Cuatro días... Cuatro días habían pasado desde que Tao hubo - TopicsExpress



          

Cuatro días... Cuatro días habían pasado desde que Tao hubo optado por aquella decisión de marcharse. Se alejó de todos y de todo. Sabía que no estaba del todo bien, pero ahora nadie estaría ahí para hacerle alboroto por algo que, si bien no le hizo sentir mejor, fue la última salida que buscó para alejarse de aquello que lo lastimaba. Por algún lado podía ser que estaba correcta su decisión definitiva, pero por otro lado, ésta no lo satisfacía en absoluto; extrañaba a sus hijos, e incluso a aquél que jamás mostró interés desde su partida. De aquél que se encargó de hacer de su último mes, un total infierno. Eran aproximadamente las 2:15 de la mañana. Claro, no había dormido si es lo que se preguntan. Sabía que más tarde habría que despertar y comenzar con las labores de siempre, a primera hora del día. Sin embargo, ZiTao no sentía la necesidad de dormir, pues últimamente el hábito de dormir a todas horas, seguía. Seguía e iba de mal en peor. Ya no sólo dormía por las tardes, sino que lo hacía en toda oportunidad; se quedaba dormido por ahí hasta que su manager tuviese que despertarlo. Afortunadamente era menor, y no obtenía la gran cosa como regaño por su descuido. Para el momento en que tomaba lugar sobre su cómoda y solitaria cama, ya se estimaba que habían pasado más o menos diez minutos; en los que se ocupó de ponerse la pijama, lavar sus dientes y arrastrar su pesada anatomía hasta el mullido colchón, en donde una vez ahí, se dejó caer boca arriba. La luz del inmueble resultaba desgastante e incluso un poco nostálgica, ya que era tan tenue, que con seguridad, la Luna era capaz de alusar más que aquél simple par de lámparas. Vaya, el ambiente era tan frío... Era tan frío que el moreno se removió entre las suaves cobijas para cubrirse, pero, al recordar una cosa primero, optó por quedarse semi-sentado sobre la cama. Sin mucho esfuerzo ya había estirado la mano izquierda y tomado del cajón de la mesita de noche, una pequeña caja. Vamos, que la caja no era la gran cosa, pero contenía unos tantos recuerdos; recuerdos que ahora mismo no resultaban ser muy gratos. ¿Recuerdan aquél anillo? ¡Claro que lo recuerdan! Pues bueno, aquella cajilla sencilla de metal contenía una que otra nota, alguna carta o tarjeta; algún presente por uno que otro mes en los que, a su ahora ex pareja, se le daba por ser ‘‘romántico’’ Quizá no sería la gran cosa, pero para Tao, en su momento fue algo valioso, algo que atesoraba con gran empeño. Hasta hacía unos días atrás, él aún portaba aquél trozo de metal con la parte blanca del ‘‘Yin Yang’’ objeto principal que contaba como recuerdo de lo que alguna vez fue: ‘‘La conexión de almas gemelas.’’ Almas que ahora mismo no se encontraban ligadas por nada ni nadie. Ese trozo colgando pasó a ser parte de la caja, así como el anillo, notas (como antes se era mencionado) y alguna que otra pequeña tarjeta. Incluso el par de anillos que el mismo Tao había comprado, fueron a parar con todo y caja propia aquél lugar oscuro. Era probable que no le doliera en su momento, pero por dentro algo se murió. Algo había muerto hacía ya mucho tiempo atrás. Él pensó que todo eso que sentía, crecía. Pero al contrario de su pensar, fue algo que, si bien fue hermoso en su momento, terminó de matarlo por dentro. Secó su poco espíritu... ¿Y su confianza? Bueno, su confianza ahora no existía. Tao era un hombre sin pizca de orgullo, y aun cuando quería que todo marchara bien, siempre hacía las cosas mal. Prueba clara, era verlo ahora mismo comenzar a llorar y lamentarse. Era inevitable que ZiTao no llorara, pues era algo que durante las últimas dos semanas, se había vuelto su momentánea religión. Claro que muchos dirían que el pequeño panda estaba mal por llorar a alguien que no valía la pena, pero a él por sobre todo, aún le dolía. Era increíble que a pesar de los actos tan bárbaros de YiFan, ZiTao siguiera triste pro algo que ya no tenía solución. Pero, ¡Oh! eso último era un paso a la aceptación: ya no había nada qué hacer. No había ninguna solución, pero las promesas como siempre, fueron a parar por el retrete. ¿Ser amigos por siempre? ¡Claro! ¿Y?, ¿A dónde era que eso quedó? Estaba bien que Tao no era muy maduro, pero él intentó de corazón que las cosas fuesen buenas, aún si por dentro alguna vez le invadía el odio; o más bien, un sentimiento que trataba de hacerlo fuerte. Era un sentimiento inútil, pues ahora mismo Tao ya no era nada de lo que los demás habían conocido. Seguía cuestionándose acerca de cómo estaría aquél rubio orgulloso. ¿Estaría realmente bien con esto? Claro, era obvio que estaba bien, que posiblemente