El Papa, ese revolucionario (2/2) 28 Noviembre, 2013 - - TopicsExpress



          

El Papa, ese revolucionario (2/2) 28 Noviembre, 2013 - 13:30 La verdad sea dicha: con la llegada de Francisco al Vaticano, uno voltea a ver a Juan Pablo II y a Benedicto XVI como mirando hacia el más rancio y obsoleto pasado… Decíamos en la ocasión anterior que acaso las fuerzas reaccionarias de la Iglesia no dejarían a Francisco reformarla. Que para muchos resultaba exultante que hubiera llamado a la curia “la lepra”. Y que el Papa argentino había tomado por sorpresa a los ultraconservadores, que parecían no saber cómo reaccionar. Pues ahora el pontífice ha acometido su empeño reformista con mayor fuerza con el escrito apostólico Evangelii gaudium (la Alegría del Evangelio), en el que se lanza directamente en contra de todas las cosas que afectan no solamente al ámbito de la fe, sino a todos los demás ámbitos de la vida y la sociedad. El primero de ellos es la desigualdad, la “economía que mata” y en la que “predomina la ley del más fuerte”. Un sistema que, en palabras de Francisco, “considera al ser humano como un bien de consumo que se puede usar y luego tirar”. Ese Papa que le dijo a los manifestantes de Brasil que “protesten más”, acaba de denunciar que “las ideologías” justifican “la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera”. Todavía fue un paso más allá al criticar “a quienes todavía defienden la economía de libre mercado”. Estos comentarios, que quisieron ir más allá de las ideologías, como él mismo escribió, seguramente traerán un sinfín de comentarios y tratados ideológicos completos, pero por lo pronto parecieran las palabras de un teólogo de la liberación… Siguiendo en esa línea, Jorge e Mateus Mario Bergoglio pidió a los políticos una reforma financiera “que no olvide la ética”, y que cese “la idolatría del dinero”. “Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, no se resolverán los problemas del mundo”, expresó, sólo para agregar lo siguiente: “ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la vida de los pobres”. En cuestiones de fe y doctrinales, Francisco dijo que la Iglesia es “aburrida”, “mundana” y llena de “guerras internas”, y que debe abandonar su estilo “del pasado”. Lo que busca es volver a la esencia del Evangelio “a la ternura de Jesús”, haciendo hincapié, antes que nada, en la misericordia. Dijo preferir que la Iglesia esté “accidentada y herida, por salir a la calle, que enferma por el encierro y aferrada a sus comodidades”. Una Iglesia donde “no se encierre a Jesucristo en nuestros esquemas aburridos”. Quiere que ésta abandone su “elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar se analiza y clasifica a los demás”. “¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales!”, apuntó. Se trata de una revolución en toda la extensión de la palabra. No puedo concebir que quien lea esto no esté de acuerdo en que faltaba alguien que dijera las cosas como son. Incluso debe haber muchos que han defendido las posturas reaccionarias y que, ante este regreso al mensaje sencillo del Evangelio, estén en trance de cambiar sus posiciones. Porque las palabras del documento apostólico hacen absolutamente sentido: “hay normas que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas, pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como cauces de vida”, dijo Bergoglio, abriendo los ojos de muchos ante la colección de preceptos que dicen tan poco a la feligresía, de modo que nadie o casi nadie los cumple (como la prohibición de los anticonceptivos). El Papa recuerda que Santo Tomás de Aquino “destacaba que los preceptos dados por Cristo y los Apóstoles son poquísimos”. Y retoma las gigantescas palabras de San Agustín, perdidas en el marasmo del nuevo fariseísmo que reina actualmente, al decir que las normas añadidas por la Iglesia después de los Evangelios “deben exigirse con moderación, para no hacer pesada la vida a los fieles y convertir nuestra religión en una esclavitud, cuando la misericordia de Dios quiso que fuera libre”. Otros ámbitos en los que Francisco ha prometido cambiar el estado de cosas son la situación de las mujeres, la descentralización de la Iglesia y el diálogo respetuoso con otras confesiones. Además de la reforma al sistema financiero de la institución y, por supuesto, las penas a los pederastas y la necesidad de entregarlos a las autoridades civiles, algo que jerarcas anteriores se puede decir que prohibieron en la práctica. El preclaro e incansable Hans Küng escribió apenas hace unos días que “infligiría un gran daño a la credibilidad del Papa que los reaccionarios del Vaticano le impidieran poner en práctica lo que predica”. Entre estos reaccionarios identifica, como decíamos aquí también, a Ludwig Müller, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la anterior Inquisición. Müller ha escrito abiertamente contra lo que dice su superior sobre la misericordia ante los divorciados, a los que la Iglesia les sigue impidiendo comulgar. “¿De verdad puede alguien imaginarse que Jesús no habría condenado el trato que actualmente se dispensa a los divorciados? – se pregunta Küng–. Él, que protegió de forma especial a la adúltera, que se dirigió a los pecadores y fracasados y que incluso se atrevió a prometerles su perdón”. En realidad, sólo cabe pensar un poco (algo que había dejado de hacerse, pues los dogmas siempre inhiben el raciocinio) para ver con claridad que Jesús expulsó a los mercaderes del templo pero que éstos parecen haberse reproducido y perpetrado en los nuevos clérigos, tan pagados de sus medievales ideas. Al presenciar a Francisco parece que venimos saliendo de una larguísima noche oscura en la que la Iglesia fue gobernada por un conservadurismo a ultranza, y que volvemos al verdadero espíritu del Concilio Vaticano II, ese que quería modernizar a la institución y que era la divisa de Juan XXIII y Paulo VI. Luego de ver todo lo que ha logrado el Papa en tan poco tiempo, me sigo preguntando en qué momento y bajo qué circunstancias el Colegio Cardenalicio (institución conformada en su gran mayoría por conservadores) eligió a este hombre. Quizá no haya una respuesta, o ésta pase por los cardenales de la mal llamada “periferia”: América, África y Asia, quienes decidieron votar por un candidato liberal (aunque se puede pensar que nadie se esperaba un cambio tan extremo). Francisco ha declarado la guerra a la Iglesia anciana, esa que se acercaba a pasos agigantados hacia la irrelevancia. A la Iglesia impúdica, esa que toleró (sí, toleró) durante décadas crímenes atroces como la pederastia. A esa Iglesia que se defendió a sí misma y a su imagen antes que a los niños que se supone debía proteger. Por razones de espacio hemos dejado de lado ese tema específico, pero habremos de volver a él en una entrega más sobre el pontífice argentino, no sin antes revisar otros tópicos planetarios que también requieren atención. Por lo pronto seguimos asombrados, como se ha quedado asombrado el mundo entero, ante el mensaje alegre y a la vez quemante, sencillo y a la vez profundo de este Papa jesuita y revolucionario que vino del sur. José Manuel Valiñass blog
Posted on: Sat, 30 Nov 2013 07:37:39 +0000

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