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Home Inicio Local Región Deportes Tendencias Entretenimiento Judicial Noticias Multimedia Opinión Revistas Usuarios Síguenos en Facebbok Síguenos en Twitter Síguenos en Youtube Síguenos en RSS Ciudadano de Honor 21 de July de 2013 - 12:02 am Últimas noticias 10 min 25 sec ago Fognini salva tres bolas de partido y gana ante Delbonis el título en Hamburgo 37 min 25 sec ago Arqueólogos dicen hallar palacio del rey David 44 min 25 sec ago El papa pide a los fieles que recen por su viaje de mañana a Río de Janeiro Videos Ver video El 20 de Julio se celebró a ritmo de carnaval Siga en vivo Instalación del Congreso Ver video Invención del filtro del cigarrillo, una historia con tintes de amor Más noticias Arqueólogos dicen hallar palacio del rey David El papa pide a los fieles que recen por su viaje de mañana a Río de Janeiro Directora de un colegio indio obligó a niños a ingerir comida que los mató Catecismo y sacerdotes revolucionarios en tiempos de independencia El libro ‘Una mirada en el espejo’, del historiador momposino Óscar Arquez Van Srahlen, da pie a este artículo sobre el pensamiento fragoso y actuar decidido de tres religiosos de distintas nacionalidades vinculados a luchas sociales. Con motivo de la celebración del Bicentenario Independentista, desarrollado en las colonias hispanoamericanas en la primera década del siglo XIX, el historiador momposino Óscar Arquez Van Strahlen escribió un interesante libro titulado Una mirada en el espejo, donde en uno de sus capítulos se refiere a la importancia que tuvieron miembros del clero católico con las injusticias que se cometieron en el desarrollo de ese sistema de explotación y opresión colonial. En muchas de las provincias de América, anota el licenciado en Historia, sacerdotes y clérigos estuvieron al lado de mestizos, indios, negros, mulatos, zambos, defendiendo las nobles causas de la justicia y la libertad. Es así, que aprovechando la celebración de ese 1810, me propongo develar rasgos de ese catecismo revolucionario escrito en esa época de arraigue religioso por el sacerdote cartagenero Juan Fernández de Sotomayor y Picón, narrados en esa mirada retrospectiva que hace el hombre de letras momposino. Aunados a ese fragor revolucionario de esos tiempos de emancipación, está la vida del sacerdote mexicano Miguel Hidalgo y Costilla, insurgente y precursor de la revolución mexicana, quien tuvo el valor de dejar los votos de castidad a un lado, y casarse con Josefina Quintana, con quien tuvo tres hijos. Mucho tiempo antes de ese fragor independentista, aparece en España el Catecismo del padre Gaspar Astete, un compendio simple de dogma cristiano, que se convirtió con el tiempo en la plataforma evangelizadora del Nuevo Mundo. Juan Fernández de Sotomayor y Picón Nació en Cartagena el 2 de noviembre de 1777, después de una juventud dedicada al servicio clerical, toma posesión en la parroquia de Mompox el 1 de mayo de 1804. En la vieja Villa, no solo se limitó a su labor sacerdotal, sino que se vinculó a la enseñanza de la juventud momposina. Entre feligreses y discípulos había un número considerable de personas que habían asimilado los conceptos filosóficos de la época y, especialmente, la declaración de los Derechos del Hombre, manual este, que fue traducido por el patriota Antonio Nariño, lo que le valió pasar la mayoría de su vida en prisión. El papel del sacerdote cartagenero en la revolución del 6 de agosto, fecha en que Mompox corta las cadenas con el reinado de Fernando VII, fue definitivo. Por ese apoyo a la causa libertaria sufrió la persecución de la Iglesia y de la Corona. Más adelante, anota Arquez en su libro que no fue gratuito el hecho que perteneciera a la Logia Masónica que se fundó en Cartagena en el año de 1808, denominada “Las Tres Virtudes Teologales”, cuya sede principal estaba en Londres, Inglaterra. Este cura revoltoso para esa época, escribió uno de los textos que hacen parte de los denominados ‘Catecismos revolucionarios’, que se convirtieron en manifiestos ideológicos en contra de la opresión, cuya portada decía al pie de la letra: “Catecismo o instrucción popular”, por el Doctor Juan Fernández de Sotomayor y Picón. Cura rector y vicario juez