era feliz, y de ante mano, a YiFan no le afectó ni le importó jamás el que Tao-zi se marchase lejos de él. Y es que cuando algo ya no lo sientes parte de ti, hay que dejarlo ir. Cuando ese lugar ya no es tu hogar; cuando ya no lo sientes como tuyo, hay que partir a nuevos horizontes. Para él no era fácil, no. Admitía que no buscaría un nuevo hogar, no buscaría otra vida, y mucho menos sería nada fácil recuperar todo aquello que el orgullo de su ex pareja, le hicieron perder. Eso que había pisoteado reiteradas veces. Las cuestiones seguían, y el rostro suavemente pálido del rapero, ya estaba más que empapado por lágrimas. Esas lágrimas tenían cada una un recuerdo: desde la primera vez que volvió a verlo, hasta cuando reían por todo. Desde el momento que volvieron a pelear, hasta incluso donde se prometían estar juntos. Estaban los recuerdos de esa primera confesión, de todas esas caricias, mimos y noches simples y amenas en un cómodo sofá de la sala, esa sala que ya no era visitada más por nadie. Esa alfombra que ya no recibía a ningún par de locos reposando, peleando o repartiéndose caricias; recorriéndose cada facción a manos torpes. La cama era vacía, las habitaciones vecinas tan silenciosas que taladraban los oídos. El balcón ya no tenía sentido, y la luna ya pasaba a formar parte de un objeto común que quizá algunas otras parejas ahora tenían la oportunidad de prometerse. Tao echó de menos todo eso, y lo seguiría echando de menos, pues diario se torturaba sin siquiera quererlo. Tener que dormir, vestir, convivir y comer; sonreír y saludar alegre como si todo estuviese bien. ¿Nadie a caso veía su mundo derrumbarse? Pues no, parecía que no, e incluso ahora era que no quería sentirse una carga, otra razón por la que se había marchado. Sentía que simplemente comenzaba a estorbar, y que sus malas decisiones le hacían pagar caro el ser tan estúpido e incrédulo. La caja en manos fue a volar lejos. Salió disparada hacia el oscuro pasillo que atravesaba el umbral de su puerta abierta. Y entonces vinieron los gritos de desesperación. Vinieron las maldiciones al aire y los miles de porqués que nadie le respondería jamás. ¿A caso no se podía sentir más patético? Claro estaba que no, pero tampoco comprendía cómo pudo soportar y pasar por tanto. Pues había respuesta: amor. Estar enamorado era complicado; era hermoso pero triste también. Era algo que te alimentaba y te mataba también. Lástima que ZiTao experimentó más la última opción, porque ahora parecía un ser sin alma; sin vida y con sentido carente de alegría. Las pequeñas cosas que le hacían feliz, se habían marchado. El amor se había acabado, y a él le tocaba comenzar a olvidarse de todo. Tenía que dejar de llorar y sufrir cada noche por algo sin sentido. Ese algo que ya no tenía importancia. Y si Tao ya no era importante, entonces Yifan tenía que dejar de ser importante para Tao. Tao tenía que comenzar a preocuparse por sí mismo... Pero había un sólo problema: no sabía cómo. —Fue fácil para ti, ¿cierto?— Voló la primer cuestión al aire. No estaba loco, estaba acostumbrado a hablar solo, porque de alguna manera, tenía que sacarse todo ese dolor de su interior. Estaba tan despedazado; tan destrozado y adolorido, que era casi como una anestesia. Tener que soportar e incluso saber cosas aún cuando se encontraba lejos de todo aquello, lo estaban volviendo inmune al dolor. Si Tao seguía así, pronto tendría la fuerza para volver como alguien nuevo, o al menos tendría la oportunidad de crearse una nueva máscara; una máscara temporal al menos, para que momentáneamente no notaran que seguiría destrozado por mucho, mucho tiempo. Había llegado la hora de secarse las lágrimas y sonreír de la nada. Sonreír a los recuerdos que no tenían ya nada bueno. Tenía que parar ese infierno y tenía que dejar de sentirse tan roto y patético. Para eso costaría otra vez un tiempo llorando, lamentándose cada noche, pero iba a lograrlo. Iba a lograr seguir, porque ahora mismo comprendía que debía estar para sí mismo. Algunas cosas malas venían, y no era fin de tanto dolor, razón por la que Tao trataría de prepararse. Tocaba dormir, o fingir dormir; cerrar los ojos esperando que otra pesadilla no profanase sus sueños y lo hiciera llorar como el niño pequeño que era. Pero se tenía que aguantar, porque no habría nadie. Nadie vendría corriendo a él para abrazarlo y decirle que era un mal sueño. Tenía que confortarse. Para él, para sus hijos, para sus enemigos. Tenía que mostrar al menos una sonrisa falsa más. Buscaría las fuerzas... La pesadilla no terminaba aún... ¿Algo peor venía? Posiblemente era así...
Posted on: Thu, 03 Oct 2013 07:02:41 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015