otro, arriba y abajo, mientras que la mortaja caía a pedazos, - TopicsExpress



          

otro, arriba y abajo, mientras que la mortaja caía a pedazos, hasta que Khayman entró corriendo en casa y cerró la puerta a aquel espectáculo. Y el cadáver se lanzó contra la puerta, aporreándola a puñetazos (o eso parecía), exigiendo que le dejase entrar. »Khayman invocó a todos los dioses de Egipto clamando que le libraran de aquella monstruosidad. Llamó a los guardias de palacio; llamó a los soldados del Rey. Maldijo a aquel espíritu demoníaco y le ordenó que lo dejase en paz; y Khayman, en su furia, se puso a lanzar objetos y a dar patadas a las monedas de oro. »Todo el palacio se precipitó por los jardines reales, hacia la casa de Khayman. Pero el demonio parecía hacerse más y más fuerte. Los postigos batían contra la pared y eran arrancados de cuajo. Los escasos restos del precioso mobiliario que aún poseía Khayman empezaron a desplazarse por el suelo y a dar saltos. »Pero aquello fue sólo el principio. Al alba, cuando los sacerdotes entraban en la casa para exorcizar al demonio, un impetuoso viento llegó del desierto, arrastrando consigo nubes de arena cegadora. Khayman huyó y, a todas partes adonde fue, el viento lo persiguió; finalmente se contempló a sí mismo y vio que tenía los brazos recubiertos de pequeñas picaduras y gotitas de sangre. Incluso sus párpados habían sido atacados. Se encerró en un armario para conseguir algo de paz. Y el espíritu reventó el armario, echando a volar todas sus partes. Y Khayman quedó llorando en el suelo. »La tormenta continuó durante días. Cuanto más rezaban y cantaban los sacerdotes, más enfurecido estaba el espíritu. »El Rey y la Reina estaban consternados más allá de lo posible. Los sacerdotes echaron conjuros al demonio. La gente daba las culpas de los sucesos a las hechiceras de pelo rojo. Exclamaban que nunca se debía haber permitido que abandonaran la tierra de Queme. Tenían que encontrarnos a toda costa, tenían que llevarnos de nuevo a Egipto para ser quemadas vivas. Y entonces el demonio se calmaría. »Pero las viejas familias no estaban de acuerdo con este parecer. La opinión de éstas era clara. ¿No habían desenterrado los dioses el cuerpo pútrido del padre de Khayman para mostrar que los comedores de carne habían hecho siempre lo que complacía a los cielos? No, eran el Rey y la Reina quienes estaban equivocados, el Rey y la Reina quienes debían morir. El Rey y la Reina, que habían llenado el país de momias y supersticiones. »Y el reino estuvo al borde de la guerra civil. »Al final el mismo Rey fue a ver a Khayman, quien estaba en su casa, sentado y llorando desconsoladamente, con una tela tirada encima como un sudario. Y el Rey habló con el espíritu maligno, aun mientras iba infligiendo picaduras a Khayman que manchaban de gotas de sangre la tela que lo envolvía. »—Pero piensa en lo que las hechiceras nos contaron —decía el Rey—. No son sino espíritus, no demonios. Y se puede hacerlos entrar en razón. Sólo con que pudiera hacerme oír por ellos como hacían las hechiceras, sólo con que pudiera hacerlos responder... »Pero aquella pequeña charla no hizo más que encolerizar al espíritu. Destrozó lo que aún no había sido destruido de los pequeños muebles. Arrancó la puerta de las bisagras; arrancó
Posted on: Tue, 03 Sep 2013 01:07:05 +0000

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