DÍA DEL MAESTRO: En Agosto de 1970, justo cuando me faltaban unos pocos días para cumplir los diez años, me diagnosticaron una nefritis, enfermedad por la que debí permanecer dos meses postrado en cama, además de un sinfín de sinsabores. Mi maestra de entonces (cuarto grado) se llamaba Verónica (no recuerdo su apellido, ¡me gustaría tanto tenerlo presente!) y, al comenzar el curso venía antecedida por leyendas que aterraron al grupo de vagos que yo integraba. A partir de que me enfermé, mi señorita Verónica no dejó de venir ni una sola tarde a mi casa para traerme los ejercicios y todas las novedades que mis compañeros habían visto por la mañana. No recibía paga adicional, no tenía una relación especial conmigo, en fin..., no tenía ninguna obligación. Pero lo hizo. Dedicó más de cien horas a mi preparación, en forma personal, y eso significó que yo no perdiera un año. Nunca lo olvidé. Esa es la vocación docente que tanto admiro y con la que también me nutrieron muchas personas próximas a mí. Me encantaría poder encontrarme con la señorita Verónica para hacerle saber que existe una persona, por lo menos, que le agradecerá su gesto por siempre. Besos y abrazos a todos los maestros.
Posted on: Wed, 11 Sep 2013 16:16:42 +0000
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