DE CHAPA, DIPLOMAS E IMBÉCILES Dado que el galeno ha sugerido - TopicsExpress



          

DE CHAPA, DIPLOMAS E IMBÉCILES Dado que el galeno ha sugerido reposo para mi carótida externa derecha, procuraré escribir con la mayor mesura posible, empresa titánica ante la indignación de lo acontecido. Como es público y notorio, dos meses atrás el diputado nacional del Frente para la Victoria por C.A.B.A Juan Cabandié, a bordo de su rodado, fue interceptado en una esquina de Lomas de Zamora por Belén Mosquera, 22 años, empleada contratada por dicho municipio para cumplir tareas de vigilancia y control de tránsito. Solicitada la documentación pertinente, Mosquera verificó que uno de los papeles se hallaba vencido, motivo por el cual se dispuso a labrar la correspondiente multa. Lejos de mantener compostura atinente a todo CIUDADANO respetuoso de las NORMAS, el integrante del PARLAMENTO NACIONAL donde se discuten y elaboran las LEYES que regulan la vida en COMUNIDAD, liberó su exasperación hacia la CIUDADANA Y TRABAJADORA con el grosero y deshonroso calificativo BOLUDA, esgrimió la infame cobertura porque yo me banqué la dictadura... (al parecer, mérito exclusivo de una selecta minoría; la abrumadora mayoría fuimos colaboracionistas por acción u omisión), y finalizó la deliciosa faena con el antológico necesita un correctivo ¿viste?, exhortación dirigida, vía celular, al intendente local y cabeza de lista para DIPUTADOS NACIONALES (FPV provincia de Buenos Aires), don Martín Insaurralde. Días después del bochornoso episodio, Belén Mosquera, cuyo ingreso mensual era $ 3.431, fue echada del trabajo sin explicación alguna sobre los motivos de tan drástica decisión. El cinismo con que el pigmeo esperpéntico intentó justificar su actitud, no alcanza a disimular los aspectos más relevantes de la tropelía. Juan Cabandié es un perfecto producto de la inmunda pedagogía cultural y política inoculada en la sociedad argentina por la Unión Cívica Radical primero y el Movimiento Nacional Justicialista después, ambos movimientos fundados por caudillos mesiánicos, Hipólito Yrigoyen (sus seguidores lo llamaban el general, curioso mote para quien se considera paradigma de las virtudes cívicas) y Juan Domingo Perón (coronel formado en el nacionalismo católico del Colegio Militar de la Nación, instituto que en 1910, año de ingreso del mencionado, cambió sus planes de estudios por influencia del general prusiano Colman Von der Golz). Durante las tres décadas de expansión del capitalismo periférico (1910 - 1940) la argentina se instruyó y organizó bajo la concepción de una sociedad fuertemente estamentada, donde los grados y las jerarquías imperantes en las estructuras clerical y castrense modelaron en simultáneo el carácter comunitario y las relaciones derivadas. Para decirlo con más simpleza: la impronta autoritaria de ambas instituciones (iglesia y ejército) inundó todos los vínculos (interpersonales y sectoriales) hasta consolidar un verdadero estatuto en la alteridad relacional. El chapeo está en el alma de cada argentino. Se expone de manera brutal en las actitudes cotidianas en apariencia más inofensivas. Si del devenir histórico se trata, los militares vernáculos se cansaron de esgrimir supuestos blazones en cada dictadura, mito de ancestral bravura que se esfumó tan pronto la reina Albión y los gurkas nepaleses los devolvieron al continente dos meses después de que un borracho vociferara si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla. Del cuartel al ágora, el chapeo se enseñoreó bonito en comités y unidades básicas, fieles discípulos de don Adolfo Alsina (caudillo supremo del siglo XIX, fundador del Partido Autonomista Nacional en 1862, ex vice de Sarmiento entre 1868 y 1874), don Manuel Fresco (histórico gobernador de Buenos Aires (1932 - 1938), conservador de pura cepa) y don Alberto Barceló, caudillo de Avellaneda en idéntico período, hombre de armas llevar tanto como ejército de guardaespaldas para disciplinar díscolos. El hábito inveterado de pretender esgrimir una supuesta calidad distintiva (militar, correligionario o compañero) para ser habilitado en alguna concesión especial con respecto al resto de los mortales, deja al desnudo mucho más que un simple rasgo poco ponderable: es el huevo de la serpiente, el germen de una cultura profundamente fascista. Grave sin fisuras por los detalles narrados, el caso Cabandié agrega un aspecto que lo vuelve especialmente repulsivo. Quien esto suscribe rebalsa de hartazgo al comprobar una y otra vez como, desde 1983 a la fecha, una reivindicación genuina muta hacia la especulación infame. Durante la primaveradel nefasto Raúl Ricardo Alfonsín, el status de exilado recién llegado colocó a determinados personajes en lugares expectables de la opinión pública. Diploma y chapa de sufrido expulsado era motivo suficiente para ser entronizado en un pedestal al que no accedíamos los despreciables no bendecidos por la gracia del destierro. Los medios periodísticos oficiales, plagados de obsecuentes con pasaporte europeo (pleno conocimiento de causa), en número infinitamente superior al que ostentan los actuales, fue el signo sustancial del chapeo sin renovación ni cambio. Desde 2003, la credencial más redituable, al parecer, es la filiación con algún asesinado, torturado o desaparecido durante el holocausto criollo, recurso que el diputado nacional Juan Cabandié utiliza a la perfección, tanto como su pequeña almita de tirano agazapado en ropaje progre al solicitar un correctivo ¿viste? , jerga que lo asimila a los criminales que arrebataron su identidad. Una sociedad auténticamente democrática es aquella donde sus habitantes se presentan bajo un solo estatuto que los iguala ante la ley: el de simples CIUDADANOS. Gracia y estado civil, lujo para fisgones.
Posted on: Tue, 15 Oct 2013 02:27:30 +0000

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