Editorial de E. Tenembaum El 22 de febrero de este año me - TopicsExpress



          

Editorial de E. Tenembaum El 22 de febrero de este año me ocurrió un hecho que merece contarse. Iba hacia Plaza de Mayo, para presentar el acto por el primer aniversario de la tragedia de Once. No era necesario conocer el contenido de lo que se iba a decir para saber que sería durísimo para el Gobierno. Tomé el subte en la estación Medrano, de la línea B y se me acercó un grandote con cara de buenazo. --Tenembaum? --Sí. --Te tengo que confesar algo. Hace unos días escribí en twitter que si uno mezcla un vaso de agua fría y uno de agua caliente te sale un Tenembaum. Repito: yo iba hacia el acto por el primer aniversario de Once y el tipo me decía tibio. --Sos re antik, no?-- le pregunté. --Sí. ¿Cómo te diste cuenta? --Gajes del oficio: los antik más virulentos me suelen decir tibio, los k más fanáticos mercenario, esbirro de Magneto. Son reacciones muy estereotipadas. Viajamos juntos. Me contó que laburaba en una repartición pública y que por eso mantenía el anonimato en twitter. Para conservar el labro. A mi me daba risa que él no se diera cuenta de la contradicción: un tipo que pone la cara, el nombre, una y otra vez, a un alto costo personal, es acusado de tibio por otro que cuida, con todo el derecho del mundo, su laburo. De esos equívocos están hechos estos tiempos. El martes se produjo otro episodio del mismo estilo. Como se sabe, después de mucho tiempo, un funcionario del gobierno nacional, Ricardo Echegaray, visitó un programa de TN. Al terminar la entrevista, mi cuenta de twitter ardía. Era impresionante leer los mensajes uno por uno. Insultos, sospechas, deditos en alto, inclusive de algunos colegas que nos conocen desde hace décadas. De repente, Zloto y yo habíamos sido comprados por el kirchnerismo, eramos felpudos y esas cosas. En el medio, se colaban algunas críticas sensatas a nuestro trabajo. Lo primero que me sale decir es que alguna gente está muy mal. No importa si es k o anti k. Uno lo nota en el tono furioso, intolerante, persecutorio. Realmente, no le hacen bien al país con esas cosas. Están desbordados. Pero, sobre todo, no se hacen bien a sí mismos. Es como si todos se hubieran transformado en Anibal Fernández. Una entrevista es una entrevista. A veces salen mejor, a veces peor. Pero no da para un juicio definitivo sobre una persona. Y menos aun en un tono tremebundo. No es una violación. No es un asesinato. O sea, relájense. Habrá entrevistas mejores y otras aun peores. Una vez más, ayer me pareció percibir la enfermedad que afecta seriamente a la Argentina. Creo, sinceramente, que es una enfermedad que se va a apaciguar en los próximos tiempos y que mucha gente va a tener que encontrar otra obsesión con la cual ocupar su vida. Al menos, espero que sea así. Como se sabe, soy de los que creo que el Gobierno es el principal responsable de que esto suceda. Pero está en cada uno sumarse o no a esta locura. Es triste ver a tantas personas armadas de una regla para medir cuan kirchnerista o antikirchnerista son los otros. En realidad, las personas con reglas suelen ser tristes. Es como si no tuvieran vida propia. Los seres humanos solemos ser contradictorios, temerosos, grandilocuentes, generosos, algunas veces valientes y muchas otras cosas más. Tenemos momentos geniales y otros pésimos. Y así va la vida. Algunos, en medio de ese vendaval, asumen el lugar de jueces o sacerdotes o policías. Así, como quien no quiere la cosa. Se nota rápidamente alguien que es así. Y los más duros entre los duros suelen dar, luego, unas piruetas que a uno lo dejan colgado del pincel: no sé si les ha pasado en la vida. Lo segundo que me sale decir es que no quedé conforme con mi trabajo. Así como la semana pasada, cuando reporteamos a Nelson Castro, Beatriz Sarlo y VIlma Ibarra volví satisfecho, el martes no: estaba lleno de dudas. Cuando repasé la nota, y leí algunas de las críticas más precisas y respetuosas descubrí algunos puntos débiles en mi trabajo. Faltaban, al menos, dos temas importantes: las denuncias por corrupción --especialmente la investigación de Matías Longoni-- y, sobre todo, los aprietes de la AFIP del año pasado. Repasando la entrevista, encuentro ciertos atenuantes. Por ejemplo, que era un día especial, donde Echegaray era el protagonista del aumento del mínimo no imponible. Eso obligaba a que el tema central de la nota fuera ese. Y él se explayó largamente sobre el tema, lo que nos dejaba poco espacio para asuntos más conflictivos. Además, Echegaray estuvo hábil: sabe pisar la pelota y estirar los tiempos para que se diluyan los temas que lo ponen a la defensiva. Pero esas preguntas deberían haber estado. Es posible que la falta de práctica en entrevistar personalidades del oficialismo haya influído de alguna manera. A la distancia, me doy cuenta --además--que no contemplé en su debida dimensión el alto significado simbólico de la entrevista. En general, nuestros reportajes intentan ser rigurosos pero al mismo tiempo respetuosos y serenos. Eso, muchas veces, facilita que surja una frase que después es noticia. Pero, ayer, algo faltaba en el clima de la entrevista. Era muy fuerte verlo sentado ahí a Echegaray y el diálogo como que corría por otro lado. Abordamos como una nota más, algo que --sencillamente-- no lo era. Las personas moderadas que preguntaron sobre la entrevista con dudas merecen esa explicación. Algunos comprenderán otros no. Son las reglas del juego. Insisto. Habrá entrevistas mejores y otras peores. Así es la vida. Por supuesto, que cualquiera tiene derecho a opinar como quiere. De hecho, la cobertura de La Nación destaca la existencia de "ironías y preguntas incómodas", desde el título. Nosotros le exigimos a las figuras políticas que se banquen la crítica, aun cuando sea grosera, o injusta o exagerada. Lo mismo nos corresponde hacer a nosotros. Bancarla y, si se puede, aprender de lo que nos dicen. Nos equivocamos muchas veces, como cualquiera. Y el debate, aun con sobretonos, es muy nutritivo. Lo que sí debería quedar claro es que los fanáticos, los que están involucrados en una guerra santa a favor o en contra del Gobierno, los que creen que quienes piensan distinto son moralmente inferiores, son ratas, esbirros, están comprados y esas cosas, son larrata o son kakas, bueno, muy probablemente esas personas sean defraudadas siempre por nuestro trabajo. Pensamos distinto. Vivimos distinto. Sentimos distinto. No me gusta este Gobierno. Pero tampoco me gustan los fanáticos, los que ponen etiquetas, los puros, los que alimentan la locura cada día. Lo siento si ofendo a alguien. Pero es lo que pienso. Gracias por las críticas. A todos. PD: Y una cosa más. Ser tibio no siempre es un defecto. Es imposible no recordar a Carlos Menem cuando decía que "a los tibios los vomita Dios" o a Julio De Vido con sus pancartas "No es tiempo para tibios". Los fanáticos, los ultramontanos, los alcahuetes desprecian la tibieza. Yo dudo. No creo que la valentía y la moderación sean valores contrapuestos. Es solo una opinión. Quizá cambie mañana. Así de tibios somos los tibios.
Posted on: Sun, 01 Sep 2013 00:01:01 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015