CAPÍTULO C EL INCIDENTE BAJO LA LLUVIA QUE CESÓ A LAS 6:00 - TopicsExpress



          

CAPÍTULO C EL INCIDENTE BAJO LA LLUVIA QUE CESÓ A LAS 6:00 (Fragmento ) Para “colmo de males”, según el señor Osmáni, había comenzado a llover, esto era ya una ofensa, una injuria desafiante e inaguantable. No se debía tolerar semejante descortesía. ―Es natural que para algunos la lluvia traiga un sino negativo, una señal de eventuales desgracias, incluso un coraje inexplicable, como si fuera la peor de las afrentas― Para Dilio, esto era totalmente opuesto. El significado de esta lluvia, según su creencia y a pesar que la lluvia sorpresiva e intrusa, recién, una cuadra antes del café, le había dado por acompasar una melodía sutil, una melodía cuyos instrumentos eran los techos, las calles de concreto, las cloacas y el cuerpo de Dilio, así que, lejos de molestarse, se evitaba el resguardo de algún alero y más bien la danzaba, la danzaba augusto, la danzaba como un buen plan, como una jazz que viene con toda su libertad, para ungirnos de reflexiones. Pero el señor Osmani seguía rezongando detrás de la caja registradora. Dilio entró como entran a los cafés, aquellas personas que caminan satisfechas bajo la lluvia, o sea, con el rostro esplendente y una contentura de sembradillo recién mojado. Se extrañó un poco al escuchar las exaltaciones del señor Osmani, le pareció algo exagerado, y pensó ― Quizá participará en alguna obra de teatro, y le ha dado en pleno trabajo, por hacer una práctica actoral. ― Siendo el señor Osmani un tipo siempre jovial, mesurado y pacífico. Un tipo de esos que ven la cotidianidad por muy adversa que se muestre, con una generosa sonrisa. Pero hoy estaba en modo gruñón, demasiado gruñón como para sospechar que ese tipo, detrás de la vitrina, pudiera ser el señor Osmani y sin ninguna paranoia conspirativa, este señor, de no estar practicando para algún papel de alguna obra, sería una versión falsa, un suplantador del siempre optimista, señor Osmani. ―“Todo ser humano sin excepción, ― Diña comentaba para sí, mientras observaba las alteraciones en el aura del señor Osmani― merece exteriorizar más de alguna vez, algún descontento, aunque esto no implique más que el asombro de cualquier asiduo cliente, estupefacto de que la persona cuyo rostro, por lo general, es la imagen de la bondad y la tolerancia, se vea alterado por unas simples gotas. Por algunas moléculas, quienes por mala o buena gana del peso o de la gravedad, le ha dado por desaforarles de su algodonado hogar. Dilio fue prudente. No hizo la broma de siempre. Se sentó en la butaca, puso las manos sobre la mesa. Jugó un poco con la azucarera de cristal, la cual le pareció muy hermosa por las múltiples y diminutas formas que sobresalían cúbicas y piramidales; de no ser porque en las otras mesas, había puesta, una azucarera igual, ésta, con la cual él jugaba, sin ningún menosprecio, podía ser una rarísima pieza de arte, una muy buena pieza cubista, una “Azucarera Picasso”. El señor Marcel, quien era un tipo, muy serio y apagado, incluso algo tenebroso. Algunos clientes, pensaban que el señor Marcel, posiblemente, en el patio trasero de su casa poseía un cementerio clandestino, producto de los muchos asesinatos realizados, sin usar más armas que sus manos. Delgado y con 1.95 metros, el pelo sin volumen y sus ojos penetrantes, generaban esa sospecha, aunque lo que daba más miedo era su actitud silenciosa, en ocho meses de trabajar allí como guarda de seguridad, y menos que guarda: portero, no se le había escuchado una palabra, o un simple murmullo, ni visto una sonrisa. Dilio se sorprendió, cuando en el momento que las murmuraciones del señor Osmani se sometieron a la tersura del silencio, una chica, cuyos ojos no había visto jamás, aunque había visto muchos ojos en todo aquél país alejado de todo dios y de toda paz, le miraran sonrientes. Dilio no pensó en nada más que en esos ojos, cuyo adjetivo fue en ese momento, “Hermosos”. Pensó también en que la lluvia, cuya hermosura era más hermosa que cualquiera hermosura, no podía competir con esa hermosidad de estos ojos, que al verlos aunque fuese fugaz, parecía una sonata de sonrisas. Después vino la sorpresa. Después el mundo se adelantó a contarse la historia de una lluvia que caía en un lugar, sulfuroso, violento, de un país sin nada que contar más que muertos.
Posted on: Thu, 04 Jul 2013 03:59:23 +0000

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