Ángel Cruz Cañas (historia completa: I-II-III) "EL TRIUNFO - TopicsExpress



          

Ángel Cruz Cañas (historia completa: I-II-III) "EL TRIUNFO SOBRE LA CUARESMA" (Un cocido omañes con castaña) ( I ) Un jueves de febrero, allá por el último tercio de los 90, mi amigo Rafita G.N. (un magnifico joyero, buen gemólogo y furibundo especialista de la ingeniería relojera suiza), sus amigos (también joyeros y afines), varios médicos del Miguel Servet deZaragoza, un grupo de amigas (todas agentes y relacionadas con laboratorios ), algún componente de los desaparecidos "Puturrú de Fuá", otros de los "Añoranza...", amigos de estos (cierta canalla de bien y otra crápula próxima a la música, juerguistas siempre alrededor de todos, muy aficionados a los garitos y saraos de moda ,"la Nicolasa", "Café Quijano"..., prestos a la diversión y fiestas, aún sus créditos y avales nunca fueran mas allá de sus estéticas, finos verbos y las durezas de sus pijos rostros, pero, eso si, siempre caras guapas con ensortijadas y relucientes melenas impecables ungüentadas con brillantinas a la última..., claro esta que todas carísimas) y una elegante señorita (con un estilo personal así su tesitura y aterciopelado color de voz para la la lírica, cual hubiera firmado el propio Bellini), unas 40 personas el grupo, me invitaron a una opípara merienda y divertida fiesta, la qué pude atisbar prometedora de necesidad tras su primera pista, dada mi afición a la música, pues nada mas entrar y tomar contacto con el ambiente, tras cruzar el quicio de un regio portón entre popular y manufactura fernandina, se me erizó el bello ante aquel maravilloso caos me sorprendió inesperado de bandurrias, laudes y guitaras, infinidad de ruidosos y raros instrumentos de percusión, voces de joteros registrando portentosos al modo de Fleta, a los que por fin tuve oportunidad de vivírlos con aquella excepcional cercanía, lo que volvió a emocionarme doblemente, pero que todo, todos y todo, en aquel totum revolutum donde afinaban instrumentos y voces, entre estridencias de quienes hacían dedos o endurecían yemas, sonoros e interminables saludos entre dichos populares al redundar de risas desternillantes, cahetes. y abrazos poco menos que el que le dieran a Fabila..., un autentico delirio capaz de seducir y hacer enloquecer de alegría a cualquier solitario corazón o a la mas melancólica alma. El salón, realmente austero, un piso antiguo convertido en diáfano en su resultante, pero como con ciertas dependencias en algunas de sus zonas, ya que las dividían -así biombos o celosías- restos de muros de carga indestructibles, columnas fundidas y de mampostería, unos hermosos esquinazos redondeados con molduras señeras y cornisas con arabescos, compartimentos indispensables así "les toilettes" a la aragonesa, otros dos compartimentos estancos -los que hicieron de guardarropía-, anejos a otro enorme con fogón y alacenas, que debieron ser despensas o cámaras frigoríficas..., pero, aunque desproporcionado y descomunal salón resultó mas que entrañable, como con vida propia en el mas amplio sentido. Se lleno en un santiamén y empezaron a revolar como grandes presagios, sensaciones de las mas satisfactorias, hasta como si los espíritus de la Plaza de Los Sitios, allí próxima, se hubieran confabulado para acudir a levitar una de sus invisibles danzas rituales con nosotros, aunque no solo ellos flotarían en el ambiente, pues también el amor, los afectos y las ganas de vivir levitaban y danzaban con los heroicos anónimos... Aún volviendo a la dimensión mas prosaica nos corresponde; en el salón no habríamos menos de 400/450 almas exhalando de todo lo apuntado y humanidad, mucha humanidad de todos los ordenes, bajo el mejor buen rollo bien lo hubiera descrito el moderno, donde nos íbamos disponiéndonos en mesas y bancos corridos según el orden de llegada, agrupandonos en función a los mas próximos y conocidos, pero