No tiene firma, pero es digno de leer. La furia presidencial Que - TopicsExpress



          

No tiene firma, pero es digno de leer. La furia presidencial Que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se sienta tan molesta por la negativa de la Corte Suprema a permitirle pisotear la Constitución nacional puede atribuirse a que, rodeada como está por aplaudidores incondicionales, no está acostumbrada a respetar ciertos límites. De otro modo, sería inexplicable su reacción furibunda ante un fallo que, según todos salvo los presuntamente convencidos de que, merced a su triunfo electoral de hace más de un año y medio, encarna en su persona la voluntad popular y por lo tanto debería eternizarse en el poder, sólo sirvió para poner las cosas en su lugar debido. De tratarse de una mandataria "normal", hubiera aceptado el fallo con resignación, reafirmando así su adhesión a la Constitución que había jurado respetar; en cambio, para alarma de muchos, se ha comportado ante el revés como un jugador de fútbol que, al verse sancionado por violar las reglas, se ensaña con el referí. Mal que le pese a Cristina, en una democracia republicana como la nuestra tanto el jefe de Estado como los demás integrantes del gobierno, tienen que someterse a la ley. Si la Argentina fuera una monarquía absoluta o una dictadura, la situación en que la presidenta se encuentra sería distinta pero, por fortuna, en teoría por lo menos, sigue rigiendo aquí la división de poderes que se considera propia de un país con instituciones democráticas. Al embestir con vehemencia insólita contra el sistema así supuesto, la presidenta, que por razones que no son muy claras tiene la reputación de ser una "progresista" de ideas izquierdistas, ha optado por actuar como una ultraderechista decididamente autoritaria que está resuelta a instalar la clase de régimen que tradicionalmente ha sido reivindicado por los convencidos de que la democracia es incompatible con el orden y la eficiencia, ya que prohíbe a los mandatarios saltar por encima de los obstáculos legales existentes y, lo que a su juicio es peor, a veces los obliga a dialogar con quienes no comparten todas sus opiniones. ¿Es lo que quieren aquellos kirchneristas que parecen estar dispuestos a plegarse a la guerra santa que Cristina ha declarado en contra del Poder Judicial en su conjunto, tratándolo como una "corporación" hostil a "la soberanía popular"? Es posible que sí, ya que para muchos el caudillismo no ha perdido su atractivo. Todavía abundan las personas, de mentalidad servil, que preferirían que la suma del poder se concentrara en un par de manos pertenecientes ya a un militar, ya a un demagogo "carismático", por suponer que, libre de las trabas engorrosas típicas de sistemas más complicados, sería capaz de darle al país un gobierno más eficaz que los meramente democráticos. De todos modos, es una suerte que Cristina haya demorado tanto el inicio de su campaña contra el Estado de derecho. De haberlo hecho dos años antes, hubiera contado con el poder suministrado por el apoyo de la mitad de un electorado que desconfía de la capacidad para gobernar de los líderes opositores, pero, a juzgar por los resultados de las encuestas de opinión más recientes, la mayoría entiende muy bien que su "ciclo" ya ha entrado en su fase final y que por lo tanto hay que prepararse para el próximo que, con toda seguridad, será muy distinto. Así las cosas, su intento tardío –motivado, es de suponer, por la catarata de denuncias sobre actos de corrupción atribuidos a su marido fallecido que se han difundido últimamente– por dotarse de poderes inapropiados para una mandataria democrática parece destinado a ser contraproducente. Lejos de ayudarla a prolongar su gestión, la ofensiva contra la Justicia que ha emprendido amenaza con hacer de los más de dos años que, según la Constitución que tanto desprecia, aún le quedan en el poder una etapa muy convulsiva. Desde que, por motivos netamente personales, a Cristina se le ocurrió "reformar" drásticamente el Poder Judicial, el drama político no gira en torno a temas como los planteados por la mejor forma de administrar la economía o atenuar las muchas lacras sociales, sino que se ve dominado por el conflicto entre los comprometidos con el Estado de derecho por un lado y, por el otro, aquellos, encabezados por la presidenta, que quieren que la Argentina revierta cuanto antes a modalidades antidemocráticas en que todo se vería subordinado a la voluntad de una sola persona.
Posted on: Sun, 23 Jun 2013 23:40:43 +0000

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