Marita, mi Ella, tuvo otros aconteceres infantiles de los cuales - TopicsExpress



          

Marita, mi Ella, tuvo otros aconteceres infantiles de los cuales sé escenas contadas. Sus nebulosas afloran por momentos mirando con ojos extraviados a las cosas. Hay entre nosotros instantes de convivencia extraordinariamente difícil, con esa violencia silenciosa que se corta en el ambiente. Yo la veía allí, mirándome de esa forma que tiene de mirarme, que parece que no me mira, pero me mira desde su nebulosa. Se me vino a la cabeza, al ver su bata posada sobre su ancho culo, la última vez que habíamos follado, no recuerdo cuándo. Nunca hubo mucha pasión en nuestros actos amatorios, los actos amatorios no eran fulgurosos, llevaban un orden establecido. Habitualmente estábamos viendo la televisión cada uno con nuestros pensamientos, es decir sin dirigirnos la palabra, sin mirarnos, a una hora de la noche (antes de la media noche era el suceso), así que yo me acercaba a ella, a su altura, sí, así dispuestos, emparejados, imagínate a vista de pájaro, a vista de lámpara, los dos boca arriba mirando nuestro HD con los ojos inclinados a hurtadillas. Ya sabía ella lo que significaba. Yo le cogía la mano y se la metía debajo del pantalón del pijama, donde reposaba lánguidamente mi polla, y ella la empezaba a mover dándole semivueltas, vueltas enteras, con el índice. Esto siempre me recordaba cuando era niño y habíamos matado una culebra de agua, le dábamos vueltas con un palito de higuera para saber si estaba muerta. Pues ella igual, pero sin el palito. Yo notaba su mano suave, o suavemente. Luego comenzaba a subir y a bajar lentamente mi prepucio, luego con su uñita comenzaba a escarbarme en el agujerito del meato, luego escupía en la palma de su mano pasándola suavemente por el glande, o bola, o capullo, o capullón, o bolón, o ceborroncho. Ciertamente mi polla, mágicamente, ereccionaba entre tanta indiferencia. Bien. Cuando llegaban los anuncios ponían aquello de: “cinco minutos y volvemos en uno instantes, no se vayan”, y un reloj digital en la pantalla que se ponía a correr furibundo hasta el cero más absoluto, así mirado hasta la nada. Llegado ese momento, y estando duro (ya duro), yo le bajaba las bragas, me subía sobre ella, le quitaba las gafas, y se la clavaba, se la metía, la “horadaba”, la taladraba, la atravesaba, la penetraba, la la la envergaba, y la la la la notaba como muy poco lubricada, quizás ella hacía un gesto de dolor. Me empezaba a mover vertiginosamente, arriba, abajo, abajo, arriba, una abajo fuerte, un arriba despacio para bajar una fuerte, luego abajo arriba, mientras el reloj de la tele debía de ir marcha atrás en los tres minutos. Sí. Y yo dale, ale, ale, ale: arriba, abajo, con esa secuencia. Sabiendo que me acuciaba llegar antes de que empezase el programa para que no saltase en cólera, ella con los ojos cerrados, sin el más mínimo gesto en la cara, y yo, contando hacía atrás: diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero, y me iba. Sabes esa cosa que te viene, el gusto, que en realidad está en ti. -El gusto está dentro de ti, no le des más románticas vueltas. -Te follas a ti mismo mientras que piensas que follas a otro. Y reflexionaba. Malos y buenos pensamientos. No lo sabe ni uno mismo. Malos y buenos pensamientos, vete tú a saber.
Posted on: Sun, 08 Sep 2013 07:58:39 +0000

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