que aquellos marginales (respecto a los desubicados por foraneidad...) ya previamente instalados por el azar entre nosotros, tras el amable saludo obligaba la cortesía, una sonrisa con mirada limpia y directa, el transfer para la integración plena, hacerles participes del grupo en toda su dimensión, a sentirse una parte mas de aquel todo. Ya disfrutábamos sin conocimiento, aun en el preliminar, con el solo hecho de la charla, risas o dichos intrascendentes, entre el murmullo y ambiente de fiesta ya supera a las individualidades...; pero, sin darme cuenta, súbitamente me sustraje y comencé a volar entre el bullicio, los murmullos... y salí hacia la calle para continuar hacia otro mundo de murmullos, quizás mas sutiles, de muchedumbre, tal vez mas refinada, entre confetis y serpentinas, sorprendido e impresionado por aquellos mascarones de porcelanas, papel mache pulimentado con policromos y oros bruñidos, de finas sedas, tules o exquisitos chantilly´s, hasta metálicos serigrafiados o empavonados a fuego... los que autenticas obras de arte. La gente, elegantísima, también con atuendos de sedas chinas y de patrones imposibles de épocas barroca y mas tardía -dieciochesca-, se subían y paseaban en las góndolas del Gran Canal... tanto violines esperaban a sus pasos por el puente Rialto, desde donde les dedicaban músicas de minué allá bajo los arcos de medio punto y tras las barandas y columnas de piedra del soberbio soportal del gran puente..., para alimentarles las almas y estas a sus amores, amores no cejarían de practicarse hasta el amanecer... Pero sin saber la causa o el por que volví a levantar vuelo y tome rumbo a otra latitud, donde llegue y pude sentirme apabullado por los fragores sincopados al ritmo frenético de un jercito de timbales ensordecedores, bailando bossa carioqueña junto a bellas mulatas de largas piernas y voluptuosas caderas, las que ejercitaban las síncopas con tal destreza y lucidez dificilmente imaginable si no es in situ... De pronto me recupero de aquel frenesí un tintineo de copas y platos, también al ritmo sincopado obtenían los golpes cortos de las mesas que se intercombinaban con el tintineo. El ritmo simcopado derrotó a otro mas llano y alegre, a un acompasado 4/4, en claro acompañamiento a los sonidos de cabeza con labios cerrados se hacían en ciertos sectores, para seguidamente infestarnos a todos de música. De los sonidos bocas cerradas pasamos a tarareos mas definitivos, para dar forma lo que iba a ser nuestro emblema...Empezaron a construirla, aquellas cuatrocientas bocas, pero -curiosamente- tan bien empastados y con tal sentido del tiempo que sonaba como si dicho por una sola. Todo se animaba y entraron en escena, en un in crescendo, las guitarra, los laudes y las agudas variaciones de las bandurrias, para sincronizarse en ritmo, tiempo y afinación. Los tarareos se hacían ya palabras, las palabras versos, los versos estrofas y las estrofas estribillos latentes, a lo que los instrumentos no tuvieron por mas que empezar a ejercitarse con mas rigor y, no me pregunten como, pues el personal no era avezado por lo que lo ignoro, hasta que consiguieron -sin sin interrumpir la música-, el cambio de tono,el que pasó de La Mayor (en el que se cantaba) al D Mayor, el que se impuso, en el cual el autor concibió la copla o pasacalle... Ahora si, si que ahora se podía decir, que se consiguió engranar todo, y de la forma mas apropiada y ortodoxa; tiempo, ritmo, tono y afinación y en la tesitura mas adecuada, algo así a la sincronización de un reloj suizo. Sin pretenderlo la melodía adquirió visos de marcha, rango de himno para la muchedumbre, la que acepto de buen grado el desafío y ya, todo mas definitivo, se hizo la armonía acompasada, con su debido color y dinamismo para conseguir un canto amable, medio fuerte, fuerte o altísimo, a lo que le siguiera una legión de considerados nudillos, adecuándose a la intensidad