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—¡Pendejos! ¡No le hagan daño! —Isabel se levantó y corrió al lado de Ex Rodrigo, y ante el azoro de sus guaruras le empezó a limpiar la sangre que le escurría por la nariz—. ¿Te lastimaron? —le preguntó. Ex Rodrigo, a quien para entonces ya se le habían bajado los efectos de la borrachera y la noqueada, reconoció de in¬mediato a Isabel como la candidata a la Presidencia Mundial del Planeta y se le abrazó con desesperación. Con ojos llo¬rosos, le suplicó: —¡Señora Isabel! ¡Qué bueno que la encuentro! Ayúde¬me por favor. No sé qué hago aquí, yo vivo en la Tierra y me llamo Ricardo Rodríguez... mi esposa me trajo en una nave y... Las palabras que Ex Rodrigo decía dejaron de tener inte¬rés para Isabel. Lo separó un poco para poder verlo a los ojos y por la mirada se dio cuenta que, efectivamente, ese hombre no era Rodrigo. Automáticamente lo repelió de su lado, con asco se sacudió la mugre que le había dejado pe¬gada en la ropa y para cerciorarse de su descubrimiento le preguntó, señalando a Ex Azucena: —¿Conoces a esta mujer? Ex Rodrigo, al verla, de inmediato se encabronó. —¡Claro que la conozco! ¡Esta pinche vieja me dio una buena patada en los huevos! Yo te creía muerta, cabro-na, pero qué bueno que te encuentro. ¡Ora sí me las vas a pagar...! Ex Rodrigo intentó irse sobre Ex Azucena, pero Agapi¬to lo detuvo. —¡Cálmate güey, tú que tocas a esta vieja y yo que te reviento los pocos huevos que ella te dejó! Isabel se quedó muy pensativa. Ella sabía muy bien que por mucho que le hubieran borrado la memoria a Rodrigo, la imagen de Azucena debía estar grabada de una manera importante en sus recuerdos por ser la que correspondía a su alma gemela. Pero Ex Rodrigo había reaccionado con mucha rabia, muy en contra de lo que era de esperar entre una pareja de almas gemelas. Esa era la prueba que ella espe¬raba para comprobar que estaba frente a un extraño. ¿Quién era ese hombre? Y lo más importante, ¿dónde estaba el alma de Rodrigo? Para saber las respuestas, les entregó nueva¬mente a Ex Rodrigo a sus guaruras y les dijo: —¡Síganlo interrogando! A Isabel le urgía saber quiénes eran los autores intelec¬tuales de ese reprochable acto, pues la estaban poniendo en gran peligro. Comenzó a temblar. Un sudor frío le escurría por el cuello. No podía permitir que alguien se interpusiera en su camino. Ella tenía que ocupar la silla presidencial a como fuera, de lo contrario nunca llegaría la tan ansiada época de paz para la humanidad. La comprobación de que tenía enemigos ocultos la forzaba a asumir el estado de gue¬rra. No le quedaba otro camino para obtener la paz que el de la pelea. Desgraciadamente, sus guaruras no pudieron sa¬carle mucha información a Ex Rodrigo, pues los demás miembros de la comitiva se estaban acercando al lugar don¬de ellos se encontraban. No les convenía tener testigos de su interrogatorio. Eo único que le alcanzaron a sacar fue el nombre de su esposa Cuquita, el de la abuelita de Cuquita, el del compadre Julito y el de Chonita, el nombre falso de la nueva vecina, o sea, Azucena. En cuanto Ex Rodrigo men¬cionó a la nueva vecina, Isabel brincó. —¿Ea tal Chonita llegó el mismo día en que murió Azu¬cena? —preguntó. Y recibió un sí rotundo por respuesta. El hecho de que el mismo día en que se llevaron el cuerpo de Azucena llegara una nueva inquilina, no podía ser una sim¬ple coincidencia. El que alguien le hubiera robado el alma a Rodrigo, tampoco. Isabel, rápidamente llegó a la conclusión de que Azucena antes de morir había cambiado de cuerpo. ¡Que seguía viva! Y que había recuperado el alma de Rodri¬go. Tenía que eliminarla a como diera lugar. Hasta ahí llega-ron sus planes futuros. No pudo planear la manera de aca¬bar con Azucena porque la comitiva que le acompañaba en su viaje ya estaba a su lado y tenía que empezar a retomar su papel de «santa». Todos estaban muy preocupados por ella. La
Posted on: Fri, 12 Jul 2013 13:38:20 +0000

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