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un copio y pego, atento a que algun asesor despistado no conozca lla historia La llegada al poder de Hitler Todos sabemos quién fue Adolf Hitler. Un tipo antisemita hasta la médula, anticomunista radical y amante del gobierno autoritario y de la expansión germana. Los libros de Historia, los profesores y los medios de comunicación se han encargado de que le veamos como un loco que salió elegido no se sabe muy bien por qué y que de repente se puso a invadir países y a matar judíos y romaníes. La Segunda Guerra Mundial fue su culpa y tras su caída los europeos aprendimos la lección y el fascismo no volverá a surgir. Esa es la versión oficial. Pero el lector ya sabe que nosotros no nos conformamos con la Historia oficial ni con versiones tan simplistas y absurdas como la que acabo de relatar en el anterior párrafo. Vayamos por partes. Alemania, años 30. El país está devastado por las condiciones que le han sido impuestas desde el final de la Primera Guerra Mundial. La dependencia financiera de los germanos hacia las inversiones estadounidenses hace que la situación empeore considerablemente con la crisis de 1929. La tasa de desempleo en 1932 era del 43,2%. El pueblo alemán se empobrece a grandes pasos y comienza a buscar culpables. Los políticos, los judíos, las potencias europeas, el capitalismo... cada cual elige el blanco de su ira. Muchos sienten que su país está siendo humillado por Francia e Inglaterra, que se habían atrevido incluso a ocupar la región más industrializada del país: Renania. El orgullo patrio estaba siendo duramente atacado. Alemania era poco más que un satélite de las potencias capitalistas, y encima había perdido todas sus colonias. Es en este contexto en el que la derecha patriota (derecha volkisch) comienza a ganar fuerza. Adolf Hitler se hace famoso dando discursos sobre el renacer de Alemania y la humillación que ha significado la derrota en la primera contienda militar en las tabernas de Munich. (Es paradójico, pero lógico, que ahora las humillaciones económicas que sufre Grecia a manos del capital alemán estén dando fuerzas al fascismo griego) Las clases medias alemanas, empobrecidas por la crisis y asustadas por una posible revolución proletaria y por su propia situación socioeconómica, se unen rápidamente al movimiento fascista. Su mundo se derrumba y se vuelven reaccionarias. Caen fácilmente en el discurso contra el capitalismo financiero y en el antisemitismo hitleriano, y por supuesto también en sus proclamas contra el comunismo. A menudo el líder nazi lo entremezcla todo, afirmando que los bancos controlan Rusia y que dirigen el judeobolchevismo contra los alemanes y la civilización cristiana en general. Pronto estalla una crisis de régimen: las instituciones habituales (tanto políticas como económicas) y los gobernantes dejan de ser legítimos. La democracia liberal ya no funciona. Hay que cambiarlo todo, pero ¿quién será el encargado de hacerlo? y ¿en qué sentido cambiará Alemania? En aquel laberinto de luchas por el poder, escribe el prestigioso historiador Ian Harshaw, Hitler salió vencedor. Pocos intermediarios políticos o grupos de élite de la industria, el comercio, las finanzas, la agricultura o el ejército tenían a Hitler como favorito. Pero en enero de 1933, cuando el resto de las opciones parecían agotadas, la mayor parte de ellos, con los grandes terratenientes a la cabeza, estaba dispuesta a acoger a un Gobierno de Hitler. De haberse opuesto, la llegada a la cancillería hubiera sido impensable: necesitaba de las elites para alcanzar el poder. Estas, a su vez, necesitaban a Hitler en enero de 1933, puesto que sólo él podía aportar el apoyo popular necesario para imponer una solución autoritaria para la crisis del capitalismo. Quizás la clase dominante alemana no necesitaba a Hitler específicamente, sino simplemente un gobierno autoritario y nacionalista. Esto serviría para reactivar la valiosa industria del armamento y deshacer el sometimiento a Francia e Inglaterra, rompiendo con el Tratado de Versalles (1919), así como para someter duramente al movimiento obrero. Tal tarea solo podía llevarla a cabo un gobierno valiente y patriota. La burguesía apoyó a Hitler igual que podía haber apoyado a la derecha autoritaria nacionalista o a la extrema derecha, pero el candidato nazi se planteó como la única alternativa. Según Ernest Mandel: Sabemos qué tipo de dudas y divergencias de opinión surgieron entre los grandes capitalistas y propietarios en cuanto a la actitud a adoptar hacia Hitler y su partido nazi (NSDAP). Sabemos que esas dudas se vieron exacerbadas, entre otras cosas, por el ”juego del todo o nada” al que se entregaba el candidato-dictador, pero sabemos también que fueron reducidas por la pasividad y perplejidad del movimiento obrero. Sabemos cómo el gran capital comenzó a identificar su programa (formulado en 1931) –y cuyo fin era un Estado autoritario, una reducción masiva de los salarios y una revisión del tratado de Versalles a cualquier precio– al de Hitler, paralelamente a su ascensión al poder, después de desplazar al ala izquierda plebeya de su base social y de dar a los señores de la industria todas las garantías necesarias en relación con la defensa de la propiedad privada y la aplicación del ”principio de autoridad” en las empresas, como lo hizo, por ejemplo, el 27 de enero de 1932 en un discurso ante el Club Industrial. Muchos marxistas cometen un tremendo error al creer que la clase dominante creó el fascismo. Esto es totalmente contrario al materialismo histórico. Las clases sociales no crean ideologías como por arte de magia. Los grandes empresarios y banqueros alemanes no se levantaron una mañana y dijeron venga, vamos a crear el nazismo que nos hace falta. Esta ideología emanó de muchas fuentes: el empobrecimiento de la clase media, el anticomunismo, el nacionalismo alemán, los veteranos de la primera guerra mundial y su pensamiento, el miedo de las élites a una revolución comunista como la de 1918, el colonialismo etc. pero no fue un proyecto ideológico fabricado por los ricos. Lo que ocurrió fue que cuando el movimiento nazi ganó adeptos y se convirtió en una alternativa a la República de Weimar la élite económica decidió darle su aprobación. Sin este consentimiento Hitler jamás habría gobernado. ¿O cree acaso el lector que los grandes industriales habrían apoyado una victoria electoral de los comunistas, por ejemplo? Puede que muchos liberales crean que fascismo y comunismo son lo mismo, pero la élite económica piensa muy distinto. De hecho, en 1935 Hitler reafirmó sus diferencias con el comunismo en materia económica: Nosotros los nacionalsocialistas vemos en la propiedad privada una fase superior de la evolución económica, que regula la administración de lo producido de acuerdo con las diferencias de capacidades, y que, en conjunto, garantiza a todos las ventajas de un patrón más alto de vida. El bolchevismo no sólo destruye la propiedad privada, sino que mata también la iniciativa particular. El fascismo, en cualquiera de sus vertientes, estuvo (y está) ligado estrechamente al imperialismo. Hitler ya daba muestras de esto en sus primeros escritos. Rusia, afirmó en 1924, proporcionaría a Alemania suficiente tierra para los colonos alemanes y un amplio campo de actividad para la industria alemana. Esto no podía sino entusiasmar a las grandes empresas alemanas y al capital financiero, así como a los pequeños propietarios agrícolas. Podrían convertir a los pueblos conquistados en mano de obra barata y realizar inversiones muy beneficiosas. De algún modo Alemania pretendía hacer con Europa del este lo que occidente llevaba ya tiempo haciendo con África y Asia. German retro propaganda poster Cartel de propaganda nazi: ¿hasta cuándo sin colonias?
Posted on: Wed, 13 Nov 2013 21:31:20 +0000

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