sonora sin invadir espacios. Y la melodía adquirió cuerpo y la tensión necesaria para llegar a emocionar y ahora si que fui rescatado de aquél adormilamiento y sin excusa alguna regrese y empece a percibir nitidamente la alegría del tono mayor y una letra casi patriótica al compás de un tipo de pasodoble o pasacalle que decía: ... Por eso se oye ese refráaaaan "¡Que Viiiiva Españaaaa!..." la ra la ra, lara laraaaaa "¡Que Viiiiva Españaaaa...!" Tras aquel cálido precalentamiento se escucharon entusiasmos vehementes, vivas estruendosos y otros gritos contenidos o susurrados, todos de l chicas (¡¡¡empezaba la fiesta con todo su ardor!!!), por los pellizcos de unos regios dedos, también por otros mas sutiles atesoraban eso, estética pija, brillantina... También calentaban con tensión algunos que otros joteros, a lo que se sucedían otros golpes entusiastas repartían sus mas afectos e incondicionales que, generalmente, recaían en espaldas, hombros o a modo de collejas en los mas moderados, siempre los mas sufridos con aguantes pírricos; pero baya golpes de afecto..., sin duda que hubieran podido hacer tambalear a los cíclopes. INTERMEDIO Y FINAL DE LA MERIENDA (Un cocido omañes con castaña) ( II ) La merienda estaba resultando portentosa y todo un éxito, pues aún era típica de longaniza, butifarra y, si acaso, tortilla, allí dábamos buena cuenta de los costillares de cordero y ternasco, de tiras y churrascos argentinos, ensaladas varias exquisitas tortillas de bacalao..., todo acompañado por unos ricos vinos de la tierra. Respecto a la parte inicial, la entrante y mas ligera, dimos fe de ella con unos suaves tintos de añada casi claretes del Campo de Borja, para después, a las carnes, descorchar otros con un poco mas de cuerpo procedente de zona mas alta, de Huesca, concretamente del Somontano, cual me pareció realmente evolucionado hasta donde llegaba mi recuerdo; pero hizo aparición otro caldo mas simpático y popular; un denso tinto a granel así el arrope, pues casi se podía cortar a cuchillo. Este llego de Cariñena por encargo especial de unos regios mozos, cachirulo en ristre, qué nada mas en la mesa comenzaron a su escanciado en recios vasos de vidrio así facetados, aun de prensa. Pronto empezaron a dedicarse brindis y mas brindis entre risas, buenos deseos, hasta exagerados abrazos y algún que otro beso, eso si todo de muy buenas maneras y ciertamente simpático. Exhibían un curtido aspecto, como socavado por la intemperie pertinaz, supongo, de los aires y el sol de las Cinco Villas, o por del campo de Tauste, por el influjo del Cierzo mas severo de Los Monegros, por el insolente vientecillo frío y seco del noroeste siempre bajaba como amezante en rigores dictados por el Moncayo. Pero volvían a escucharse las hilarantes risotadas, el júbilo generalizado que renacía, joteros que empezaban a improvisar ya,con apoyos en terceras o en quintas, con los acordes del sonoro coro ya decían, a capela, las anécdotas y partes mas populares de las mas conocidas jotas bravías..., tuve que recomponerme de nuevo. Sin duda era el claro síntoma de que había o estaba finalizando el acto de la merienda, pues incluso la gente ya se levantaba, pululándose unos a otros casi jugando como niños, sin ningún rigor protocolario o requisito ceremonial... Cada grupo recogíamos los pocos elementos de menaje utilizamos en la comida, los restos los envolvíamos al enrollar de los manteles de papel, los que se disponían en grandes cubos que se sacaron a un cuarto exterior en el patio del piso, todo en una ejemplar colaboración de ánimo juvenil, sencilla, entusiasta, unido a los deseos por la vida, a pesar de ciertas edades inconfesables. Todo, de nuevo, volvía a ser caos: las mesas se recorrían sin miramiento arrastrandolas, con el consiguiente ruido y las naturales molestias, pero que admitíamos de buen grado y se daba por amortizada la incomodidad; en "les "toilettes" de hombres