"El futbol santafesino en los campeonatos de ascenso" Un recuerdo - TopicsExpress



          

"El futbol santafesino en los campeonatos de ascenso" Un recuerdo imborrable de mi niñez es el de aquellas tardes de los días sábados. En ella despuntaba con todas sus fuerzas mi pasión por el futbol, la misma que también por entonces comencé a sentir por el tango. Ambas me acompañan en los años que hoy transito. Las tardes de los sábados comenzaban con un picado en el césped del Parque del Sur, tratando de esquivar al cuidador que no quería que jugáramos allí “porque le arruinábamos el pasto”, o sino en la "cortada" de tierra que discurría paralela a la calle Entre Ríos en la que transcurrió mi niñez. Después había que ir a ver algún “partido de la Liga”, allí donde modestos clubs de barrio “hacían el año” si conseguían ganarle a las formaciones que para ese torneo disponían “los grandes”, es decir Unión y Colón. Desfilan así en mi memoria los nombres de “teams” –como se decía entonces- que ya no existen: Ferrocarril Santa Fe, Sportivo Candioti, Chacarita Juniors, San Isidro, junto a otros que aún hoy perduran como Ciclón Racing, Sportivo Guadalupe, el Newells local –el de Barrio Roma, no el gran club de Rosario- el tan querido Gimnasia de Ciudadela y los dos equipos de San Justo. Finalmente, el regreso a casa para enterarnos que había pasado con Colón o con Unión, según cual de ellos esa tarde había jugado de visitante en alguna cancha del ascenso ubicada en la Capital Federal o en el Conurbano bonaerense. Vale la pena recordar como era a mediados de los años cincuenta el formato del campeonato de ascenso, conocido como la “Primera B”, ese torneo en el que nuestros dos íconos dejaban “sangre, sudor y lágrimas”. Jugaban por entonces 18 equipos, todos contra todos, en dos ruedas, es decir que se prolongaba durante 34 fechas. La mayoría de los clubes se asentaban en Buenos Aires y el mencionado Conurbano, completando la grilla Sarmiento de Junín, incorporado al torneo a partir de 1952 a instancias de Evita, quien había pasado su adolescencia en esa ciudad del oeste bonaerense, Central Córdoba, el mítico “charrúa” rosarino y por supuesto, las dos formaciones que ya por entonces dividían la pasión futbolera de los santafesinos. Nuestros equipos jugaban de locales el domingo por la tarde, porque el sábado “era de la Liga” y esa pertenencia se respetaba a muerte. Pero de visitantes, salvo que fuese con Sarmiento, dado que en Junín existía el mismo respeto por la liga local, se jugaba siempre en la tarde del sábado. Quincenalmente entonces, Colón y Unión visitaban las carenciadas canchitas de Sportivo Dock Sur, Talleres de Remedios de Escalada, Almagro, El Porvenir, All Boys, Argentinos Juniors (que ascendió a primera en 1955), Colegiales (descendido a 2ª división en 1956), Temperley, Argentinos de Quilmes, Excursionistas, Defensores de Belgrano, el “cajoncito” que tenía Atlanta en Villa Crespo o los un poquito más pretenciosos estadios de Quilmes, Platense o Banfield, que habían jugado ya en primera división, al igual que Atlanta, pero que habían procurado construir un estadio más acorde a las exigencias no demasiado grandes que en esa época existían para jugar en esa división. En ese sentido se destacaba Banfield, que ya entonces tenía todas sus tribunas de cemento Retomo ahora mis recuerdos de aquellos sábados inolvidables de los años cincuenta. Caía el sol, se acercaba la noche y a las 19 horas se escuchaba su voz inconfundible irradiada desde Buenos Aires por la emisora local LT9, por esa época “Radio Santa Fe de Santa Fe” Comenzaba la esperada cortina musical, el locutor anunciaba el inicio de “El futbol santafesino en los campeonatos de ascenso” y “El Bachiller” saludaba “Comprovincianos amigos, muy buenas tardes”. Y de inmediato arrancaba su comentario acerca de lo ocurrido esa tarde con Unión o con Colón. Su relato estaba teñido de un tinte santafesino que lo cubría hasta la médula. Él era de “la ciudad de las lozas y de los sueños”, como no se cansaba de repetirlo utilizando la poética descripción que varias décadas atrás había escrito Mateo Botz En su cultísimo léxico no faltaban curiosas figuras para describir una jugada que nosotros no habíamos visto ni veríamos jamás, porque las filmaciones de los partidos eran por entonces una curiosidad. En una de esas tardecitas contaba que Rivero –Hugo Fermín, un destacado “entreala” izquierdo de Unión- había cabeceado “un centro medido con un compás por Marzábal –Osvaldo, un puntero derecho veloz y preciso- dejando al “Ruso” Goldbaum –legendario arquero del All Boys de aquellos tiempos- con una página en blanco en el libro de sus atajadas”. En otra ocasión describió la reacción de los hinchas de Argentino de Quilmes ante un gol en contra que uno de sus zagueros, de apellido Beatriz, convirtió a favor de Colón. Según “El Bachiller”, lo que le decían los simpatizantes del “Mate quilmeño” a su ineficiente y atribulado defensor no tenía “nada que ver con los versos que el Dante había dedicado a su amada Beatriz”. Las groserías, tan comunes hoy en los relatores y comentaristas de futbol, estaban absolutamente alejadas de su lenguaje. El amor por Santa Fe en cambio, campeaba a lo largo de todas sus audiciones. En esos quince minutos que duraba la emisión sabatina jamás se privaba de manifestar “que vivía en Buenos Aires por razones del bolsillo que el corazón nunca podrá entender”. Un día, ya en el ocaso de su vida, volvió a la eterna ciudad de Garay, donde por algunos años paseó su esmirriada figura por la calle San Martín. No dejaba de cubrir su calvicie con un sombrero bastante curioso en su forma y su color, atuendo que permitía reconocerlo a la distancia. Recuerdo que en nuestra “barrita” discutíamos si él "era de Unión o de Colón”. Hoy tengo muy clara la respuesta: era de los dos, porque antes que nada era santafesino. Y como tal actuaba en el micrófono y en la vida. Su nombre real no podía ser más común: Juan Fernández. Su personalidad en cambio no podía ser más particular.
Posted on: Thu, 20 Jun 2013 20:11:53 +0000

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