Su sonrisa se extendió más que lo largo de su cabello oscuro. - TopicsExpress



          

Su sonrisa se extendió más que lo largo de su cabello oscuro. Los ojos se le volvieron risueños, y de sus labios salieron disparadas las risas contenidas. Me inquieté, porque era nuestra primera comida juntos, y fue en un restaurante yankee de comidas rápidas. Pasó por mi mente la idea de que yo tenía algo en la cara. Era poco probable que fuese un moco o algo asqueroso, porque me revisé bien en el baño cuando me lavé las manos, y aún no mordía la hamburguesa como para tener una migaja por ahí colgada. Miré a los costados para ocultar mi nerviosismo, pero mi sonrisa, que era más de ansiedad que de humor, no pudo evitar caer en el juego provocador de ella. Froté mi cara disimulando un pensamiento profundo y no sentí que tuviera algo. Pensé que tal vez no se estaría riendo de mí, pero sus ojos de misiles me apuntaban en todo momento a la par de su sonrisa, haciéndome dudar. —¿Qué? —pregunté sonriendo tímidamente. Ella siguió riendo, sin molestarse por darme explicaciones, y rió, y rió, y sus risas se volvieron risotadas, y su frente se puso roja, y su boca se extendió como un cañón que disparaba sólo ruido. Las carcajadas llamaron la atención de los comensales de al lado, y yo perdí la sonrisa. Ahora se me notaba un gesto de miedo mientras insistía intrigado: —¿Qué?, ¿dime de qué ríes? —Es que... es que... —ella aún no podía hablar por la enorme carcajada que la invadía y se apoderaba de su cordura. Se llevó los brazos al estómago, porque evidentemente le dolía. Levanté una ceja y le di un sorbo a la limonada. Mi preocupación se había desvanecido y simplemente me convertí en un espectador. Agarré una papa frita y la pasé por la catsup. La devoré viendo solamente su carcajada; esa carcajada en cámara lenta; una carcajada desordenada y descontrolada. Años después, cuando ella me dijo que ya no sentía lo mismo por mi, pude entender ese ataque de risa. El día que comimos en el restaurante yo le dije momentos antes de que se carcajeara: —Pero no podrás acabar con esto —refiriéndome a la hamburguesa, y lo mismo le dije cuando años después me dio el adiós: —Pero no podrás acabar con esto. En ambos casos la carcajada fue sublime.
Posted on: Sun, 03 Nov 2013 07:07:57 +0000

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