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saludo a todos los que llevan el nombre de "Lorenzo" o siguen el ejemplo de su vida: Sábado 10 de agosto San Lorenzo, diácono y mártir Fiesta De las obras de san Ambrosio, obispo (De Officiis ministrorum I, 41, 202-203. 204-207) ¿Qué diremos de la pasión de los mártires? Han cesado sus suplicios y sus verdugos se han detenido, pero los mártires no fueron vencidos. Uno de ellos, al que se le había quitado el cuero cabelludo, había cambiado de aspecto, pero había acrecentado su fuerza; otro, ante la orden de sacar la lengua para que le fuera cortada, respondió: «El Señor no oye solo a los que hablan: oía también a Moisés que callaba. Oye más los pensamientos silenciosos de los suyos que las voces de todos los demás. ¿Temes el azote de mi lengua, y no temes el azote de mi sangre? También la sangre tiene su voz que clama a Dios, como clamaba la de Abel». ¿Qué decir de la madre que contemplaba gozosa en la muerte de sus hijos un trofeo de victoria, y se deleitaba con las voces de los que morían, como con las melodías de quienes hacen resonar el salterio? Veía en los hijos nacidos de sus entrañas una cítara hermosísima, y en la armonía de su piedad una dulzura mayor que la de cualquier lira. ¿Qué decir de santa Inés, que ante el peligro de perder dos grandes bienes, la castidad y la vida, preservó su castidad y cambió su vida por la inmortalidad? No pasemos en silencio tampoco a san Lorenzo quien, viendo a su obispo Sixto conducido al martirio, comenzó a llorar, no por la pasión de aquel, sino porque a él no se le permitía acompañarlo. Comenzó entonces a interpelarlo con estas palabras diciendo: «¿Dónde vas, padre, sin tu hijo? ¿Hacia dónde te apresuras, oh santo obispo, sin tu diácono? Jamás solías ofrecer el sacrificio sin tu servidor. ¿Qué es, padre, lo que te ha desagradado en mí? ¿Acaso me has hallado indigno? Trata al menos de verificar si has elegido un ministro idóneo. ¿Para qué me has confiado, por la consagración, la sangre del Señor, para qué me has hecho partícipe de la celebración de los sagrados misterios, si no me permites participar contigo en la efusión de la sangre? Ten cuidado de que no peligre tu juicio, mientras se alaba tu fortaleza. El desprecio del discípulo va en detrimento del maestro. ¿Acaso no es cierto que los hombres célebres e ilustres triunfan más en los combates de sus discípulos que en los suyos propios? Precisamente Abrahán ofreció a su hijo, Pedro envió delante de él a Esteban. Tú también, padre, manifiesta en tu hijo tu virtud, ofrece a aquel que has instruido, a fin de que, seguro por tu juicio, alcances la corona con una noble escolta». Entonces Sixto dijo: «No te dejo, hijo mío, ni te abandono, sino que te están reservadas batallas mayores. Nosotros, los ancianos, recibimos el curso de un combate más leve, pero a ti, como eres joven, te está destinado un triunfo más glorioso sobre el tirano. Pronto vendrás, deja de llorar: después de tres días me seguirás. Entre un obispo y un levita es conveniente que exista este intervalo . No hubiera sido digno de ti vencer bajo la guía de un maestro, como si buscaras ayuda. ¿Por qué pides compartir mi pasión? Entera te la dejo como herencia. ¿Por qué reclamas mi presencia? Que los discípulos débiles precedan al maestro, pero que los fuertes lo sigan, a fin de que venzan sin maestro aquellos que ya no tienen necesidad de enseñanza. Así también Elías dejó a Eliseo. Te encomiendo pues la sucesión de nuestra virtud». Tal era la contienda, verdaderamente digna de ser disputada entre el obispo y su ministro: quién sería el primero en padecer por el nombre de Cristo. Nada apremiaba aquí a san Lorenzo, sino el amor de la inmolación. Finalmente también él, tres días más tarde, habiendo despreciado al tirano, era abrasado por las llamas sobre una parrilla: «Esta parte ya está cocida –dijo–, da vuelta y come». Así por el valor de su alma vencía la naturaleza del fuego.
Posted on: Sat, 10 Aug 2013 10:11:55 +0000

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