se formaban colas con el consiguiente cachondeo suponía la circunstancia, en la de las chicas poco mas o menos, aunque todo mas comedido ordenado y menos escandaloso... Definitivamente terminada la merienda aquellas formaciones de bancos corridos en disposición común se rompieron para terminar en otras marginales alrededor de las paredes, para mayor gloria del caos. Ya formábamos los corros en disposición a la querencia y a los mas allegados..., las jotas, ya definitivas, se hacían hueco en los escasos diáfanos del salón y través del nimio eco dejaba margen aquella algarabía, que poco a poco callaba al desgarro del canto y al dramatismo de la anécdota o del recordatorio se decían así si en versos heroico, para refrendar, en ciertos casos, a los populares anónimos (aquellos espíritus de La Plaza de los Sitios), siempre presentes en el recuerdo de este paisanaje "cachirulo" en ristre con cierta reminiscencia y aire a los que llevaran aquellos aguerridos de los Sitios. Aparte de poner el colorido, este grupo, ponía las voces del coro y las danzas, junto con un grupo, claro está, de guapas chicas con vestidos populares, medias blancas y zapatos negros; los chicos con traje de fiesta campesino, medias blancas y zapatillas negras de cintas con suelas de esparto. Casi siempre finalizaban las jotas danzando bravía mente, al repicotear de castañuelas les hacia venirse arriba, con la ayuna de los tañidos y pulsos de las cuerdas de los instrumentos, lo que a su máximo esplendor se alcazaba un in crescendo como total, dejando la sensación de un registro visual vivido único, mágico y estremecedor; hasta los perros de la calle, apostados tras las rejas de unas ventanas exteriores, a un metro a ras de suelo, parecían que se estremecieran, claro que quizá aquel estremecimiento canino bien se podía deber al olor de las butifarras, costillas de ternasco y al aromaba aún flotaba en el ambiente... Aquel hermoso espectáculo también se cobró alguna que otra lágrima de los mas sensibleros como yo, las que hacían su aparición con cierto afán de presencia, reluciendo en nuestros ojos para rubor y sonrojo nuestro, aun nos afanáramos con discreción en evitarlo.. Y se hizo la calma, y llegaron los cigarrillos (entones se permitía), los corrillos en los propios corros, el virtusillo de turno deleitándonos con la bandurria, guitarra..., el siempre cazador de corazones peinando sus ensortijados de cara brillantina, el que de soslayo flirteaba para perseguir furtivo a la presa, las risas incorregibles de las chicas al dicharachero pesao de chiste fácil, el trascendente con cara de rigor, el solemne de la estètica con pos y mirada e insinuada sonrisa a lo Clark Gable... así un rosario de simpáticos y otros hasta llegar al anecdotico, como nuestro amigo de Oviedo, médico -como su novia- del hospital Migue Servet de Zaragoza, el que nos iba a relatar tan graciosa y patética historia a la vez, en la que pondría gracia por doquier y énfasis inusitado en el detalle principal, por lo que iban a emprender tantos kilómetros sin otra condición que la de degustar un "cocido omañes con castaña " el día de un domingo cualquiera como aquél. EL COCIDO OMAÑES CON CASTAÑA Y LA TRAGEDIA (El cocido) ( III ) La prometedora historia la inició así: Un grupo de amigos y yo (unos 12, todos de Oviedo) teníamos la costumbre de salir a comer los domingos y días festivos por las aldeas, concejos de Asturias u otras zonas rurales de provincias limítrofes. Un día uno del grupo comentó que le habían dicho si por el valle de Omaña (zona alta del León rural, por la Sierra de Filera y próximo a Cantabria), cerca de Muriades unas "paisaninas". en su casa rural hacían un "cocido omañés" con castaña que quitaba el sentido...; todos, sin excepción, nos apuntamos al evento. Salimos un domingo mucho antes de que cantara el gallo, apenas veíamos nada con los farolillos de las bicicletas, ni aún con los auxiliares