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Esos necios del 68 (Primera Parte) Escrito por Autor Invitado el 02 octubre 2013 a las 10:00 am en Destacadas, Sociedad por Argel Gómez Concheiro -Acuérdate siempre de que eran más de tres mil y que los echaron al mar. Luego se fue de bruces sobre los pergaminos, y murió con los ojos abiertos. Gabriel García Márquez Tlatelolco 1968Hubiera sido premonitoria si no fuera ya costumbrista la narración de la brutal represión que tuvo lugar en la estación de trenes de Macondo. Un año antes del agitado 1968, Gabriel García Márquez publicó su novela Cien años de soledad. En ella narra la gran huelga de trabajadores de la compañía bananera que concluyó con la masacre de miles de trabajadores a manos del ejército. El único sobreviviente, José Arcadio Segundo Buendía, despertó malherido a bordo del tren que llevaba, en doscientos vagones atestados, a los trabajadores muertos para ser arrojados al mar. Desde aquella noche —en la que volvió a Macondo en medio de una lluvia que duraría más de cuatro años— hasta su último respiro, guardó la memoria y enfrentó el olvido. “La versión oficial, mil veces repetida y machacada en todo el país por cuanto medio de divulgación encontró el gobierno a su alcance, terminó por imponerse: no hubo muertos, los trabajadores satisfechos habían vuelto con sus familias, y la compañía bananera suspendía actividades mientras pasaba la lluvia”, dice García Márquez desde su fatalismo memorable. Pero los necios del 68, los sobrevivientes de Tlatelolco, los Josés Arcadios Segundos del México real, lograron, no sin dificultades, imponerse sobre la versión oficial. A 45 años de distancia, resulta difícil encontrar a alguien que aún repita las viejas descalificaciones contra el movimiento y las mentiras que sostuvo el régimen priísta. Ha sido una larga lucha por la justicia y contra el olvido, que inició en el mismo instante en que la gran maquinaria de propaganda e información del movimiento estudiantil fue apagada. Desde el 3 de octubre, mientras los periódicos ocultaban a coro lo que miles de personas presenciaron en la Plaza de las Tres Culturas; mientras el gobierno seguía deteniendo estudiantes y torturaba a algunos de ellos en el Campo militar número 1; mientras decenas de familias buscaban a sus hijos en cárceles y morgues, Elena Poniatowska se echó a andar con su libreta para escribir el testimonio más importante y leído sobre el movimiento estudiantil y la noche de Tlatelolco. A la par del trabajo que realizaba Elena, entre finales de 1968 y 1971, desde la marginalidad y en un ambiente de zozobra, se publicaron algunos más, encabezando la lista de los mas de 80 libros que a la fecha se han publicado sobre el 68 mexicano. Sobresalen de aquellos primeros años el libro de un profesor comunista de la UNAM, Ramón Ramírez. En dos gruesos volúmenes compiló una gran cantidad de documentos sobre el movimiento —manifiestos, cartas, entrevistas— así como la primera cronología de los sucesos. Pronto se volvió un referente obligado para todos los demás estudios, aunque durante años estuvo agotado. Para 1970 se editaron, de forma clandestina y bajo el sello de una inexistente Editorial Estudiantes, los libros Los procesos de México 68 y Tiempos de hablar, donde se dieron a conocer las aberrantes acusaciones contra los mas de cien presos del movimiento y los alegatos que realizaron en su propia defensa José Revueltas, Eduardo Valle y el coordinador de ese esfuerzo editorial, Raúl Álvarez Garín. También desde la cárcel Luis González de Alba escribió Los días y los años, que apareció a principios de 1971. Ese mismo año Carlos Monsiváis publicó Días de Guardar, volumen con el que inició una larga historia de textos sobre el 68; cada tanto regresaría, a lo largo de su vida, a escribir y reflexionar sobre el movimiento que apoyó desde las páginas del suplemento “México en la Cultura” de la revista Siempre!, junto con Fernando Benítez y otros intelectuales. Pero probablemente las primeras palabras contra el olvido anidaron en la poesía. Apenas el 30 de octubre de 1968 José Emilio Pacheco escribía: “El llanto se extiende/ gotean las lágrimas/ allí en Tlatelolco.” En la tristeza y la soledad que siguieron a la represión también escribieron los poetas Efraín Huerta, Rosario Castellanos, Marco Antonio Campos, Thelma Nava, Carmen de la Fuente, Leopoldo Ayala y Juan Bautista Villaseca, entro otros. Pronto se sumó el canto, en voz de Judith Reyes, pionera de la canción de protesta mexicana, secuestrada en 1969 y obligada a salir al exilio. Judith grabó, entre 70 y 74 diez corridos que cuentan los sucesos mas relevantes del movimiento, desde