Correr para vivir Si en Occidente conocemos a los indios - TopicsExpress



          

Correr para vivir Si en Occidente conocemos a los indios Rarámuri es gracias a su prodigiosa capacidad para correr día y noche sin descanso en la Sierra Tarahumara, donde habitan (Chihuahua, México). Y sobre todo, porque lo hacen calzando sandalias fabricadas por ellos mismos con un trozo de neumático de coche que sujetan con cintas de cuero al pie. Carreras de cientos de kilómetros dando patadas a una bola (rarájipari), y un aro lanzado con un palo las mujeres (rowera), entre comunidades rarámuri… o cacerías del venado persiguiéndole en equipo, como una manada de lobos, hasta la extenuación del animal, forman parte de su cultura y de su vida. “Correr” no siempre es sinónimo de deporte… para los Rarámuri significa supervivencia, comunicación y tradición que une, en unos parajes totalmente aislados, donde el único medio de transporte útil son los propios pies. Sin pretenderlo desde niños se convierten en atletas. No entrenan para ninguna carrera porque siempre están preparados para ella. Seguramente ese es el secreto de su formidable resistencia cuando se trata de cubrir kilómetros. Los Rarámuri pocas veces salen de su entorno, la desconfianza les hace cautos, pero cuando lo hacen no pasan inadvertidos. Su puesta en escena internacional más sonada fue en los 90, cuando varios de apabullaron a los mejores corredores estadounidenses de Ultratrail en la durísima Leadville Trail (Montañas Rocosas, EE.UU.), que cubre100 millas por encima de los 3.000 m, subiendo y bajando 10.200 m de desniveles. Hasta la fecha el único español que ha participado es Sergio Garasa Mayayo, en 2010. Los campesinos Rarámuri aceptaron correr en Leadville principalmente a cambio de alimentos (costales de grano y chivas) destinados a varias comunidades indígenas. En tres ediciones seguidas vencieron cómodamente. Victoriano Churo, Juan Herrera, Cirildo Chacarito, Felipe Torres, Manuel Luna, Martiniano Cervantes… aún son recordados por sus exhibiciones atléticas. No volvieron a ser invitados por la organización a pesar de ser tradición hacerlo con todos los vencedores. Podría pensarse que unos tipos en taparrabos y con un trozo de neumático de desguace atado a los pies no aportaban el glamour heroico que la gran carrera de ultraresistencia ‘gringa’ pretendía para su imagen. ¿En qué lugar dejaron estos indios “desarrapados” a las grandes multinacionales de calzado running, diseñado por expertos de la biomecánica del pie? Imaginemos, en la actualidad, el sobresalto en el departamento comercial de las famosas marcas patrocinadoras de conocidos ultratrails, ante un podium al completo de paisanos rarámuri, que corren casi descalzos y medio desnudos… y además no tienen facebook para seguimiento de fans. Cumplidos los 52 años y abuelo de varios nietos, el rarámuri Cirildo Chacarito fue el primero en parar el crono en los 160 km del Ultramaratón de los Ángeles, la tarde anterior había encontrado el material necesario para hacerse sus sandalias en un vertedero. Con ellas ganó. ¡Demoledor! Hace 10 años tuve el honor de correr junto a rarámuris en su casa, en la barranca Sinforosa. Verles en acción desafiando distancias, desniveles y precipicios, acariciando el suelo con sus huaraches, fue imponente. Protegidos por las magias de sus chamanes y con el apoyo de su gente, los rarámuri impusieron un ritmo frenético en el cruce de la barranca más profunda e intransitable de todas. No es terreno fácil, en 2008 el fondo de la barranca Sinforosa se cobró la vida dos corredores. Hay tramos en los que un mal paso puede catapultarte al fondo del pozo de una sola zancada. Cuando arriba el frío azuza, abajo el calor es tropical, cuando arriba el sol abrasa, abajo reina la sombra. Es como si fuesen montañas al revés, donde para subir a las cumbres primero tienes que bajarlas. “La barranca no tiene compasión o sales por tus propios medios o te traga”, me advirtieron antes de recoger el dorsal. Allí conocí a Arnulfo Quimare, entonces él tenía 23 años, venciendo a lo grande en la carrera de 100 KM del Untramaratón de los Cañones. Apareció por meta en solitario, como un hombre llegado de la prehistoria, en taparrabos, con sandalias y palo en la mano. Tras cruzar el arco de llegada la expresión de Arnulfo era la de quien podría seguir sumando fácilmente otros 100 km en sus pies. Cámaras, fotógrafos y espectadores le acorralaron. Arnulfo se sentó, recuperó el aliento y levantó la mirada para mostrar cómo son los rarámuri: dignos, tímidos, austeros, sufridores, vulnerables… pero poseedores del secreto de la resistencia, como tribu y como corredores de larga distancia. Pies ligeros Quienes deseen compartir una competición con rarámuris deberán viajar a su territorio. A los confines del “mundo perdido” de las Barrancas del Cobre. Un enjambre de siete barrancas (Urique, Sinforosa, Batopilas, Candameña, Chinipas, Oteros y del Cobre) que es el equivalente a cuatro veces el gran Cañón del Colorado. Están modeladas por mesetas que superan los 3.000 m y profundas quebradas sin fondo. Allí se organizan tres carreras en las que pugnan juntos atletas ‘chabochis’ (blancos/mestizos) y rarámuris. Dos en el Ultramaratón de los Cañones, en la Barranca Sinforosa (Guachochi), con distancias de 63 y100 km. Y otra, el Ultramaratón Cañón del Cobre-Caballo Blanco (Urique), de 80 km, fundado por el recientemente fallecido Micah True, ‘Caballo Blanco’, inspirador del libro ‘Nacidos para correr’. En todas ellas los pies descalzos indios vencen a los pies sintéticos blancos. Mientras que nosotros utilizamos todo tipo de complementos energéticos y tejidos de última generación, ellos precisan de muy poco en carrera. Se avituallan de ‘pinole’, un brebaje a base de maíz molido disuelto en agua, y ataviados con cinta de pelo, taparrabos (faldones las mujeres), ‘quiote’ (palo) y simples sandalias, se defienden en los precipicios y en las eternas kilometradas con una facilidad prodigiosa.
Posted on: Sat, 26 Oct 2013 00:22:14 +0000

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