ENSAYANDO RESPUESTAS. Alfonso J. Palacios Echeverría. En - TopicsExpress



          

ENSAYANDO RESPUESTAS. Alfonso J. Palacios Echeverría. En repetidas ocasiones se pregunta uno el por qué de ciertos fenómenos que, por repetirse, llegan a parecer normales dentro de la vida cotidiana, cuando en realidad no lo son. Y como nadie ensaya respuestas, por más descabelladas que resultaren, a veces puede ser interesante elucubrar sobre ello, pues existe la posibilidad de encontrar la respuesta correcta. Sin embargo, el margen de error es bastante grande, sobre todo si se trata de personas maliciosas, desconfiadas, y que tienen la pésima costumbre –como es mi caso- de andar buscándole razones o intenciones ocultas a lo que parece anodino. Sin embargo, el ejercicio mental necesario puede resultar en un acierto importante y esclarecedor. Por ello he confeccionado una larga lista de preguntas y respuestas que trataré de exponer sencillamente, a fin de despertar la curiosidad y el cuestionamiento en los lectores. No todas serán expuestas acá, claro está, porque lista es grande, pero la intención es la de estimularle a pensar por sí mismo, a cuestionarse lo que parece inocente y quizá no lo es tanto. ¿Por qué es que la educación básica (primaria y secundaria, y en más casos de los que uno se imagina la universitaria), ha sufrido un deterioro tan grande, al punto de que lo que se aprende resulta bastante poco? Es cada vez más evidente que la educación que se imparte, desde la primaria hasta la universitaria, incluyendo hasta los postgrados, carecen de consistencia. Es decir, como indiqué hace ya años, están diseñados para el facilismo de los educandos y la superficialidad de los educadores. Y el resultado es obvio: personas que no son analfabetas (saben leer y escribir, aunque cometen faltas de ortografía y probablemente no entienden lo que leen), pero que funcionalmente y estructuralmente si lo son. El nivel de ignorancia, en temas de cultura general, que se aprecia en la casi totalidad de la población y el nivel de superficialidad en los profesionales, resulta asombroso para quienes tuvimos la enorme suerte de ser educados hace bastante más de medio siglo, cuando las exigencias eran mayores. Ahora bien, esto es algo que viene en picada desde hace más de treinta años, precisamente cuando empezó a ser asumida la postura neoliberal en el manejo de los países. Pues resultaba necesario para esta corriente de pensamiento político y económico poseer una “masa inculta” fácilmente maleable, para los propósitos de conducirla dócilmente hacia el consumismo, la indiferencia ciudadana, la incapacidad de pensamiento analítico y consecuentemente, incapaz de cuestionarse el por qué de las cosas. En otras palabras, mientras más educada sea la población de un país, más madura políticamente resulta y más difícil de engañar con la demagogia acostumbrada por los partidos políticos. Mientras más ignorante, más fácil de engañar y mantener sojuzgada. Y para terminar de completar el panorama, la formación universitaria se ha contagiado hace ya muchos años de esta “enfermedad”, al punto de producir estas organizaciones más personas técnicas que profesionales. Recuerdo perfectamente que hace ya varios años el Director del Servicio Civil presionaba a la Dirección de la Escuela de Administración Pública de la Universidad de Costa Rica, para modificar el programa de estudio, a fin de producir Técnicos en Administración Pública y no Licenciados profesionales, con el argumento de que eso era lo que necesitaba el país. Tema que acuerpaba la entonces Dirección, pues era una persona que ignoraba realmente los temas administrativos, aquellos que requieren un cierto nivel de profundidad. Y las consecuencias no duraron en manifestarse: mediocres instruyendo a los mediocres del futuro. Y qué decir de la formación que se imparte en las Universidades Privadas, en donde se compra a plazos un título que al final no tiene más valor que el del papel en que está escrito. Con lo cual, por el primer caso y el segundo, hemos llegado a un punto en que nos contagiamos por una “titulitis aguda” que no posee ningún valor, en cuanto a conocimientos se refiere. ¡Pero son necesarios los títulos, y mientras más número de ellos y