eclesiástico de la valerosa ciudad de Mompox. En un planteamiento de preguntas y respuestas que el mismo clérigo elaboró y contestó, su contenido tiene un carácter revolucionario para la época. ¿La donación del papa no ha sido un título legítimo? No, porque el vicario de Cristo no puede dar, ni ceder lo que jamás ha sido suyo, mucho menos en calidad de papa o sucesor de san Pedro, que no tiene autoridad ni dominio temporal… Entonces, ¿el papa Alejandro VI, autor de esta donación, no conocía que no tenía tal poder? Bien pudo haberlo conocido, y no es de extrañar en aquel siglo de ignorancia en que atribuían los pontífices romanos el derecho de destronar a los mismos reyes, nombrar otros y absolver a los vasallos del juramento de fidelidad, como sucedió en Francia y otros reinos. Siguiendo con el curso del capítulo que el amigo Arquez Van Strahlen magistralmente tituló “Los inicios de la Teoría de la Liberación” encontramos afirmaciones como estas: “el conocimiento y aprecio de los derechos del hombre, y odio consiguiente de la opresión y de la tiranía son inseparables de la ilustración pública”. “El fundamento de la grande esperanza de dominarnos que aún no han perdido nuestros enemigos es la ignorancia. Un hombre que desconoce sus derechos jamás podrá defenderlos”. “El establecimiento de escuelas debe realizarse ejecutivamente, si es que deseamos ser libres”. “La Constitución quiere que uno de los objetos de la enseñanza sean los derechos y deberes de los ciudadanos”. “Los que hayan leído la historia el descubrimiento de América conocerán que nada exagero”. “Yo espero que los maestros y directores de la juventud mejoraran mi obra con reflexiones que ofrece la explanación de cada pregunta”. En una declaración de carácter jacobino, por su contenido patriota, el día 6 de agosto de 1810, cuando Mompox firma el primer acta de independencia absoluta de España dice: “Si a nosotros toca, venerables hermanos, en defensa de la religión santa de que somos ministros, extirpar de una vez el error que tanta injuria y degradación, error que hace a una religión de amor y caridad cómplice en las crueldades y asesinatos de una conquista bárbara y feroz. Nosotros llenaremos dignamente nuestro ministerio toda vez que declarándonos enemigos de la tiranía que nos ha hecho gemir hagamos conocer a los pueblos la justicia de nuestra resolución, los bienes consiguientes a ella, y el deber de su defensa para asegurarlos perpetuamente. Que el imperio de la tiranía caiga por los mismos medios que se levantó entre nosotros. Y que el abuso y profanación sacrílega de algunos sacerdotes que la predicaron, suceda en desagravio de la religión, celo que debe devorarnos por sus intereses y los de la Patria”. Finalizando el capítulo “revolucionario”, con la misma metodología de preguntas y respuestas, va hilvanando un discurso de compromiso social, agresivo, salpicado de conceptos justicieros, e ideas libertarias, donde resalta la dignidad del hombre americano”. Porque los americanos son y han sido en todo tiempo hombres libres, iguales a los españoles, franceses, ingleses, romanos y cuantas naciones ha habido o pueda haber en el mundo, y que por lo mismo ningún hombre ni nación alguna tiene el menor título a mandarnos, ni a exigir de nosotros, sin nuestro expreso general consentimiento”. Ya para finalizar estos fragmentos de este ‘Catecismo revolucionario’, que seguramente muchos desconocen por haber permanecido en el oscurantismo, lejos de esa verdad oculta en los textos escolares de nuestra emancipación, cuando al fogoso cura le preguntaron si nación alguna nos volvía a invadir qué recurso nos quedaba, no vaciló en contestar: “Resistirles en cumplimiento de la ley natural que faculta a todo hombre para oponer la fuerza a la fuerza con el interés de conservar la vida, la libertad y la propiedad individual. En síntesis, el catecismo refuta los derechos o títulos de España sobre América, critica la conquista hispana de América, pues manifiesta el derecho de la fuerza contra el débil, considera que la propagación del cristianismo tampoco da derecho al dominio español, y justifica la independencia y la lucha por los derechos humanos. El catecismo cristiano del padre Gaspar Astete Los catecismos cristianos aparecieron