EL VECINO La envidia es algo terrible, tan terrible que ha - TopicsExpress



          

EL VECINO La envidia es algo terrible, tan terrible que ha provocado muertes en muchos lugares de Honduras. Rodolfo Aguirre vivió en la ciudad de San Marcos de Colón durante algún tiempo. Había llegado de Nicaragua en busca de salud, le habían dicho en Masaya, de donde era originario, que en San Marcos vivía una señora que sanaba cualquier enfermedad utilizando yerbas. Aquella tarde, doña Benita lo recibió amablemente, le examinó los ojos y le dijo: Muchacho, vos estás muy enfermo, te han hecho mal para que abandonés este mundo, has andado enredado en problemas, ¿verdad?. Rodolfo miró a la señora y le confesó su problema. Doña Benita, mi vida ha sido un infierno en los últimos tres años, he sido un hombre trabajador, me dedicaba a hacer hamacas con un bonito colorido, las llegaban a comprar de muchos lugares, aquí en Honduras he tenido muchos clientes que poco a poco se fueron alejando de mí. Todo comenzó cuando se pasó a vivir cerca de mi casa un hombre que llevaba a cuestas una gran cantidad de problemas. Le brindé ayuda y trabajo, le enseñé a hacer hamacas, aprendió rápido y tenía mucha habilidad en poco tiempo. Luego se enamoró de una mujer llamada Ada, muy guapa, muy coqueta, pero sobre todo... envidiosa. Cuando aquél hombre llamado Bismark se casó con ella, las cosas comenzaron a cambiar, me dijo que ya no trabajaría conmigo y que pondría su propio taller y se instaló en su casa. Al principio todo marchaba sobre ruedas, él tenía su clientela y yo la mía. Ada llegaba a visitarme cuando él salía a vender sus hamacas y sus coqueteos me llevaron a tener una relación íntima con ella, cuando estábamos juntos muy sutilmente me preguntaba la dirección de las personas que llegaban a comprar mis hamacas de Honduras, El Salvador y Costa Rica; así caí en la trampa. El hombre al que ayudé me había mandado a su esposa para que mantuviera relaciones conmigo para sacarme toda la información que necesitaban. Un mes después, las ventas se me vinieron abajo mientras él comenzaba a prosperar y yo a enfermarme y a quebrar mi negocio. Al final todo me salió mal, Bismark dejó de hablarme y me di cuenta de que su envidia lo llevó a arruinarme el carro. Unos chavalos me dijeron que lo había visto echándole azúcar al tanque de gasolina y luego le ponchó las dos llantas delanteras. No le dije nada porque las cosas hubieran empeorado; en el fondo soy un hombre violento. Míreme, señora, en qué carnes estoy, he ido adelgazado poco a poco a veces se me nubla la vista, me tiemblan las piernas y me mareo constantemente. Fui a Managua en busca de ayuda médica y no me encontraron nada, me recetaron estas pastillas para los mareos, eso fue todo. Hace una semana, una buena señora de aquí de Honduras me habló de usted y por eso estoy aquí para que me cure. Doña Benita lo calmó. Todo va a salir bien, amigo, el mal está pasado y tenés que quedarte a vivir en San Marcos durante un tiempo mientras recuperás tu salud. Te voy a hacer una toma, vas a arrojar dentro de unos veinte minutos; arrojando se te va a salir parte del mal porque esa mujer te dio de beber cosas terribles. Vamos a dejar que pase una semana para seguir con el tratamiento. Una semana después Rodolfo se encontraba bien, la buena señora le pidió que le hiciera una hamaca, que ella compraría lo necesario y así Rodolfo se puso a trabajar. Una vez terminada la hamaca, la colocó en el corredor de la casa atándola de dos vigas. La señora estaba fascinada con el trabajo. Qué manos las tuyas, Rodolfo, esa hamaca la vas a estrenar porque la voy a curar para que regreses a Nicaragua después de que te hayas medido en ella. Diciendo unas palabras que Rodolfo no entendió, doña Benita regó varias aguas sobre la hamaca, luego le indicó a Rodolfo que se subiera en ella y se meciera durante una hora. El tiempo había corrido: durante un mes, Rodolfo había vivido en San Marcos de Colón y aún le quedaban unos córdobas para regresar a Masaya. Una mañana de febrero de 1957 tocaron a la puerta de la casa de doña Benita. Rodolfo había regresado, no era ni la sombra de aquel hombre flaco que había estado bajo su cuidado. Estoy de regreso, doña Benita, le hice una hamaca especial para usted. He recuperado mi clientela y todo marcha bien. El vecino se fue de Masaya. Me contaron que la mujer se prostituyó y lo dejó. Él se dedicó a beber licor y poco a poco fue perdiendo a sus clientes. Cuentan que una noche, cuando regresó de la calle, un perro negro no lo dejaba abrir la puerta de la casa, luego se escuchó un galope y apareció en la calle un hombre montado en un caballo negro, los perros se pusieron a aullar y las gallinas del vecindario se alborotaron. Los vecinos sintieron un olor a azufre y todos cerraron puertas y ventanas al escuchar los gritos despavoridos de Bismark. Luego todo quedó en silencio, fue el diablo el que se lo llevó. Doña Benita le sirvió una taza de té de yerbas y comentó: El día que vos te meciste en la hamaca, él recibió de regreso la maldición que te había hecho, las cosas que te hicieron comenzaron a sucederle a él, la mujer se le fue y él se convirtió en un alcohólico como pago de los males que le había enviado a otros vecinos. La envidia lo consumió y al final ese ser siniestro se lo llevó porque Bismark tenía un pacto con él. Don Rodolfo falleció en 1989 en la ciudad de Masaya. Su hijo mayor, Gonzalo, me contó esta historia. Cuando pasaba por San Marcos siempre llevaba flores a la tumba de doña Benita, como lo hacía su papá después de que ella falleció. #byherz
Posted on: Fri, 19 Jul 2013 03:34:41 +0000

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