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Al aire de nuevo Red Voltaire «ANTE NUESTROS OJOS» El precio de la verdad por Thierry Meyssan Mientras la prensa internacional presenta las informaciones de Edward Snowden como revelaciones sobre el programa PRISM y finge descubrir lo que todo el mundo sabe desde hace tiempo, Thierry Meyssan se interesa más bien en el sentido de este acto de rebelión. Y otorga por ello mucha más importancia al caso del general Cartwright, también acusado de espionaje. La verdadera utilidad de la Espionage Act En todo caso, el espionaje ocupa un lugar secundario en la Espionage Act, como queda demostrado por su forma de aplicación. En tiempo de guerra, la Espionage Act sirve más bien para castigar las opiniones disidentes. Por ejemplo, en 1919, la Corte Suprema determinó –al pronunciarse sobre los casos Schrenck contra Estados Unidos y Abrams contra Estados Unidos– que el hecho de llamar a la insumisión o a la no intervención en contra de la Revolución Rusa se incluía entre los comportamientos penados por la Espionage Act. En tiempo de paz, esa misma ley sirve para impedir que los funcionarios hagan público un sistema de fraudes o crímenes cometidos por el Estado, incluso aunque revelen hechos de los que el público ya tenía conocimiento previo pero que no han podido comprobarse hasta el momento de las revelaciones impugnadas. Bajo la administración Obama ya se ha recurrido a la Espionage Act en 8 ocasiones, lo cual es todo un record en tiempo de paz. No abordaremos en este trabajo el caso de John Kiriakou, el oficial de la CIA que reveló el arresto de Abu Zoubeida y las torturas a las que este fue sometido. Lejos de ser un héroe, Kiriakou es en realidad un agente provocador de la propia CIA cuya misión consiste en hacer creer a la opinión pública la leyenda de las supuestas confesiones arrancadas a Zoubeida, para justificar a posteriori la «lucha contra el terrorismo» [3]. Tampoco abordaremos el caso de Shamal Leibowitz, en la medida en que sus revelaciones nunca se dieron a conocer a la opinión pública. Nos quedan así 6 casos profundamente instructivos sobre el sistema militaro-policiaco estadounidense. Stephen Jin-Woo Kim confirmó a Fox News que Corea del Norte estaba preparando un ensayo nuclear, a pesar de las amenazas de Estados Unidos contra Pyongyang, una confirmación que en nada perjudicaba a Estados Unidos, aparte de subrayar su incapacidad para imponer obediencia a Corea del Norte. Esa información ya había sido divulgada, en otro contexto, por el célebre periodista estadounidense Bob Woodward sin provocar ningún tipo de reacción. Thomas Andrew Drake reveló a un miembro de la Comisión de la Cámara de Representantes encargada de los servicios de inteligencia el despilfarro del programa Trailblazer. O sea, se le reprochó haber informado a los parlamentarios encargados de vigilar a las agencias de inteligencia que la NSA (National Security Agency) estaba tirando secretamente por la ventana miles de millones de dólares. El objetivo del programa Trailblazer era buscar la manera de implantar virus informáticos en cualquier computadora o teléfono móvil. Algo que nunca prosperó. En ese mismo campo, Edward Snowden, empleado de la firma jurídica Booz Allen Hamilton, hizo públicos diversos documentos de la NSA que demostran el espionaje estadounidense contra China… y también contra los invitados al G20 organizado en Reino Unido. Lo más importante es que demostró la envergadura del sistema militar de escuchas de las comunicaciones telefónicas y a través de Internet, escuchas a las que nadie escapa, ni siquiera el presidente de Estados Unidos. Ahora la clase política estadounidense describe a Snowden como «un traidor a eliminar», únicamente porque sus documentos impiden que la NSA pueda seguir negando ante el Congreso la realización de una serie de actividades de todos conocidas desde hace mucho tiempo. Bradley Manning, un simple soldado, transmitió a Wikileaks los videos de dos crímenes cometidos por el ejército estadounidense, 500 000 informes de inteligencia de las bases militares estadounidenses en Irak y 250 000 cables sobre los datos de inteligencia recogidos por los diplomáticos estadounidenses durante sus conversaciones con políticos extranjeros. Nada de especialmente importante, pero se trata de una documentación que da al público una idea de los burdos chismes que recoge el Departamento de Estado y que sirven de base a la «diplomacia» de Estados Unidos. Jeffrey Alexander Sterling es un empleado de la CIA que reveló al New York Times la «Operación Merlin». Pero más sorprendente resulta el caso del general James Cartwright, ex número 2 de las fuerzas armadas de Estados Unidos, ya que fue jefe adjunto del Estado Mayor Conjunto, y también consejero del presidente, tan cercano a este último que en Washington llegaron a llamarlo «el general de Obama». Ahora resulta que este militar de alto rango reveló el año pasado al New York Times la «Operación Juegos Olímpicos» y acaba de abrirse una investigación en su contra, según CNN. Sterling y Cartwright no creen en el mito israelí sobre «la bomba atómica de los ayatolas». Así que trataron de contrarrestar los intentos israelíes de arrastrar Estados Unidos a la guerra contra Irán. La «Operación Merlin» consistía en hacer llegar a Irán información falsa sobre la fabricación de la bomba atómica. En realidad se trataba de una provocación para que Irán emprendiera un programa nuclear de carácter militar, lo cual justificaría a posteriori la acusación israelí [4]. En cuanto a la «Operación Juegos Olímpicos», esta consistía en introducir los virus informáticos Stuxnet y Flame en los ordenadores de la central iraní de Natanz para provocar problemas en el funcionamiento de esa instalación, específicamente en las centrifugas [5]. El objetivo era, por lo tanto, sabotear el programa nuclear civil iraní. Así que esas revelaciones no perjudicaron los intereses de Estados Unidos sino las ambiciones de Israel. Una forma de resistencia Cierta oposición de salón nos presenta a las personas encausadas bajo la Espionage Act como «denunciantes» (whistleblower), como si Estados Unidos fuese hoy una verdadera democracia en la que es posible denunciar ante la ciudadanía los pocos errores que hay que corregir. Lo que en realidad nos demuestran estos ejemplos es que, en Estados Unidos, desde el simple soldado (Bradley Manning) hasta el número 2 de las fuerzas armadas (el general Cartwright), existen hombres que tratan de luchar como pueden contra un sistema dictatorial cuando se dan cuenta de que forman parte del mecanismo. Ante un sistema monstruoso, lo justo es catalogarlos entre los ejemplos más conocidos de una forma de resistencia, como el almirante Canaris o el conde Stauffenberg. voltairenet.org/article179218.html
Posted on: Mon, 15 Jul 2013 06:52:08 +0000

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