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(null) POR CHAR­LES SIE­BERT FO­TO­GRA­FÍAS DE JIM RI­CHARD­SON National Geographic Muestra Gratuito 22 de junio de 2011 A NUEVE KILÓMETROS Y MEDIO de la localidad de Decorah, en Iowa, una finca de 360 hectáreas de bosques y campos ondulados llamada Heritage Farm está dejando que sus cultivos den en grana. Parece un contrasentido, pero todo en la granja contrasta con las hectáreas circundantes de campos de maíz y de soja pulcramente alineados, característicos de la agricultura moderna. Heritage Farm se dedica a coleccionar semillas más que a producirlas. Es la sede del Seed Savers Exchange ( Intercambio de los Conservadores de Semillas), uno de los mayores bancos privados de semillas de Estados Unidos. En 1975, Diane Ott Whealy recibió en herencia las plantas de semillero de dos variedades tradicionales que su bisabuelo había llevado a América desde Baviera en 1870: la campanilla Grandpa Ott y un tipo de tomate rosa alemán. Deseosos de preservar tan singulares variedades, Diane y su marido, Kent, decidieron crear un lugar donde la gente pudiera almacenar e intercambiar las semillas de su patrimonio familiar. El banco tiene ahora más de 13.000 miembros y guarda en sus enormes neveras, congeladores y bodegas las simientes de muchos miles de variedades tradicionales. La granja produce una gloriosa profusión de verduras, hierbas y flores selectas alrededor de un viejo granero rojo con las paredes cubiertas de campanillas Grandpa Ott de un intenso color morado. «Todos los años nuestros miembros publican aquí la lista de sus semillas», dice Diane, mientras me entrega un ejemplar del anuario Seed Savers Exchange 2010 Yearbook. Grueso como una guía telefónica, en sus páginas se suceden las variedades menos comunes de judías, ajos, patatas, pimientos, manzanas, peras y ciruelas, cada una con su propio nombre, su historia y sus rasgos distintivos. Hay una manzana llamada Beautiful Arcade («hermosos soportales»), un «fruto amarillo salpicado de rojo»; otra, Prairie Spy («espía de la pradera»), descrita como «precoz», y otra conocida como Sops of Wine ( « remojones de vino»), que se remonta a la Edad Media. Hay un tomate cherry amarillo de Estonia enviado por « una anciana rusa » ; una judía hallada por arqueólogos que buscaban fósiles de elefantes pigmeos en Nuevo México, y un ajo Persian Star procedente de «un bazar de Samarcanda». Las plantas tradicionales se pusieron de moda en Estados Unidos y Europa durante la pasada década, impulsadas por una corriente gastronómica que valora los productos locales y pretende conservar el sabor y la singularidad de las diferentes variedades. Se encuentran sobre todo en mercados rurales y fruterías selectas, ya que han sido desterradas de las grandes superficies, donde se imponen las modernas frutas y verduras de variedad única, cultivadas por su aspecto uniforme y la facilidad de su transporte y no por su sabor. Pero el movimiento para conservar las variedades tradicionales es algo más que un renovado idilio con los sabrosos alimentos de producción local y las innumerables variedades de tomates. Es también una campaña para proteger el futuro abastecimiento mundial de alimentos. La mayoría de los que vivimos en las regiones bien alimentadas del mundo no pensamos en la procedencia de la comida ni en el modo de producirla. Empujamos el carrito de la compra por los pasillos del supermercado sin darnos cuenta de que esa aparente abundancia es un escenario levantado sobre unos andamios cada vez más endebles. Hace mucho que oímos hablar de la extinción de la flora y la fauna en los bosques lluviosos. Sin embargo, se habla o se hace muy poco sobre la simultánea erosión de la diversidad genética de los alimentos que consumimos. La extinción de variedades utilizadas para la alimentación se está produciendo en todo el mundo y a un ritmo acelerado. Se calcula que en Estados Unidos ha desaparecido el 90 % de las variedades históricas de frutas y verduras. De las 7.000 variedades de manzanas cultivadas en el siglo , quedan menos de un centenar. En Filipinas se cultivaban miles de variedades de arroz, de las que sólo