From “the Apologetics bible” #11: Let’s continue with the second most basic text in “the Apologetics bible,” “The Gifts of Faith.” There are ten: Faith gives gifts. It is a way of understanding things that changes the lives of those who possess it. To believe in heaven frees us from the dread of death, or the need to keep ourselves distracted—never really living—because we cannot face the facts of life. To believe in heaven frees us from anguish at the death of those we love. Though we may miss them, we know that they have gone to God and are more alive than we are. We also know that one day we will be reunited with them. Knowing that we are not going to lose them, we feel freer to love them while they are here. To believe in heaven lets us dream. Though all of us have our dreams, the day comes when most people have to admit, if only to themselves, that their dreams are not going to come true. This never happens to people of faith. We know that our dreams are going to come true, the only place they ever could. Knowing that we were made for divine life, we understand that we were made to want divine life. Presumably, we also understand that no worldly thing could ever fill us. This is the reason that to get one thing is to want another. Therefore, though we can and we should work to make our lives and our world better, we need not suffer over any one thing we do not yet have. We need not anguish over any one problem we have not yet solved. We need not suffer envy. Not seeking more from things than they can give, we can enjoy the things we do have. Our house does not have to be a heavenly mansion. Our house is not in heaven. But, if we find love there, it can still be a home. The people in our lives do not need to be perfect. No one is perfect. Nonetheless, if the people in our lives are trying, they can still be our companions. To believe in heaven gives us joy. At the very least, it gives us hope. To believe in love gives us purpose. We know why we are here. We know what we should do. We know that what we do will make an eternal difference. If we believe that we are here to grow in love, we love. We are free—free from the fear that we are giving more than others—to live the only kind of life that could ever satisfy us. God would not have made us so that we could ever be happy doing what is wrong. Rather He made us so that we can be happy only when we are doing what is right. This is the reason that if we live selfishly we are never satisfied, no matter how much we have, whereas if we live a life of love we are always satisfied, no matter how little we have. If to grow in faith and love is our goal, we gain control over our lives. We are always in a position to do what we want most of all. This is not true if fame or fortune is our goal. If something worldly is our goal, we have to hope that the world will cooperate. (Probably it will not.) If, instead, to grow in faith and love is our goal, we can always do what we want, no matter what the world may do. If something goes wrong, we can accept it, and thus our faith will grow. If people offend or disappoint us, we can forgive them, and thus our love will grow. If we believe in God’s plan, we have the best possible reason to accept ourselves for who we are. After all, God’s plan for everything is also His plan for each of us. Yes, our life is a struggle, but it is a special struggle that God has given us to form each of us into a special person who will have a place in heaven no one else can fill. Understanding this, we can forgive ourselves for what we cannot yet do or have done and cannot change. No longer do we compare ourselves to others. Indeed, once we recognize that God has put all His love into our making, we can love ourselves for who He made us. This makes possible the sincere love of others. To believe in God’s plan allows us to accept whatever has happened and cannot be changed. We may not yet know why something hard has happened, but we can know that it needed to happen, for the best possible reason. Likewise, to believe in God’s plan allows us to accept whatever is happening now and cannot yet be changed. Since we know that everything that is going to happen—once it has happened and cannot be changed—will also follow God’s plan, we can live our lives without fear. If we know that a year from now we are going to be where God wants us to be, what’s to fear? If we think the same about our family and friends, we can live without the impossible burden of thinking that everything depends on us. Everything does not depend on us. Everything depends on God. Our job is to do our best, the best we can right now. The rest is up to God and His plan. To believe in God’s plan gives us peace. De “la biblia Apologética” #11: Que continuemos