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-¡Pobrecito del Diablo, qué lástima le tengo, porque no he oído jamás una palabra de compasión o de cariño! ¡Los hombres son realmente aburridos, insoportables. Cuando se dirigen a Dios, lo hacen con fórmulas escritas para cada caso: Ayúdanos, Señor, danos el pan de cada día; ¡Ten misericordia de nosotros!... Para librarse del dolor recurren a Dios, como al dentista; pero para la disipación, buscan vergonzosamente al diablo y se anegan en todas las delicias del pecado, sin que Satanás oiga alguna vez un ¡gracias, diablo mío! por el contrario, aún tiene que escuchar cómo los hombres, después del goce prohibido dan gracias a Dios por el placer que obtuvieron. Yo no sé que Fausto agradeciera al diablo su juventud, el amor y el dinero que recibió de sus manos. El diablo habita en círculos de sombra luchando contra el odio y la envidia, ajeno a toda caricia, a todo sentimiento de ternura. El diablo no conoció calor de madre; Jesús nació de una virgen toda pureza, toda amor. El diablo pudiera odiar el mal y amar el bien, pero no es dueño de su albedrío; él fue condenado a amar el odio y a odiar el amor, y jamás romperá su destino. Jesucristo murió una sola vez, con todos los dolores humanos; el diablo padecerá, por los siglos de los siglos, sus suplicios y los que Dante le inventó. ¡Pobrecito del diablo, qué lástima le tengo...!
Posted on: Sun, 22 Sep 2013 20:49:21 +0000

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