han sobrevivido unas cien. En China, el 90 % de las variedades de trigo cultivadas hace apenas un siglo ya no existen. Los expertos calculan que a lo largo del último siglo hemos perdido más de la mitad de las variedades de plantas cultivadas para la alimentación. En cuanto a las 8.000 razas conocidas de animales domésticos, 1.600 están en peligro de extinción o ya han desaparecido. ¿Por qué son un problema esas extinciones? Porque si las enfermedades o un futuro cambio climático diezmaran alguna de las pocas especies vegetales y animales de las que dependemos para alimentar la creciente población del planeta, podríamos necesitar desesperadamente una de las variedades que estamos perdiendo. La rápida desaparición de la diversidad del trigo en el mundo es causa de particular inquietud. Una de sus enfermedades más antiguas, Puccinia graminis, un hongo conocido como roya negra del trigo, se está extendiendo por todo el globo. La actual versión de la plaga, una virulenta cepa llamada Ug99 que muta con rapidez, fue identificada por primera vez en Uganda en 1999. Desde allí se extendió a Kenya, Etiopía, Sudán y Yemen. En 2007 saltó el golfo Pérsico y apareció en Irán. Los científicos predicen que pronto se abrirá paso hasta los graneros de la India y Pakistán, para infiltrarse en Rusia, China y ( si una sola espora viaja en avión pegada al zapato de un pasajero) el hemisferio Occidental. Alrededor del 90 % del trigo del mundo está indefenso frente a la roya Ug99. Si el hongo llega a Estados Unidos, hasta mil millones de dólares en trigo podrían perderse. Los científicos prevén que sólo en Asia y África la cantidad de trigo en peligro inminente podría dejar a mil millones de personas sin la base de su alimentación, lo que haría imposible evitar una crisis humanitaria. Se calcula que la población mundial llegará este año a los 7.000 millones de habitantes, y en 2045 podría ser de 9.000 millones. Algunos expertos afirman que será preciso duplicar la producción alimentaria para cubrir la demanda, teniendo en cuenta el consumo creciente de carne y lácteos en las economías emergentes. Si a este panorama se suman el cambio climático y las plagas con capacidad de mutación rápida como la Ug99, es evidente la urgencia de encontrar una manera de aumentar la producción de alimentos, sin exacerbar la anemia genética que convive con la ostensible abundancia de la agricultura industrializada. El mundo se está volviendo cada vez más dependiente de soluciones tecnológicas y uniformizadas para todos sus problemas. Sin embargo, la mejor esperanza para asegurar el futuro de la alimentación puede depender de nuestra capacidad para conservar los cultivos locales del pasado. FUERON NECESARIOS MÁS DE 10.000 AÑOS de domesticación de cultivos y animales para crear la enorme variedad genética en nuestra producción de alimentos, una biodiversidad que ahora estamos viendo desaparecer. La cría selectiva de especies vegetales y animales para favorecer determinados rasgos empezó como un azaroso proceso de ensayo y error motivado por el imperativo más antiguo: el hambre. En el trigo silvestre, por ejemplo, las espigas se abren y el grano cae al suelo para que la planta pueda propagarse. Los primeros agricultores seleccionaron las plantas que, debido a una mutación genética aleatoria, conservaban los granos en la espiga, lo cual los hacía ideales para la cosecha. Agricultores y ganaderos desarrollaron con mucho esfuerzo razas de animales y variedades de plantas bien adaptadas a las peculiaridades de su clima y entorno. Cada semilla o raza domesticada era la respuesta a un problema específico (como la sequía o una plaga) en un lugar concreto. Por ejemplo, la raza nativa de ovejas Gulf Coast Native, de América del Norte, tolera bien el calor y la humedad y es muy resistente a los parásitos. En las islas Orcadas, las ovejas de la raza North Ronaldsay pueden subsistir comiendo sólo algas. En Etiopía, la vaca pequeña, de cuernos cortos y sin joroba de la raza Sheko es una buena productora de leche que tolera las condiciones duras y tiene resistencia a la enfermedad del sueño. Todos esos rasgos adaptativos tienen un valor