos aquellos que buscan conocer historias y leyendas acumuladas a lo largo de un siglo que ya se fue. El otro hotel de los inmigrantes. Nota extraida del diario La Nacion, Domingo 25 de Marzo del 2012. Hace 120 años, un grupo de judíos de Europa del Este llegó a Buenos Aires en el vapor Pampa y pasó una temporada en Mar del Sud. Un viaje y una estada para recordar. Para Alicia Steimberg, escritora reconocida, su abuela Carlota, que emigró a los 11 años desde Ucrania, "conocía el secreto de la vida eterna". Esto cuenta en su ópera prima, Músicos y relojeros, donde habla de la niñez de una chica judía en la Argentina de la década de 1940. Su abuelo paterno, Rafael Steimberg, viajó a fines de 1891 en el vapor Pampa, perteneciente a la compañía francesa Chargeurs Reunis. La historia de los pampistas la atrapó desde que tuvo edad para comprenderla. ¿A quién no? 818 pampistas o estambulenses, inmigrantes judíos provenientes de Europa del Este que huían de las discriminaciones, las persecuciones y hasta los progroms surgidos en Rusia a partir del asesinato del zar Alejandro II en 1881, llegaron en aquel vapor. El Pampa fue subvencionado por el célebre banquero judío alemán Barón Mauricio Hirsch, también llamado el Moisés de las Américas por su intención de generar una emigración en masa de los territorios hostiles a los judíos. Según cuenta el arquitecto Pablo J. Grigera en su libro inédito Mar del Sud y el Hotel Boulevard Atlántico: "(.) El barón Mauricio Hirsch funda el 24 de agosto de 1891 la Jewish Colonization Association para asistir y promover la emigración de los judíos de todas partes de Europa y Asia, con un capital de 50 millones de francos oro depositados en el Banco Rothschild de Londres". Grigera también describe al Pampa: "(.) Cubría el servicio de pasajeros de Buenos Aires hasta Le Havre y Dunquerque, pasando por Tenerife, y desde Europa uniendo Le Havre, Burdeos y escalas para arribar finalmente a Buenos Aires. El viaje costaba 180 pesos en primera clase y 32 en tercera y en el entrepuente. Su capitán era el comandante Fontaine y la tripulación era de 48 personas", informa. Los pampistas llegaron a Buenos Aires el 15 de diciembre de 1891. O el 30 de diciembre. No se sabe a ciencia cierta. Como sus tierras en Entre Ríos no estaban listas, y paralelamente surgieron problemas en las colonias ya existentes (Carlos Casares y Moisés Ville), la solución transitoria del representante del barón, Wilhelm Loewenthal, fue enviarlos a Mar del Sud, villa balnearia coloquialmente llamada Mar del Sur, a unos 15 kilómetros de Miramar. Así, a principios de enero de 1892 los pampistas fueron llevados en carros a la estación Constitución del Ferrocarril Sud, desde donde partirían con destino a Mar del Plata para, luego de pernoctar en los mismos vagones, iniciar la última etapa del viaje en 60 carretas hacia Mar del Sud. Existen tres libros que abordan el tema de la llegada de los pampistas: Tierra soñada, Episodios de la colonización agraria judía en la Argentina. 1889-1959, de José Liebermann (Luis Lasserre, 1959); Recuerdos de un militante socialista, de Enrique Dickmann (Editorial Claridad, 1949); e Historia de los pampistas de Lázaro Schallman (Congreso Judío Latinoamericano, 1969). La tierra soñada Mar del Sud fue fundado en 1885 junto con su gran hotel, de más de 100 habitaciones en estilo francés, pensado para turistas europeos. Pero el sueño del balneario europeo a lo Brighton de Katherine Mansfield no prosperó: el Banco de La Plata SA que había decidido fundarlo como alternativa a Mar del Plata quebró; desde entonces Mar del Sud conservó ese aire salvaje que aún hoy lo hace especialmente atractivo. En el capítulo "Un balneario singular" de Tierra soñada -ganador del primer premio del Concurso literario de la Jewish Colonization Association en 1952, en cuyo jurado estuvo Jorge Luis Borges-, José Liebermann recuerda la llegada a Mar del Sud: "(.) Cuando aquella impresionante caravana de sesenta carretas guiada cada una por dos carreros y acompañada por una tropa de jinetes montados en caballos de los más variados pelos se detuvo frente al rojo edificio del Boulevar Atlántico, en la solitaria localidad atlántica de Mar del Sud, a 75 kilómetros de Mar del Plata, los inmigrantes, levantando sus miradas al cielo, agradecieron a Dios por su misericordia para con ellos y con sus hijos, mientras fluían lágrimas de alegría de sus ojos". En las crónicas de Liebermann, Dickmann y Schallman se considera este período marsudense de los pampistas como vacaciones turísticas. Es probable que muchos la pasaran bien. Pero otros no tanto. Según Ariana Bekerman, tataranieta de Salomón Steimberg -que tomó la decisión de venir desde Bielorrusia con su esposa y su primer hijo-, para su tatarabuela, Amalia Rempel, la estada estuvo lejos de ser un descanso estival. La historia de la familia pudo