rimbombantes, mejor! Porque abren puertas en las carreras dentro de organizaciones públicas y privadas, ya que se ponen como requisitos, en el supuesto que la formación recibida es cierta, profunda y completa. Lo cual resulta en un contrasentido asombroso. ¿A qué obedece el fomento tan intenso de la pequeña empresa? Resulta loable, positivo y sumamente interesante la existencia de programas para el fomento de la creación y financiamiento de la pequeña y mediana empresa. Y uno podría pensar de inmediato que se trata de esfuerzos sumamente positivos para lograr la superación personal de muchas personas con esos intereses, el impulso de la economía nacional y la diversificación productiva. Lo cual es cierto en parte. Pero ¿es totalmente cierto? Pienso a veces que, a pesar de las bondades inherentes al impulso de la creatividad, independencia y desarrollo personal que pueden traer consigo las pequeñas y medianas empresas, existe tras de ello una falacia parecida a aquellos de “la responsabilidad social de las empresas” y sus programas de caridad hacia las comunidades. Recuerden que el camino del infierno está empedrado con buenas intenciones. Lo que importa realmente son las intenciones reales que se ocultan tras temas tan inofensivos y que tienen una fachada positiva. En el fondo lo que existe es realmente el fomento del pensamiento neoliberal, revestido de excelentes intenciones, y aclaro que en nada defiendo el estatismo de antaño. Creo sinceramente que empresa privada y Estado deben coexistir en toda economía de cualquier país. El problema radica en que el fomento de la libre empresa por lo general conlleva una crítica sostenida e intencionada hacia todo lo que representen intervención estatal. Y tras de ello el no aclarar cuál es el papel del Estado y cuál el de la empresa privada, sino más bien el de la minimización del Estado y el dejar a “la mano invisible del mercado” la conducción del país. Cualquiera que este sea. No se menciona para nada las consecuencias terribles que “la mano invisible del mercado” ha causado a nivel planetario: crisis financieras globales, países en quiebra, deshumanismo en la administración pública de muchos países, descontrol de la especulación por parte de la empresa privada, eliminación de los controles tan necesarios para evitar lo anterior, incremento de la corrupción con base en aquello de que “todo vale” cuando se trata de maximizar ganancias. ¿Cuál es la razón de las grandes fusiones de empresas, en todos los campos de la actividad humana? Uno de los fenómenos más frecuentes que vemos es el de la fusión de empresas (o la absorción de las de menor tamaño por las de mayor) en todos los campos de la actividad económica: transporte aéreo, producción agropecuaria, intermediación de bienes y servicios, distribución de bienes, y así mil y mil actividades más. Y la razón que se esgrime es que con la existencia de estos “monopolios virtuales” se logran economías de escala importantes, lo cual no dudo. Pero me da la impresión de que las economías se convierten en mayores ganancias para los propietarios y no en reducciones de precio para los usuarios y consumidores. Y se encuentra el demonio terrible de los monopolios, que se caracterizan por sacar del mercado a la competencia, poner los precios que les dan la gana, y hasta manipular políticos y funcionarios para mantener sus prebendas. Les pongo un ejemplo: los viajes a la ciudad de Panamá, que solamente ofrecen dos empresas, Avianca (antes TACA) y COPA, pues tienen el cuasi monopolio de la ruta, resultan más caros que ir a Miami, Santo Domingo, Nueva York, México, Guatemala o El Salvador, siendo como es un vuelo de cincuenta minutos, frente a los otros que pueden tomar horas. No existe razón alguna para ello, excepto la codicia de las empresas monopolísticas, por ausencia de competencia real. Lo cual es contrario –curiosamente- a los postulados del neoliberalismo. Aquí lo que priva es solamente la especulación y el tomar ventaja de una situación en cierta forma provocada, pues se manipulan las autoridades gubernamentales para evitar la “política de cielos abiertos” que facilitaría la competencia. Hemos visto, y vemos cotidianamente, la lucha feroz que libran en otras latitudes las grandes empresas para