incalculable no sólo para los granjeros locales, sino también para los criadores comerciales de todo el mundo. La oveja finesa, por ejemplo, que durante mucho tiempo sólo fue criada por un reducido grupo de campesinos de Finlandia, ha adquirido una importancia vital porque produce más de una cría en cada gestación. La gallina Fayoumi, una especie autóctona de Egipto cuyo origen se remonta a la época de los faraones, tiene gran demanda por ser una ponedora prodigiosa con alta tolerancia al calor y resistencia a muchas enfermedades. Del mismo modo, el extraño cerdo Taihu de China es codiciado por criadores de todo el mundo por su capacidad para engordar con forraje barato y por su inusual fertilidad ( sus camadas suelen ser de 16 crías, frente a las 10 de las razas occidentales). Irónicamente, el peligroso retroceso de la diversidad en nuestro suministro de alimentos es el resultado imprevisto de un triunfo en la agricultura. La historia es bien conocida. En 1944, el fitopatólogo Norman Borlaug, entonces de 30 años, viajó a México para participar en la lucha contra una plaga de roya negra del trigo que había causado una hambruna. Tras cruzar diferentes variedades de trigo de distintas regiones del mundo, consiguió un híbrido resistente a la roya y sumamente productivo con el que la India y Pakistán lograron casi duplicar su producción de trigo y así salvar del hambre a miles de millones de personas. La llamada revolución verde contribuyó a difundir la moderna agricultura industrializada en el mundo en desarrollo. Pero la revolución verde también tuvo efectos negativos. Con el tiempo, los agricultores empezaron a depender mucho de variedades de alto rendimiento, adaptadas a todo tipo de clima, y dejaron de cultivar las plantas mejor adaptadas a las condiciones locales. El monocultivo a gran escala con semillas genéticamente uniformes ha aumentado la productividad y satisfecho las necesidades más inmediatas. Sin embargo, las variedades de alto rendimiento son plantas genéticamente más débiles que necesitan fertilizantes químicos caros y plaguicidas tóxicos. Lo mismo puede decirse de las razas de animales de alto rendimiento, que a menudo requieren piensos caros y atención veterinaria para sobrevivir en otros climas. El afán de aumentar la producción está desplazando a las variedades locales, y reduciendo la diversidad genética del ganado. Como resultado, el abastecimiento mundial de alimentos depende de una lista cada vez más reducida de razas seleccionadas por su máximo rendimiento, como la gallina roja de Rhode Island, el cerdo Large White y la vaca Holstein. En pocas palabras, en nuestro empeño por producir más alimentos, hemos aumentado el riesgo de padecer escasez en el futuro. Una historia que debería servir de advertencia sobre los peligros de depender en exceso de una fuente homogénea de alimentación gira en torno a la humilde patata. En los Andes peruanos, donde fue domesticada por primera vez, los campesinos siguen cultivando miles de variedades de aspecto extraño. A finales del siglo , los galeones españoles llevaron el tubérculo a Europa, donde a principios del siglo se había convertido en un excelente sustituto de los cereales, sobre todo en la fría y húmeda Irlanda. En poco tiempo los irlandeses pasaron a depender casi exclusivamente de la patata como base de su alimentación. Plantaban principalmente una variedad muy productiva, la patata Lumper, cuya debilidad genética quedaría cruelmente patente por la acción de Phytophthora infestans. En 1845 empezaron a extenderse por el país las esporas del destructivo hongo, que acabó prácticamente con todas las patatas Lumper que encontró a su paso. La hambruna resultante mató u obligó a emigrar a millones de irlandeses. Los actuales esfuerzos por incrementar la producción de alimentos en los países en vías de desarrollo ( especialmente en África, donde la revolución verde pasó de largo) podrían no hacer otra cosa sino acelerar el ritmo de desaparición de las razas de ganado y las variedades de plantas de cultivo en los próximos años.
Posted on: Sat, 24 Aug 2013 16:30:44 +0000

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