de ayuda algunos nos pusimos en los cascos, con el entusiasmo propio a flor de piel... Ya, después de salir el sol y tras un gran pedalear y caminata, desayunamos en un pueblin en el que vimos una chimenea humeante que desprendía un aroma inconfundible a café, donde llamamos y un matrimonio mayor y su hija nos atendió amablemente, para acto seguido pertrechar al puchero de barro con mas leche de una lechera de zinc muy abollada, a la cafetera con un par de puñados mas de grano tostado..., habíamos convenido un precio, el que en un principio no quería aceptarnos, pero estábamos obligados, eramos muchos. En la mesa puso dos panes, uno de hogaza blanco, una gran torta de centeno y unos recipientes con mantequillas, de todo dimos fe. Tras recuperar fuerzas pagamos lo convenido y estos nos emplazaron a que pasaramo a refrescarnos en la vuelta... Emprendimos la marcha y anduvimos por falsos llanos laderas y repechos toda la mañana casi sin descanso. Ya tarde, seguíamos una larga falda muy incomoda, hasta que ya, hacia las dos, decidimos coronarla, para divisar,con tan buena suerte, la casa rural como a unos kilómetros, la que exacto nos marcaba los apuntes del mapa hizo Tinin, el topografo del grupo. Con mas hambre que el perro del Lazarillo de Tormes la emprendimos hacia el caserón sin mediar palabra, así kamikazes, con las cabezas gachas mirando por los entrecejos para no perder la referencia del caserón nos pusimos como punto de mira y meta, de donde salia un limpio humo con olor a potaje omañes nos traía el aire bajo y leve, olor, puedo asegurar, que quitaba el sentido. Como caminábamos ciertamente cabizbajos no vimos las señales de la Sra. de la casa qué nos hacia brazos en alto en calidad de saludo y para llamar nuestra atención, se puso a gritarnos, en consecuencia, hasta qué le respondimos con voces quebradas y brazos semicaidos al aire. Llegamos como a una pequeña esplanada, muy accidentada por su desnivel, la qué hacía de patio, donde ciertas pequeñas piedras a medio asentar sobresalían del ras del suelo y hacían de las suyas en algunos de nosotros, por lo qué tuvimos que andar con tiento, algunos tropezamos y hasta caímos en un par de ocasiones. La Sra., muy amable y sonriente, nos saludo con un par de besos y algún qué otro apretón de manos, también con prietos abrazos, uno por uno nos pregunto el nombre y luego nos invitó a pasar, llevándonos hasta un humilde salón-cocina se accedía directo del patio, el que disponía de una relativa amplitud. Nos acomodo entorno a una sólida mesa rural al modo de las castellanas de los Ss. XVI-XVII, de las llamadas tocineras, en madera de castaño. Todos caímos rendidos en las desiguales sillas, taburetes y serijos de esparto y eneas nos dispuso a tal fin, pero, eso si, con unas frascas de vino, una tinto y otra de blanco, unas gaseosa y un sifón a la antigua usanza muy sugerente, algo de picoteo en el centro de la mesa y unos vasos de solido cristal (bueno mas bien tirando a vidrio mallorquín, por su rudimentaria tosquedad, pero qué nos resultaron al tacto así los de Vall Sait Lambert, lo suficientemente nobles para agarrarlos con palma y dedos , tal vez por el frescor y contenido nos regalaran imaginábamos, lo que se hizo realidad tras servirnos la Sra. un piscolabis al gusto. En ese momento un leve ruido de leña ardiendo que se deslizó rodando de la candente ascua de la pirámide llamó nuestra atención y nos hizo volvernos hacia la chimenea a todos, nos recuperó de una banal charla y de la total desidia de ánimo cundía en nosotros; fue cuando prestamos atención al crepitar de unos regios leños y, en especial, al de unas recientes astillas hacinó (en el corazón del ascua y qué empezaron a arder como entre quejas y retorciéndose), una silenciosa anciana vestía de sayos pardos raídos, mandil y un tipo de ligero chambergo oscuros, pasó inadvertida para todos, aún estuvo sentada frente a las