EL SÍNDROME DE HUBRIS O HYBRIS: La ira no es sólo un pecado - TopicsExpress



          

EL SÍNDROME DE HUBRIS O HYBRIS: La ira no es sólo un pecado capital sino también un estado emocional bajo el cual se pueden llegar a tomar decisiones o decir cosas de consecuencias imprevisibles. Un ejemplo de ello fue el famoso discurso del general Perón del “por cada uno de los nuestros que caigan, caerán cinco de ellos”, frase de la que se arrepintió toda su vida. Enfermedad del poder. Al estado de labilidad emocional de la Presidenta hay que agregarle la del síndrome de Hubris, una de las manifestaciones más claras de la enfermedad del poder. En la antigua Grecia ya se hablaba de actos o conductas hubrísticas, que eran definidas como acciones en las que una persona poderosa hacía alarde de gran orgullo y autosuficiencia y trataba a los otros con desdén. Al mencionar estas posturas, Aristóteles señalaba que el placer producido por esa conducta radicaba en satisfacer el deseo de superioridad que la persona tenía sobre los otros. En el año 2009, la prestigiosísima revista científica Brain publicó un artículo señero sobre el tema, firmado por los doctores David Owen y Jonathan Davidson. Owen es neurólogo y psiquiatra inglés y Davidson es psiquiatra de la Universidad de Duke, en los Estados Unidos. El artículo se titula: “Síndrome de Hubris: ¿Un trastorno de la personalidad adquirido? Estudio de los presidentes de los Estados Unidos y de los primeros ministros británicos en los últimos cien años”. Al definir el síndrome, los autores enumeraron los siguientes síntomas: 1 Tendencia narcisística del líder a ver el mundo primariamente como una arena en la cual ejercer el poder y buscar la gloria. 2 Una predisposición a adoptar decisiones que, en apariencia, le dan al líder una gran imagen. 3 Una desproporcionada preocupación del líder en su imagen. 4 Una manera mesiánica de hablar acerca de hechos cotidianos y una constante exaltación de sí mismo. 5 Una identificación del líder con la nación, o la organización al extremo de considerar sus apetencias y las necesidades del país como idénticas. 6 Una tendencia a hablar en tercera persona. 7 Una excesiva confianza de la persona en su propio juicio y poco aprecio por el consejo o la crítica del otro. 8 Un exagerado autoconvencimiento del líder, rayano con la omnipotencia, en lo que puede llegar a lograr. 9 Una actitud de creer de que antes que responder a la ciudadanía, el líder está destinado a hacerlo ante la historia. 10 El convencimiento del líder de que la historia lo reivindicará. 11 Una progresiva pérdida de contacto con la realidad acompañada de un creciente aislamiento. 12 Desasosiego e inquietud. 13 Una tendencia a dar curso a una visión autocomplaciente de la rectitud moral de un determinado curso de acción, para obviar la necesidad de considerar otros aspectos del mismo, como su practicidad, sus costos y la posibilidad de un resultado diferente al deseado. 14 Una incompetencia hubrística, es decir, que las malas decisiones del líder no se corrigen debido a su autosuficiencia que lo lleva a menospreciar los posibles efectos adversos de una determinada medida política. Asociaciones. Algunos de estos rasgos son compartidos con el trastorno narcisístico de la personalidad. En otros casos, se observa una asociación con el trastorno bipolar. Se considera que el síndrome de Hubris es un mal producido por el poder cuyos síntomas remiten una vez que la persona lo ha dejado. El elemento clave es que el Hubris es un trastorno causado por la posesión del poder, particularmente cuando su ejercicio se ha mantenido por años bajo condiciones de mínimo control y ha estado asociado a algunas decisiones que fueron consideradas exitosas por la población. Las subsecuentes vicisitudes electorales parecen incrementar la probabilidad de una crisis hubrística y de un síndrome de Hubris. El enfrentar una situación contradictoria también. La lista de hombres y mujeres que ejercieron el poder y que padecieron el síndrome de Hubris es relevante. Entre los presidentes de los Estados Unidos están: Theodore Roosevelt, Woodrow Wilson, Franklin Delano Roosevelt, John Fitzgerald Kennedy, Lyndon B. Johnson, Richard Nixon y George Walker Bush. Entre los primeros ministros británicos están: David Lloyd George, Neville Chamberlain, Winston Churchill, Anthony Eden, Margaret Thatcher y Tony Blair. En silencio. No hay que abundar en detalle para determinar que en la conducta de la Presidenta se evidencian varios de los síntomas del síndrome de Hubris. El problema es que ella no se da cuenta de ello y los que se dan cuenta no se atreven a decírselo. Esa es la dimensión que existe entre los funcionarios del Gobierno. ¿Tiene tratamiento el síndrome de Hubris? El artículo de Owen y Davidson acomete la cuestión y da la respuesta: * “A medida que crece la efectividad de los tratamientos psicológicos de los trastornos de la personalidad, es concebible que los individuos que padecen síndrome de Hubris, trastornos narcisísticos de la personalidad y otras afecciones afines se muestren más receptivos a recibir ayuda, sabiendo que pueden tener mayor alivio que en el pasado.” * “Los beneficios más probables que derivan de una mayor conciencia social del Hubris son que, en la medida que las expectativas cambien, los líderes en todos los órdenes de la vida sientan una obligación mucho mayor a aceptar y no resistir los mecanismos de control social prescriptos en los regímenes democráticos, como el límite de un máximo de ocho años establecido para los presidentes de los Estados Unidos y la renuncia a buscar re-reelecciones.(…). Debido a que un líder político intoxicado de poder puede tener efectos devastadores sobre mucha gente, hay una especial necesidad de crear un clima de opinión pública por la que se haga a esos líderes más responsables de sus acciones.” Esta es la compleja situación por la que atraviesa hoy la Presidenta. Como tantas otras circunstancias de la vida política, esto plantea un dilema de cuya resolución depende el futuro de su gobierno y del país. Es imprescindible que Fernández de Kirchner recobre el equilibrio emocional, por su salud y por el bien de todos. La necedad, de la que lamentablemente suele jactarse, la dejará atrapada en las redes del síndrome de Hubris, una enfermedad del poder cuyas consecuencias negativas siempre padece la sociedad. Producción periodística: Guido Baistrocchi.
Posted on: Mon, 19 Aug 2013 01:27:24 +0000

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