...Se levantó de la silla y sin saber más qué decir o qué - TopicsExpress



          

...Se levantó de la silla y sin saber más qué decir o qué inventar, dijo la verdad, la suya, su realidad, recordó en ese momento y comenzó a narrar: - Recuerdo... Recuerdo la primera vez que estuve en el centro de la ciudad, esa primera vez, esa cuando me perdí. Iba de la mano de un hombre, supongo que era mi padre, la verdad, ya no recuerdo, sin embargo, se que era un hombre y me llevaba de la mano, me entretuve con una caja de arena de colores y el señor que las vendía, por demás simpaticón, tenía una barba espesa y blanca, tanto, que llegué a pensar, y por qué no!, que habría un mundo por descubrir allí dentro mismo, ahora que lo pienso, eso es bastante safado de la cabeza, pero bueno, era una niña, qué esperan! En ese momento les miró a todos en el lugar y se Dio cuenta que esas últimas palabras se habían subido de tono (sin razón alguna, pues sólo era un relato) y todos tenían una expresión diferente a lo que un relator que espera expectación puede llegar a obtener, se calmó, respiró profundo, se incorporó y continuó. - El barbado tipo me tenía encantada y yo no hacía más que tratar, con recelo, de jugar con su barba, el hombre con el que iba se encontraba lejos (pero aún lo podía ver y eso era lo que me importaba) cada cosa que pisaba, que probaba -a ella le encantaban los dulces de picante y fue allí donde los conoció y se convirtieron en fieles compañeros, cada vez que ella se sentía nerviosa o angustiada mordía uno de estos buscando que su cerebro se enfocara en el dulce y su picante y no en otra cosa por importante o trascendental que fuese-, todo lo que veía me era nuevo y diferente, en una palabra: Maravilloso... Fui tras el hombre y me estaba esperando paciente en un banquito típico, de hierro y madera, así era ese lugar, duro pero cálido al compás, fuerte pero flexible... Yo, finalmente y después de sorpresa tras sorpresa me escindí de mi chaperón, quería ser libre en mediode ese mundo de color y movimiento que me planteaba esa calle -que ahora alberga el metro y su tragicomedia de movilidad inverosímil- no tarde mucho en reuirle a mi buscada libertad y todo lo que obtuve fue angustia, no veía al hombre por ningún lugar... Nuevamente, tomó un respiro y se enfrentó a su público, esta vez pasmados del relato. - Al ver mi angustia comencé a gritar, hum, les mencioné que tenía 9 años? Pues todos me escucharon... Y sí, terminé encontrando al hombre y después de un par de ensordecedores gritos, encontré calma, ese día, como hoy -dijo la chica- me di cuenta que a veces desear algo demasiado es perjudicial, y odiar algo demasiado puede ser, al final, un desconsuelo. Tomado de: micabezaeslamasgrandepiedra
Posted on: Thu, 03 Oct 2013 04:45:45 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015