incandescentes ascuas en todo momento a 50 centímeto .nuestro. En la chimenea había unas trébedes de hierro soportaban un gran pote de barro, exhalando un indescriptible aroma a cocido omañés. Súbitamente dejamos de prestar atención al pote por ver la la boca de la viejita empezó a masticaba castaña de una manera peculiar y dificultosa, pues solo contaba con dos incisivos superiores, el central y uno lateral, y tres inferiores, por lo que nos miramos con cierto dolor y no podíamos dar crédito a su ahínco por rumiar unas castañas tenia peladas en su mandil caliente por las ascuas del fuego. A todos nos sorprendió aquella forma de rumiar, pero no pudimos por mas que admirar la habilidad de la vieja para mascar la castaña con solo esos dientes tanto la limitaban, mas aún, nos pareció hasta heroico, por qué incluso nos pareció si no pudiera tragar lo mascado y lo matenía en el paladar como para saborearlo, pero ella no cejaba en su empeño de mascar y mascar... Dejamos de observarla cuando descubrió la hija ta tapa de aquel hermoso puchero en las trébedes, el que cocía a fuego de ascuas y dejaba un aroma nos elevó la moral hasta insuflarnos cierto gamberrismo irreverente. La mas joven, la hija, volvió al pone y removió de nuevo el contenido, esta vez con unos giros bruscos y secos de muñeca a través del asa cogida con un paño, y nos invito a que viéramos el espectáculo, todos nos levantamos como exhalaciones y rodeamos la chimenea y a la anciana, que no paraba de mascar castaña. Ella -la hija- quito la tapa y de allí no paraba de salir un vaho celestial, del que nos dijo, tanto la abuela no cejaba en su empeño: ¡¡¡Que os parece...!!! Nos quedamos atónitos por el sortilegio de aquel borboteo; todos nos dedicamos sonrisas cómplices e insinuábamos bromas alrededor del fuego y de la anciana, tanto ejercíamos uno sutiles movimientos de caderas a ritmo del entusiasmo, un ritual, podría decirse, al cocido omañes. La señora estaba en todo, pues de vez en cuando le decía a su madre: "¡ Maaa!" ¡que te vas a ahogarrrr! ¡no masques mas castaña, por Dios...! La pobre vieja seguía mascando sin enterarse de nada; y nos dijo la hija: es que, la pobre, está sorda como uta tapia... Fue como si empezáramos a comprender el por que de ese aislamiento de nosotros casi ausente y, tal vez, por lo que quizá no se daba cuenta de su rumiar y que debía tragarse aquella pasta de castaña le la boca; lo que ami, recordé, pues de niño solo mascaba y mascaba palo duz hasta obtener así una pelota de estropajo me llenaba toda la boca. De pronto dijo la Sra, la hija: -- ¡que, muchachos...! ¡¡¡Dais la aprobación al cocido!!!, - como arengandonos. Volvimos a cercar el fuego y a la abuela, que seguía sin enterarse de nada, y dijimos: ¡¡¡Siiii!!! ¡¡¡Siiii!!! ¡¡¡Siii!!! --¿Aprobáis entonces!... -- ¡¡¡Aprobamos!!! ¡¡¡Aprobamos!!! ¡¡¡Aprobamos!!! ¡¡¡ Ra, ra, ra...!!! Gritamos como reclutas o colegiales en campamento; la abuela ni se inmutó, aun nuestros gritos, solo mascaba. Todo nos daba vueltas y decidimos relajar el entusiasmos, pues a parte nos dijo la señora que íbamos a dejar que reposase el cocido en su propia calor y fuera de las ascuas como media hora antes de servirlo, lo que nos aplaco definitivamente. Pasado el tiempo preceptivo nos dijo la Sra. si nos parecía bien que empezáramos el ceremonial de los preparativos de la mesa, claro está que todos asentimos, a lo que nos respondió: bueno, pues vamos a darle el último meneo de cucharon y el toque definitivo... Volvió a ponerlo en las trébedes, sin ascuas y a medio tapar y le dio un par de vueltas de cucharon, luedo se dirigió a su madre para decirle nos diera su visto bueno, la bendición y sus honores; puso su mano, abierta y curva, entre su boca y oído de la madre, gritándole: ¡¡¡ Maaa!!! ¡¡¡ Madreeee!!!, ¡¡¡Ya está listo el cociiido!!! ¡¡¡Vaaamos, si te parece...!!! La viejita paro de mascar y se acercó a la chimenea arrastrando su