con el texto segundo más básico que “la biblia Apologética” contiene, “Los Dones de la fe”. Son diez: La fe da dones. Es una manera de ver las cosas que cambia la vida de todos los que ven de esta manera. Creer en la vida de los cielos nos libra del temor de la muerte, o la necesidad de distraernos siempre—nunca viviendo de verdad—porque no podemos ver la vida como es. Creer en la vida de los cielos nos libra de la angustia cuando aquellos que amamos mucho mueren. Aunque hacen falta, sabemos que están con Dios, y son más viviente que nosotros. Sabemos que, un día adelante, vamos a estar reunidos. Por esa razón no tenemos miedo amar a ellos ahora. Con nuestra fe en la vida de los cielos podemos soñar sabiendo que nuestros sueños van a realizarse Y MÁS! Pues, todo el mundo tiene sueños. Pero llega el día cuando la mayoría tienen que admitirse que sus sueños nunca van a realizarse. En sus interiores, sus sueños se burlan de ellos. Eso no pasa a la persona de fe. Los sueños no nos burlan de nosotros, más nos elevan, dándonos vislumbre de lo que viene. Sabiendo que Dios no creó para la vida con El, entendemos que El nos creó desear esta vida. Por eso, entendemos también porque nada del mundo puede llenarnos, y porque es que conseguir una cosa es desear otra cosa, y resolver un problema es crear otro problema. Cuando entendemos que siempre será así no sufrimos lo que no tenemos. No sufrimos la envidia. No buscando más de las cosas que puedan ofrecer, podemos disfrutar de las cosas que ya tenemos. Nuestra casa, por ejemplo, no tiene que ser nuestra mansión en los cielos. (No está en los cielos.) Pero todavía puede protegernos cuando llueve y ser el hogar de nuestro amor. Nuestros compañeros no tienen que ser perfectos. (Nadie es perfecto.) Pero con ellos podemos tener una vida compartida. Creer en la vida de los cielos nos da alegría. Al menos nos da esperanza. Creer en el amor nos da propósito. Sabemos el por qué estamos aquí. Sabemos lo que hacer. Tenemos motivo para hacerlo. Pues, si creemos que estamos aquí para amar, amamos. Somos libres—libre del miedo que damos más que los demás—para vivir la única vida que puede satisfacernos. Dios nos creó así, para que nuestra naturaleza nos dirija para arriba. Por eso, cuando vivimos egoístamente nunca somos satisfechos no importa lo que tenemos, y en cambio cuando vivimos la vida de fe y amor siempre somos felices no importa lo que no tenemos. Si crecer en la fe y el amor es nuestra meta, conseguimos control sobre nuestras vidas. Siempre podemos hacer lo que queremos más que todo. No es así si nuestra meta es algo del mundo, el dinero, por ejemplo, o la fama. En este caso el mundo tiene que cooperar con nuestros sueños. (Y probable que esto no pasará.) En cambio, si crecer en la fe y el amor es nuestra meta, siempre podemos hacer lo que queremos más que todo. Si algo sale mal podemos aceptarlo y nuestra fe crecerá. Si alguien nos ofende, podemos perdonar y crecerá nuestro amor. Si creemos en el plan de Dios, tenemos la mejor razón imaginable a aceptarnos a nosotros mismos, y aceptar nuestra vida por lo que es. ¿Como no? ¿No es claro el plan de Dios para todo lo que pasa es también el plan para nosotros? Es verdad que nuestra vida es una lucha, pero es una lucha especial concebido para formarnos en una persona especial que ocupará un lugar en los cielos que nadie más puede ocupar. Cuando entendemos esto, podemos perdonarnos por lo que no podemos hacer todavía, o lo que hemos hecho y no podemos cambiar. No más nos comparamos a los demás. Además, entendiendo que Dios siendo Dios, ha puesto infinita atención y amor en crearnos, podemos amarnos a nosotros mismos por las personas que nos ha creados, y esto nos permite un amor sincero para los demás. Creer en el plan de Dios nos permite aceptar todo lo que ha pasado y no podemos cambiar. Ahora mismo, talvez no entendemos el por qué algo duro ha pasado—o está pasando—pero podemos saber que Dios sabe y, un día adelante vamos a ver y vamos a ser supremamente feliz con lo que hemos ganado de lo que pasó. Ya que sabemos que todo lo que va a pasar—cuando ya ha pasado y no podemos cambiarlo—pasará por el plan de Dios, podemos vivir sin miedo. ¿Cómo no? ¿Si sabemos que después de un año vamos a estar exactamente donde Dios nos quiere que estemos, qué hay que temer? ¿Si sabemos lo mismo de nuestra familia y nuestros amigos, porque vivir con la presión de la idea que todo depende de mi. Todo no depende de mí. Todo depende de Dios. Nuestro trabajo es hacer nuestro mejor, lo mejor que podemos en nuestras circunstancias ahora mismo. El resto podemos dejar en las manos de Dios y Su plan. Creer en el plan de Dios nos da paz.
Posted on: Thu, 30 Jan 2014 12:33:31 +0000
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