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Comenzamos el viernes con esta breve reflexión que os compartimos... HIPERREALISMO Un celebrado slogan del mayo del 68 francés decía: “Sed realistas, pedid lo imposible” Y casi pareciera que Jesús se anticipó a él en 2.000 años porque muchas de sus directrices resultan, a primera vista, tan ilusionantes como poco realistas y prácticamente imposibles de llevar a la práctica. Asomados al vértigo de Su radicalidad, algo se nos atraganta y nos abruma cuando oímos a Jesús decir que amemos incluso a nuestros enemigos, que demos a todos todo lo que nos pidan sin esperar devolución, que retribuyamos el mal con el bien, que vivamos al dían angustiarnos por el mañana, que perdonemos siempre tomando la iniciativa, que la vida del otro es más importante que la nuestra, que nos hagamos como niños o que si queremos vivir y anunciar el Evangelio de verdad vayamos por la vida confiando en la gracia y en la provisión de Dios y libres de ataduras e hipotecas; sin aferrarnos a las cosas ni militar por nada ni por nadie que no sea el propio Dios y su Reino. Ciertamente hay un tipo de realismo que nos incapacita para entender el Evangelio y, lo que es más importante, para ponerlo en práctica. Es el realismo que circula a ras de tierra y, como vuela tan bajo no es capaz de ver las posibilidades y horizontes de la realidad de Dios mismo. Es incapaz de creer aquello de que “lo que es imposible para el ser humano es posible para Dios”. Se conforma con la mediocridad posibilista de “ir tirando” resignándose a que lo que hay constituye una realidad irrompible. Pero Jesús nos invita a vivir un hiperrealismo trascendente y experimentable que, a poco que confiemos en Él, podemos hacer nuestro. Y no consta ni se alimenta de excentricidades, delirios, aspavientos o pirotecnia. De hecho, cuando se entra en su dinámica, deviene con una naturalidad sorprendente y lo impregna todo. Quienes asumen esa realidad aprecian lo que significa vivir la vida en plenitud y disfrutar del gozo y la paz de Dios. Y eso les lleva, necesariamente, a ejercer sus vidas con una actitud de sensibilidad, misericordia y bondad. Llegan a ser personas sabias, sensibles y bondadosas incluso en las circunstancias más duras de la vida, en las estrecheces económicas, en la inseguridad de un trabajo precario, en la soledad, en la aridez de una convivencia difícil, en la enfermedad sin garantías de curación, en la vejez que se vive sin amargura ni resentimiento, en el anonimato del que nunca será una “persona importante” ni hace nada que llame la atención. Son místicos sin pretensiones. Hombres y mujeres redimidos para vida eterna cuyas vidas transmiten no ya un mensaje hablado sino un testimonio creíble y vivo de salvación y entrega a los demás que no pasa desapercibido a cuantos les conocen y tratan. Es ni más ni menos que el realismo de quienes aceptan la entrega, la acogida y el perdón de Dios, sintonizan con Jesús, disfrutan de su comunión día a día y se abren a los compromisos con la realidad de su entorno y de los demás que su Reinado implica; el realismo de los que viven desde la esperanza, de los que han depositado en Jesús una confianza incondicional que les lleva a ver lo más profundo de la realidad. El realismo de quienes han asumido Su cosmovisión y no echan de menos nada de aquella otra realidad en la que vivieron antaño. Es, cristianos como somos, nuestro hiperreal realismo de cada día… ¿o no? Juan F. Muela
Posted on: Fri, 27 Sep 2013 07:32:22 +0000

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