Después de todos estos señalamientos, burlas y ofensas que ha recibido Peña Nieto en lo exiguo de su mandato, es evidente que nos encantan los chivos expiatorios. Somos un país que señalamos lapidariamente en nuestras figuras públicas lo que adolecemos o de lo que también pecamos como nación. Porque es fácil, porque así nos gusta, porque así nos conviene. En vez de levantar la voz y quejarnos de nuestra perenne condición de víctimas de todo y de todos, más nos valdría callarnos para escuchar como resuenan nuestros vicios, nuestras fallas y nuestras carencias en los metros cuadrados que nos toca afectar como seres humanos, como "civiles". Ninguno de nosotros es un santo.
Posted on: Fri, 26 Jul 2013 17:32:47 +0000
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