la represión del 26 de julio y la ocupación militar de la Universidad, hasta los combates del Politécnico y la masacre del 2 de octubre. También comenzaron a escucharse las canciones de Óscar Chávez, Ángel Parra y José de Molina. En esos primeros años se presentó en los círculos universitarios El grito, México 1968. Un testimonio audiovisual invaluable, realizado desde el interior del movimiento. Este documental es una edición de las mas de ocho horas que filmaron los estudiantes del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), coordinado por Leobardo López Arretche, representante del CUEC en el Consejo Nacional de Huelga. Mientras estos primeros testimonios vieron la luz, el gobierno y la mayoría de los medios de comunicación cambiaron de estrategia; pasaron de repetir las mentiras de “la conjura comunista” y de “el ejército tuvo que repeler a los francotiradores” a guardar silencio. Así se explica, aunque resulte sorprendente, la ausencia casi total de libros que reprodujeran la versión oficial. Las excepciones son un libro escrito en 1969 por Roberto Blanco Moheno y una novela de Luis Spota de 1971. En el país de “aquí no pasa nada”, se recrudeció la censura y la intimidación para acallar a las voces críticas, como la del caricaturista Rius, quien también fue secuestrado a principios de 1969. Rius había publicado, en pleno movimiento, un “Número especial de los cocolazos” en su revista semanal Los agachados. En él narró, en su original estilo directo y didáctico, los acontecimientos hasta el 24 de septiembre, fecha en la que cerró la hoy célebre edición. En noviembre de 1968 nació la revista La Garrapata, el azote de los bueyes. Sus fundadores Rius, Helioflores, Naranjo y AB continuaron con humor y sarcasmo criticando al régimen, hasta finales de 1969 cuando, debido a presiones del gobierno, concluyó su primera época. Raúl Álvarez Garín, dirigente estudiantil del 68, considera hoy que la publicación de los primeros libros sobre el movimiento fueron un impulso fundamental para la liberación de los presos políticos. Cuando Luis Echeverría llegó al gobierno, los 156 presos del movimiento le quemaban las manos, tanto que terminó por liberarlos y enviarlos al exilio. A las pocas semanas el gobierno declaró que México no tenía exiliados políticos. Entonces los estudiantes decidieron regresar. El 3 de junio de 1971, en un emotivo reencuentro, una multitud de estudiantes recibió a sus compañeros en el aeropuerto de la ciudad de México. Ante el logro de esta demanda apremiante, una mayoría de activistas universitarios se propuso recuperar la calle. Así, y con el propósito de apoyar a un movimiento estudiantil en la Universidad de Nuevo León, se convocó a la movilización del 10 de junio. La marcha, que gritaba “¡no que no, si que sí, ya volvimos a salir!”, fue violentamente disuelta por un grupo paramilitar al servicio del gobierno conocido como Los Halcones. Después de esta nueva matanza, y en el contexto de la guerra sucia emprendida por el gobierno, fue muy difícil para la oposición responder a la versión oficial y demandar públicamente justicia por los genocidios perpetrados por los gobiernos de Díaz Ordaz y Luis Echeverría. Resultaba temerario salir a protestar a la calle. En 1975, una primera y reducida marcha conmemorativa del 2 de octubre se encontró con una infranqueable barrera de granaderos que le impidió llegar a Tlatelolco. Tres años después una marcha temerosa y profundamente conmovida, volvió a la Plaza de las Tres Culturas al cabo de una década. Probablemente ese año sonó en la calle el grito de ¡2 de octubre no se olvida! el cual quedó consignado por primera vez en octubre de 1979, en La Garrapata. Con la ayuda de los primeros libros testimoniales y algunas revistas independientes; con folletos, poemas y canciones que se fueron regando (y también perdiendo), miles de personas transmitieron, de boca en boca, de padres a hijos, de maestros a nuevos alumnos, la memoria del 68. Miles que bien podrían haber dicho, como la poetiza Rosario Castellanos “recuerdo, recordamos / hasta que la justicia se siente con nosotros.” Y en cada pequeña lucha sindical, estudiantil o incluso guerrillera de los años setenta, el 68 aparecía como nuevo símbolo, a la vez de orgullo, resistencia y luto. En ese poquito a poquito, en esos tiempos largos en los que los jóvenes de aquella época dejaron de serlo, se cumplió la premonición del poema de Thelma Nava: “Ellos ignoran que los muertos crecen.” - See more at: homozapping.mx/2013/10/esos-necios-del-68-primera-parte/#sthash.zt4VF5JY.dpuf
Posted on: Sat, 05 Oct 2013 05:23:50 +0000

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