por primera vez en el siglo VII, en la época de Carlo Magno. En el siglo IX apareció el catecismo cristiano del monje Ottirried. En el Concilio de Trento en 1546, San Carlos de Borromeo redacta un catecismo de fácil entendimiento para la comunidad cristiana. Si el sacerdote jesuita Gaspar Astete, nació en el año de 1537, y murió en 1601, su catecismo se originó mucho antes que estas tierras dieran el grito de independencia. Desde ese entonces se convirtió en el libro destinado para las generaciones futuras en la enseñanza de la religión cristiana, es la obra que más se ha editado en el mundo, llegando a más de 600 ediciones. Era el que se enseñaba en las aulas de los colegios, y tuvo vigencia hasta los años de 1960, era tan conocido como la ‘Urbanidad de Carreño’, y la historia de Henao y Arrubla. A diferencia del catecismo del padre Fernández Sotomayor y Picón, este era un compendio simple que el cristiano debía saber y cumplir para salvarse. Este catecismo sirvió a la gran expansión católica de la contrarreforma y la evangelización del nuevo mundo. Así como el Nuevo Catolicismo de la Iglesia Católica exige, por su profundidad y extensión, un esfuerzo para su aprovechamiento, este permite su uso desde la facilidad de su lenguaje y estructura. Como anécdota, con el fin de resaltar la importancia que tenía este evangelio para la Iglesia Católica, que después de casi cuatrocientos años, en el colegio de San José, en la década de los años sesenta, cuando este funcionaba en el hoy Instituto del mismo nombre, en cuarto elemental el hermano Ramón Sagastume nos enseñaba este catecismo que teníamos que aprender de memoria, por eso decir que “éramos cristianos por la gracia de Dios, y ese nombre de cristiano lo recibíamos de Jesucristo nuestro Señor, y que Cristiano quería decir hombre de Cristo, que recibió la fe en el bautismo, y está consagrado a su santo servicio” son palabras que quedaron grabadas en nuestras memorias para siempre. En ese compendio religioso que recitábamos diariamente, existe uno para defender la virginidad de la Virgen María, es una comparación casi que perfecta cuando afirma que “era virgen antes del parto, en el parto, y después del parto, a la manera como un rayo del sol pasa por un cristal sin romperlo ni mancharlo”. Miguel Hidalgo y Costilla Al sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla se le considera el primer insurgente y padre de la Patria de la República Mexicana. Nació el 8 de mayo de 1753 en la hacienda de San Diego de Corralejo, en Guanajuato. Estudió en España, en la ciudad de Valladolid, y se ordenó sacerdote de la Compañía de Jesús en 1778, haciéndose cargo de la parroquia de Dolores de Guanajuato, en 1803. Por ese mismo tiempo se vincula a una sociedad secreta formada en Valladolid, cuyo fin era el reunir adeptos para crear un congreso para gobernar la nueva España en nombre de Fernando VII, preso por Napoleón, con el fin de obtener la independencia. Los aires independentistas ante el infortunio español, la insurrección se traslada a Querétaro, donde se une a Ignacio Allende. El 16 de septiembre de 1810, llevando como estandarte a la Virgen de Guadalupe, lanzó el grito de Dolores, para dar inicio a la gesta independentista mexicana. Cuenta la historia que, acompañado de Allende, logró reunir un ejército formado por más de 40.000 hombres, que tomaron Guanajuato y Guadalajara. El 11 de enero de 1811, Hidalgo fue derrotado cerca de Guadalajara por las fuerzas realistas, donde logró huir, para más tarde ser capturado y condenado a muerte. Fue sometido a un largo proceso militar, y a una dolorosa degradación eclesiástica. El santo oficio de la Inquisición lo juzgó y condenó por hereje, judaizante, libertino, calvinista y ateo. Como era la costumbre del ejército realista, su cabeza, junto con la de Allende y otros insurgentes, se exhibió como trofeo y escarmiento en Guanajuato. Algo parecido a lo sucedido en nuestra patria con la rebelión de los comuneros. El 16 de septiembre, día que se proclamó su rebelión, se celebra la Independencia Mexicana. En su honor un estado lleva su nombre. Por José Deyongh Salzedo Especial para El Heraldo
Posted on: Sun, 21 Jul 2013 16:45:07 +0000

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