silla, poniendo los pies en el poyo, llano de los catalanes refractarios, se situó próxima al pote y casi encima, al qué quito la tapa y este despidió un espeso vaho que, aún se elevaba, era sutil y lento por su pesadez, a lo que paso su mano convexa la viejita y tomó así un puñado de aroma (espeso vaho) y se lo llevo a la nariz, el qué olfateo con mimo y casi reberencial extasiamiento, luego lo cerro, por debilidad, pensamos, pues se le iban los ojos y las intenciones... a su interior; pero seguidamente acerco la silla un poco mas, casi hasta el poyo, donde las losetas refractarias, y posicionándose aún mas, como una gladiadora sobre el pote, le quitó la tapa para dejarla en el suelo, el borboteo del cocido ya era calmado, y se posiciono como mas definitivamente, asomandose al meollo para después elevar medio cuerpo, tronco y cabeza en un arco de unos 45 grados hacia arriba y hacia atrás, a la vez se llenaba los pulmones de aire; seguidamente repitió el movimiento inverso y quedó en la posición inicial de esos 45 grados recorridos, lo que ejecutó con cierta energía con su boca entre el vaho exhalado del cocido y dierectamente apuntando al meollo, en el que descargó todo el aire de sus pulmones así un aerosol, en un soberbio y magistral sopló, en el que descargo toda la molienda de castaña de su boca, con los adecuados y pertinentes bacilos para así bien derramar el contenido de esta triturada con sus dos incisivos y sus tres inferiores en su pertinaz tarea, para dar fe del enriquecimiento del potaje y seguir aís manteniendo esa conspicua fama, la del mejor cocido omañes con castaña molida de todo el Valle de Omaña, León Asturias, Cantabria...el que no tenia parangón alguno... Al cabo de unos segundos: ¡Oh, benditos los astros que a veces me iluminasteis..., oh no abandonéis a mi razón...! ¡¡¡Por todos los santos, que hice mal, que mal hice...!!! ¡¡Por qué, por que me tiene que pasar siempre a mi, por que...!! ¡Pido a los Santos del cielo que alumbren mi entendimiento, les pido en estos momentos mi mente cansada está está...! Sin duda que aquello era un valle de lágrimas, cualquier exclamación acuñada allí se podía escuchar, el llanto lo ocultaban por decoro, pero por también cundía amenazante. Me salí al patio pedregoso y me alejé unos 200 metros al campo, como en las nubes, sin saber que hacer, vagando hacia un limbo me tragase, con cara de poker y deseos fatales... Tras unos minutos empece a sollozar..., pero no podía llorar, hasta que di unos golpes con la frente contra un árbol y rompí..., pero lo hice hacia dentro, hasta qué ya casi morado -por el ahogo- me dí otros cabezazos y fuertes cachetes, como al neonato en el culín, hasta que rompí a llorar...y lloré, lloré como una magdalena, esto fue mi salvación... Tras un buen rato regresé y encontré a todos abatidos, cada cual por un rincón o perdidos... La Sra., la hija, lloraba desconsolada, por la escena y por que no podía comprender nada de lo que allí sucedía, la viejita, mascaba los restos de castaña se le quedaron en el paladar tanto degustaba un vaso de vino le dio la hija, aún sin enterarse de nada; a duras penas pudimos recoger las pocas prendas que llevábamos, les dejamos unos billetes por los vinos y partimos... A las 2 o 3 horas de regreso uno dijo algo, el primero. -Chicos, creo que tengo unas frutas y frutos secos en la alforja...,era montañero. De las mochilas, otros, sacaron carne de membrillo..., por lo que hicimos una breve parada y recuperamos las fuerzas que pudimos, pero ni una sola palabra. Del resto del viaje de vuelta nada puedo decir sobre el, ya que solo nos dijimos un adiós o un hasta mañana en Oviedo. Por cierto, pues se me olvidaba, la hermosa y emotiva fiesta dio lugar a la anécdota fue la de un JUEVES LARDERO ZARAGOZANO. (Ángel Cruz) Sobre "el cocido omañes..."
Posted on: Thu, 11 Jul 2013 18:22:38 +0000

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