apoderarse de mercados, en todos los campos de las actividades económicas, sin la intención real de abaratar costos que beneficien a los usuarios o consumidores, sino de incrementar las ganancias. Lo peor de todo es que con el cuentito de los “derechos de autor” se comenten toda clase de tropelías que llegan hasta querer registrar la propiedad de estructuras moleculares, virus, semillas, y cosas así, con el fin de obtener cada vez más ganancias a través de la opresión del mercado. Es decir: nosotros. En un mundo idílico, se supone que esto no debería ser así, pero lo es. ¿Es el Estado un ente corrupto de por sí? Una de las cantaletas recurrentes que escuchamos cotidianamente es que el Estado es corrupto, así, de forma general, amplia, en abstracto. Y esto no es cierto. Un ente no puede ser corrupto, sino que lo son quienes los dirigen. En otras palabras, los corruptos son los políticos en cargos directivos y los funcionarios designados para conducir las organizaciones del Estado, y sus “socios” provenientes de la empresa privada corruptora, que son personas. O sea, que no puede existir un Estado corrupto, lo que puede ser corrupta es su administración. De la misma forma que no existe un país corrupto, sino que puede ser que algunos de sus ciudadanos lo sean, pero la mayoría no lo es, de la misma forma que la mayoría de los funcionarios públicos no son corruptos. Puede ser que sean maleducados, groseros e indiferentes frente a sus “jefes”: los ciudadanos que requieren de sus servicios. Este argumento ha sido utilizado de forma constante por el capitalismo neoliberal, para hacer hacia un lado a las organizaciones del Estado, eliminar las regulaciones, y entonces poder actuar “a la libre” sin esperar fiscalizaciones sobre sus actuaciones. Además, seamos claros, fuera de aquellas acciones corruptas cometidas por políticos y funcionarios dentro del ejercicio de sus responsabilidades, la mayoría de los grandes delitos se cometen con la participación de empresarios privados, como son consultorías, contratos, concesiones, privatizaciones y otras linduras. ¿Son necesarias las exenciones impositivas para las grandes empresas? Hace muchos años, cuando se buscaba estimular la economía con aquello de la sustitución de importaciones, los gobiernos concedían exenciones impositivas a ciertas empresas, a fin de que se ubicaran en el país, o se potenciara su crecimiento. Estas políticas funcionaron en parte, pero en la mayoría de los casos no, sino que se aprovecharon los amigotes de los políticos de entonces para obtener toda clase de prebendas. ¿Se acuerdan Ustedes de los Certificados de Abono Tributario? ¿De las fiesta de millones que realizaron empresarios inescrupulosos con ellos? Pues bien, se abandonó la política de sustitución de importaciones, como enemiga mortal del neoliberalismo, pero las exenciones impositivas continúan como si nada hubiera pasado. Y venimos arrastrando algunas realmente onerosas para los ciudadanos. Por otro lado, las exenciones impositivas resultan absolutamente contrarias a la forma de pensar del neoliberalismo, en donde se supone que debería existir competencia abierta y sin restricciones, y mucho menos beneficios odiosos hacia uno y otros no. Estas son las contradicciones que se oculta tras la propaganda gubernamental y la publicidad privada. Un ejemplo de ello fueron las exenciones impositivas otorgadas al turismo (hoteles y otras actividades) que fueron quizá muy necesarias en su momento, pero que hoy en día no se justifican, cuando la industria turística se encuentra debidamente asentada. Pero los “lobbies” son poderosos instrumentos para mantener beneficios y prebendas, y el argumento más utilizado es el de que si no se conceden la actividad decae, deja de ser lucrativa, se pierde competitividad y cosas así. Yo, por mi parte, considero que la competitividad, en buen cristiano, es ser lo suficientemente hábil como para triunfar en medio de circunstancias similares para todos, no porque me concedan una ventaja odiosa sobre otras personas. Bueno, hasta aquí algunas preguntas y posibles respuestas. Todo para que pensemos un poco sobre las realidades que nos rodean.
Posted on: Mon, 19 Aug 2013 16:15:50 +0000

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