Tal vez los profesores tienen algo más que enseñarnos Irak - TopicsExpress



          

Tal vez los profesores tienen algo más que enseñarnos Irak Jozafath Después de escuchar y leer tantos comentarios en contra del magisterio y su lucha, he decidido hacer una invitación para acercarse al plantón que mantienen en el zócalo los profesores, a mirar lo que ahí sucede y sacar sus conclusiones; deje atrás prejuicios, deje atrás posturas políticas, acérquese sólo así, a escuchar, a mirar un poco, busque en el campamento, acérquese a alguien, a quien quiera y platique. Mientras platica y pregunta sobre lo que ahí pasa, mire a su alrededor, mire a los ojos de ellas, de ellos, vea que son igual a los de usted, vea la ropa y lo que comen, verá que visten y comen como usted, pregúnteles cuánto ganan, cuántas horas trabajan, y vea que son trabajadoras y trabajadores igual que usted, que al llegar la quincena tienen los mismos problemas de pago de renta, de luz, de agua; que el sueldo tampoco les alcanza, que también viajan en trasporte colectivo, que también son víctimas de la delincuencia, que viven en los mismos barrios, pueblos que usted, que no son dueños de grandes empresas, que no son quienes toman las decisiones del país, que son sólo ciudadanos igual que usted, para este momento quizá, con un poco de suerte, entonces tenga una empatía de clase, es decir; sabe, que pese a todo, pertenecen a la misma clase social. Ahora que, si con lo anterior aún tiene dudas, quédese a dormir una noche con ellos, ahí no tendrán inconveniente en invitarle una taza de café, un pan; comparta con ellos lo que es dormir bajo una lona -porque no todos tienen casas de campaña como dicen los medios- sepa lo que es estar bajo un plástico durante la lluvia, que el agua aparezca por todas partes, sienta el frío de la noche y de la madrugada entrando por sus cobijas. Imagine a quienes vienen de costa lo que para ellos implica el fío. No duerma toda la noche, porque además de que el suelo no es tan cómodo como su colchón, quizá le interese quedarse en alguna guardia, compartir el cigarro, el titiritar que produce el viento frío en su cuerpo, el silencio de la ciudad que duerme, la incertidumbre, el recelo que se siente cada que pasa una patrulla, cada que se escuchan sirenas a lo lejos, el miedo de saber que cualquier día o momento puede entrar la fuerza pública, que habrá gases, que golpes, cárcel, rabia. Ahora después de compararse, así, sin política, sin ideas, sólo como personas; ahora que se da cuenta que no es tan diferente de los que desde ahí luchan, piense un poco en quienes, desde los grandes medios de comunicación opinan y hablan, no sólo sobre las y los profesores sino sobre todo lo que ocurre en el país. Piense también en los políticos, en los banqueros, en los grandes empresarios, en los señores del poder, y haga el mismo ejercicio, comparece un poco, piense si viven en casa como la suya, si tienen los mismos problemas al terminar la quincena, compare su sueldo y el de ellos, piense si sufren la misma inseguridad que usted, el mismo riesgo a ser asaltados, el regaño por llegar tarde al trabajo, el mismo miedo al caminar la ciudad cuando ya no alcanza para el pasaje, si visten la misma ropa que usted, si comen lo mismo que usted. Ahora, piense un poco y sepa que todo ese dinero, esa opulencia sale del trabajo de gente como usted y los profesores, que las reformas que ellos –que por cierto nunca han dado clases y que sus hijos no van a las mismas escuelas que los hijos de usted, ni fueron a las mismas escuelas a las que fue usted– ellos, los que hacen las reformas; ellos, que a todo aquel que estando o no de acuerdo con sus reformas son ante sus ojos objeto de desprecio por el solo hecho de pobre, por no ser como ellos, que lo único que miran en usted, en los profesores, en los obreros, en los campesinos y en los mineros es mano de obra barata, fuerza de trabajo para hacer más rico al rico. Ellos, los poderosos, que nunca tendrán que salir a protestar, que nunca serán evaluados, que nunca tendrán que estar en plantón, que nunca traerán los zapatos rotos, que nunca sabrán lo que es tener hambre; son los que deciden lo que se hace en este país. Dígame cuándo alguna de esas decisiones le ha beneficiado tanto como le beneficia a ellos. Si siente coraje, si siente rencor por darse cuenta que está siendo explotado y engañado, entonces para este momento ya se dio cuenta que hay diferencia en las clase sociales, que hay ricos (que explotan) y pobres (que son explotados). Ahora, recuerde que ya visitó a las y los profesores del plantón y pese a todo está enojado porque paralizan la ciudad, porque por su culpa hoy no hay futbol y sigue en desacuerdo con ellos. Pero si los visita y platica y se informa, quizá ahora, y sólo quizá, al menos tendrá un poco más de herramientas para estar o no de acuerdo, para juzgar, para desde la comodidad de su casa, decidir de qué lado está en este país que tristemente está siendo destruido y no precisamente por los profesores. periodicomadera.mx/jm/index.php?option=com_content&view=article&id=292&Itemid=1
Posted on: Thu, 26 Sep 2013 01:03:04 +0000

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