reconstruirse en parte gracias a una carta-legado de la tía bisabuela de Ariana, Esther, quien escribió para que todo lo que había sucedido no se perdiera. "La situación era bastante precaria, el clima no era benévolo y surgió una peste que afectó a los más pequeños. Mi tatarabuela había dado a luz una criatura que falleció por esta enfermedad junto a muchos otros chiquitos que había en la comunidad. Se supone que están enterrados allí en una fosa común, Esther viajó para encontrar la tumba y no pudo", cuenta Ariana. Las crónicas señalan que varios niños sufrieron una enfermedad (no se ponen de acuerdo si fue tifus, gripe o psitacosis) y fallecieron, siendo enterrados, según el reconocimiento del terreno del documentalista residente en Mar del Sud, Laureano Clavero, "en línea recta a la entrada del hotel, en la orilla sur del arroyo La Tigra", informa. Hoy ese emplazamiento está totalmente cambiado; cuesta creer que allí hubo un camposanto. Clavero es investigador especializado en paleontología, historia y cine, un amante de este balneario. La hipótesis del cementerio se corrobora en el libro Mar del Sud, historia y vivencias, de Osvaldo J. Aramendi (Editorial Martín, 2006), donde el autor relata su infancia en la playa en 1935. En la página 30, reseña: "(.) Aquí debo decir que cuando llegamos a Mar del Sud, en los juegos de búsquedas atrevidas de niños explorando tierras casi vírgenes y sintiéndonos un poco dueños de la naturaleza, entre diversión y aventuras, descubrimos huesos humanos en los campos frente al arroyo La Tigra. Esos huesos estaban cerca de la costa, la mayoría eran de pequeños que no habrían logrado sobrevivir a la enfermedad". Liebermann en Tierra soñada habla de una veintena de muertos, situación que no opacó en su caso los tres hermosos meses de vacaciones. ¿Qué pasó realmente en Mar del Sud? Si hoy los acantilados y sus refugios lo vuelven salvaje. ¿Cómo habrá sido la llegada de 60 carretas arengadas por gauchos, donde en la mayoría de los casos viajaban personas que no habían veraneado jamás y que ni siquiera hablaban el mismo idioma entre ellos? Es difícil saberlo, pero bien podría ser la imagen de una bella película. Finalmente, el grupo retornó a Buenos Aires en tandas, desde donde se embarcaron a Concepción del Uruguay y, de allí, se distribuyeron en las tierras recién adquiridas de Entre Ríos por el Barón Hirsch, en San Antonio, Domínguez y Colonia Clara, así como otro grupo fue enviado provisionalmente a Moisés Ville en la provincia de Santa Fe, continuando así con la epopeya de la inmigración judía en la Argentina. Atlántico y monumental Apasionado por el hotel de Mar del Sud desde 1997, el arquitecto Grigera rescata la historia de uno de los últimos exponentes que queda en pie de la hotelería surgida en los centros de veraneo de nuestro país de fines del siglo XIX. Su libro inédito es la continuación de su trabajo de investigación presentado en el año 2000 en el concurso de Investigaciónes Históricas del Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires. Grigera fue uno de los artífices de la declaratoria del Boulevard Atlántico como monumento histórico municipal. Si el lector viajó a Mar del Sud, sobre todo si la noche anterior hubo sudestada, al mirar la arena con atención tal vez encuentre cubiertos de plata o tacitas picadas de porcelana de Limoges, de un edificio que aún hoy se puede visitar en su decadencia cada vez menos elegante. UN GAUCHO JUDIO CON BUENA MEMORIA Hijo de pampistas, a los 99 años Benedicto Caplan es descendiente de "una tribu de 30 familiares que vinieron en el vapor Pampa". Doctor en Ciencias Políticas y destacado economista, fue viceministro de Economía de la Nación y consultor internacional, entre otros trabajos. Con lucidez reivindica su origen de gaucho judío nacido en Entre Ríos en las colonias de Hirsch: "Cada casa -cuenta- tenía una foto del barón al cual le estaremos eternamente agradecidos". Las vivencias de Caplan fueron relatadas en su libro Memorias, un gaucho judío en la Casa Rosada (Editorial Milá, 2001). Allí dice: "El vapor Pampa arribó a Buenos Aires en diciembre de 1891 y mis abuelos desembarcaron ya con tres hijos, pues una niña les nació en el camino. (.) A los pocos meses después del arribo se fundó la colonia San Antonio a la que fue destinado mi abuelo. Allí se instaló provisoriamente en una choza de barro y paja hasta que estuvo lista la casa construida por la colonizadora sobre el lote de 150 ha que le adjudicaron. Como la mayoría de las 4000 familias traídas por el barón Hirsch, recibió, además del traslado al país, el campo, los alambrados, el pozo, la hacienda vacuna y los caballos, las herramientas de labranza, las semillas, y un préstamo para alimentación por un tiempo prudencial".
Posted on: Fri, 13 Sep 2013 17:16:07 +0000

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