Después te cuento Cuando yo era chico –hace mucho, - TopicsExpress



          

Después te cuento Cuando yo era chico –hace mucho, muchísimo tiempo, media eternidad, más o menos-, casi todos los demás chiquilines del barrio, más que nada los que tenían a sus padres viviendo bajo el mismo techo, no tuteaban a sus abuelos. Algunos, incluso, no lo hacían ni con los padres ni con sus tíos carnales. Ni se te ocurría tutear a los vecinos así como así, por supuesto. El tuteo era equiparable a la falta de respeto. A la falta de educación, a la mala educación. Si vos tuteabas a Doña María o Don Pedro, imaginate cómo eran calificados tus padres. El calificativo más suave, “malos padres” que traen hijos al mundo para que se crien a la bartola, y mañana quién sabe qué puede salir de ahí. No te extrañara que saliera algún “infanto juvenil”, como se le llamaba entonces a la gurisada que agarraba para el lado de meter el caño o punguear. Por el mal camino, como se decía. En mi casa, incluidos mis abuelos maternos, se consideraba que la gente cuyos hijos no tuteaban a los abuelos y muchos ni a sus padres, era la gente venida del interior. En cuanto al trato con los vecinos, la idea era que si el vecino te daba un cachito de confianza, quedabas habilitado para tutearlo sin que nadie te lo recriminara. Mi barrio era uno de los muchos, muchísimos, en los que muy buena parte de los vecinos trabajaban en una textil, una curtiembre o un taller metalúrgico. Pocos tenían empleos públicos o eran bancarios. Trabajaras donde trabajaras, si ibas a trabajar en un día de paro, eras decididamente un carnero o un rompehuelgas. La gurisada, así, quedaba implícitamente autorizada por su familia y por el resto del barrio, a gritarle “carnero” y todo lo demás que se te ocurriera agregar, salvo insultar a su progenitora o mandarlo a la concha de la lora o de su hermana. Ni te cuento si al berreante insultado se le ocurría agarrarte de las orejas o pegarte una patada en el culo. Más valía que cambiara de barrio, que se borrara “ipso-facto”. La paliza más chica le dejaba un ojo negro, por lo menos. No sé cómo será hoy mi barrio –el Prado no residencial, en la capital- en este sentido, pero sospecho que el que hoy es mal mirado, es aquel laburante que hace los paros y que de pronto pierde el empleo por eso mismo, y luego buena parte de la gente dirá de él: “No pensó ni en sus hijos…”. El mundo y mi barrio, han cambiado, es cierto. Pero esta no es una visión pesimista ni lo que hoy pasa es atribuible necesariamente a la acción mediática a favor de patronales y gobiernos corruptos. Es atribuible, sí, a la inacción de aquella gente que quiere otro mundo y otros barrios, y que sólo está en el suyo para dormir, o apenas algún fin de semana de vez en cuando, guardado, mirando tele o tecleando en la compu. Han cambiado el mundo, mi barrio y nosotros, los que deseamos ardorosamente la revolución y la justicia social de verdad. Por distintos motivos, somos visitantes de nuestros barrios y hasta de nuestros hogares, no pocas veces. A los vecinos ya no se los trata ni de ché ni de usted. No se los trata, nomás. Y si hay medio cerca algún carnero, nadie le dice nada y hasta algunos lo saludan. El mundo ha cambiado y en mi barrio y en todos los barrios, respiramos la apacibilidad progresista. El que más el que menos, vive esperando el milagro del cambio. Y no son nada pocos los que ya están preparándose para doblar la apuesta de las urnas y volver a votar a los que nos siguen haciendo esperar los cambios y nos han enseñado a saber esperar. Pero también hay gente “rara” que muy enérgicamente ya tiene decidido no darle el voto a nadie. No es poca; no define nada, en apariencia, pero no es poca, y también se la mira por ahora como bicho raro o como energúmeno que no cree en nada. He tratado de descubrir en mi nuevo barrio, quiénes están en esa onda. No es fácil. Están resueltos, pero en general son de poco hablar con los vecinos, y, mucho menos, “de política”. Seguiré intentándolo y después te cuento, si me permitís que te tutee. Me hago llamar “Zalacaín, el aventurero”, al menos en este barrio virtual de los que queremos otro mundo, pero aun no sabemos cómo, capaz que por dedicarle demasiado atención y tiempo a algo que no está demás, por supuesto, como las llamadas redes sociales, pero que capaz un día las anunciadas tormentas solares nos las quitan, dejando fritos los satélites y hasta jodiendo a la misma fibra óptica y todas las notebooks y las tablets y los celulares más básicos y los más sofisticados también.
Posted on: Tue, 22 Oct 2013 08:47:00 +0000

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