Meditacion del dia domingo 18 de agosto. DOMINGO XX DEL TIEMPO - TopicsExpress



          

Meditacion del dia domingo 18 de agosto. DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO meditacionQueridos Hermanos y hermanas: En este domingo vigésimo del tiempo ordinario el Señor nos invita a interpretar los signos de los tiempos; pero sobre todo, a darnos cuenta que esta peregrinación por este mundo tiene un tinte dramático, porque las fuerzas de las tinieblas se ensañan con los hijos de Dios. En esta lucha no estamos solos, dice el Señor, somos acompañados por la fuerza de la gracias que brota generosamente del sacrificio redentor de Jesucristo, el Hijo de Dios. Por la misión que había recibido y por las circunstancias históricas que hubo de vivir, podemos decir que Jeremías fue una profecía hecha persona. Precisamente por eso la tradición cristiana le considera como figura e imagen del Jesús de la pasión. Jeremías conoció, en primer lugar, la persecución, que lo hizo sufrir hasta el espasmo y le aisló de su pueblo; que le expuso a la calumnia de sus adversarios y le hizo conocer la cárcel y el exilio; que le quitó el favor del rey y le hizo pasar hambre. Ésta fue la pasión que le acompaño durante toda la vida y que ha dejado una señal en el libro de sus profecías. En él son bastantes conmovedoras las palabras que exteriorizan el drama interior del profeta y nos hace conocer algunas “confesiones” que dejan aparecer su profunda y genuina espiritualidad. Ahora bien, Jeremías encuentra así mismo un amigo que intercede por él ante el rey y se pone de su parte, aunque esto le expone al peligro; un amigo que, en cierto modo, comparte su pasión. Aunque el poder de los prepotentes desarraiga a Jeremías de su pueblo, no consigue, sin embargo, cortar por completo este vínculo. Un profeta lo es siempre para su pueblo, incluso cuando eso implique perder el favor del rey y exponerse a un peligro de muerte. En el evangelio de hoy, San Lucas expresa el carácter trágico de la espera con las imágenes del fuego y del bautismo: Jesús expresa su vivo deseo de pasar a través de las aguas purificadoras del sacrificio de la cruz y de este modo se presenta como el modelo al que debemos atender y adecuarnos como creyentes. En efecto, de nada valdría darse cuenta del carácter trágico del momento histórico si no nos decidiéramos a seguirle a Él con las mismas intenciones y con la misma determinación que le sostuvieron durante toda su vida terrena. Yendo más alla de las imágenes, Jesús concede a los discípulos una nueva posibilidad de interpretar el sentido de su presencia en el mundo: “¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra? Pues no, sino división”. No podria haber palabras más claras para hacernos comprender el carácter dramático del momento, tanto para nosotros como para Él. “Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!”. Todo la vida de Cristo gravita sobre este momento, la hora, su hora, como le gustaba llamarla, de dar la vida por la Humanidad. Representa un consuelo inmenso saber que somos amados con toda la energía de un Dios. Cuando no se olvida que una sola gota de su sangre, un mero deseo, hubiese bastado para redimir a la humanidad de todas sus culpas y, no obstante, Cristo la vertió toda en el atroz suplicio de la Cruz, estamos en condiciones, al menos, de intuir cuál es la seriedad con que Dios nos ama. ¡Somos gente intensamente querida incluso en las horas de mayor ingratitud o en las que hemos cometido los pecados más grandes! Este amor se llevó a cabo en la Cruz y se nos hace presente en la celebración del Santo Sacrificio de la Misa. Si queremos tener en el corazón idénticos sentimientos que Cristo Jesús (Cf Flp 2, 5), hemos de amar la Santa Misa y hacer de nuestra vida una Misa, esto es una entrega también de nuestra vida a los demás. “La Eucaristía -enseña Juan Pablo II- nos educa en el amor de un modo más profundo; en efecto, demuestra qué valor debe tener a los ojos de Dios todo hombre, nuestro hermano y hermana, si Cristo se ofrece a Sí mismo bajo las especies del pan y del vino…Así mismo debemos hacernos particularmente sensibles a todo sufrimiento y miseria humana, a toda injusticia y ofensa, buscando el modo de repararlos de manera eficaz. Aprendamos a descubrir con respeto la verdad del hombre interior, porque precisamente este interior del hombre se hace morada de Dios presente en la Eucaristía”. “He venido a prender fuego en el mundo. ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!” El cristiano debe ser como una brasa encendida que debe quemar lo que toca o, al menos, levantar la temperatura espiritual del ambiente que le rodea. ¡Dar a conocer a Jesucristo! ¡A los familiares y amigos, a los vecinos y compañeros de profesión! ¡No debería pasar nadie a nuestro lado que, de un modo u otro, con la palabra o el ejemplo, con ciertos silencios -el silencio también habla-, no sintiera el calor de Cristo! Así debe ser porque, en realidad, la Misa no termina cuando volvemos a nuestras ocupaciones habituales. “Después de haber participado en la Misa, enseña Pablo VI, cada uno ha de ser solícito en agradar a Dios y vivir rectamente, practicando lo aprendido y progresando en el servicio de Dios, trabajando por impregnar el mundo del espíritu cristiano y siendo testigo de Cristo en toda circunstancia”. Que el Señor nos bendiga abundantemente.
Posted on: Sun, 18 Aug 2013 19:06:30 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015